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Jueves, 31 de diciembre de 2015

#CINECOVER

 Por Stephanie Zucarelli

La pantalla grande sufrió primeras convulsiones que intentan cachetear a un lado los dramones hollywoodenses y las películas filmadas en galpones hechos de tela verde. La ruptura la marcó la melancolía por aquellos ritmos vintage, esos que moldearon y criaron a los directores de cine que acercan sus producciones. Como el filósofo Marshall McLuhan dijo alguna vez: “Entramos al futuro retrocediendo”, y es del pasado de dónde se saca la inspiración.

No es novedad que la retro-recursividad sea común en el circuito cinéfilo, pero lo que 2015 aportó fue la oportunidad de que el mainstream entrara en contacto con el sabor instrumental y práctico que el cine de género puede aportar. Este tipo de conexión es algo que sólo películas como Mad Max: Fury Road pueden lograr. Escuchar que el director, George Miller, eligió los ya olvidados efectos especiales prácticos en lugar de ubicar todo por computadora despertó en el público una ansiedad que abrió el espectro de los curiosos del cine. La respuesta a “¿cómo hicieron eso?” ya no era complicada e internet hizo todo lo posible para facilitar que la información llegara. Es esta fascinación la brecha entre el mundo del nicho y el mainstream.

Es importante hacer notar que este pequeño clic significa una manera de romper con la norma dramática en la que últimamente el cine se ve envuelto. Es la generación que vio la Mad Max (y la Star Wars) original la que hoy hace cine de género. George Miller es el portal entre las películas festivaleras y la pantalla grande.

Este es un clic muy similar, posiblemente, al del abrazo de producciones nacionales como Kryptonita (foto) en las salas de cine. El consumidor de películas, las personas que sacaron entradas sólo porque estaba en cartelera, los colgados de siempre que se quedaron sin funciones, todos tuvieron acceso a otro tipo de cine argentino que no fuera del estilo Los bañeros más locos del mundo. Aportando a este cambio, el nombre de Nicanor Loreti, director de Kryptonita, cover de la comiquera novela de Leo Oyola, ayuda a una conexión a toda una biblioteca de películas under que esperan ser descubiertas.

Sólo falta un paso –que quizás 2016 proveerá– para que el nicho explote y llene las salas del circuito comercial con películas originales de nombres desconocidos. El público está aburrido, y esta era la oportunidad que faltaba para el surgimiento de un nuevo cine.

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