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Jueves, 10 de marzo de 2016

EL CóDIGO DIE ANTWOORD

Zef o no zef

 Por Luis Paz

Die Antwoord es un buque con las bodegas sobrecargadas de sexo, rima, pop y falopa con escaso margen de maniobra para no llevarse puesto el iceberg del hastío. Ninja y Yolandi conforman la banda más ubicua de su época: ni la mejor ni la única que entendió su tiempo, simplemente la que mejor lo explota simbólicamente, en una suerte de Y2Kploitation de la basura blanca. Pero ese mérito entraña su gran desafío: éste también es el momento de lo dispensable, de lo pasajeramente cool, del final in-MEME-diato del chiste.

Cuando aparecieron lo hicieron brutal e indescifrablemente, una hecatombe de mal gusto desbordando las tetas de la cultura pop viral. Eran salvajes y hermosos, sexies y atrevidos, pero sobre todo eran una cosa verdaderamente nueva. “Mi vida es como un videojuego”, estrenaba él en Enter The Ninja. Y la de ella parecía un poco hentai, y todo cínico, posmoderno, post todo. El paso de los discos, los videoclips y las filmaciones de sus shows tensó el arco con más humor fálico, bestias peludas y versos duros, frenéticos. Pero la dosis empezó a ser escasa; ya no hubo pegue como en el primer flashazo.

Como si el futuro se les hubiera pasado demasiado rápido, ya se los orilla en la feria fenomenoidal cerquita de Marilyn Manson o Gene Simmons, se los emparda con el bizarrismo youtuber y se los redime apenas, pero al fin, porque su música, en lo profundo, nunca tuvo un peso demasiado específico (el problema de ser multimedialmente integral). En todo caso, ahí no hay falta: irrumpieron planteándose como artistas modernos, no como músicos.

Pero en el camino, nunca terminaron de ajustar su concepto, no se pusieron al servicio de ideas extra a las inmediatas: un disco, un show, un clip. O, a los fines, ¿qué pasa si todo el legado es un concepto, “zef”, que es solo un criterio privado que tamiza lo cool con la autodeterminado? Zef como un concepto hermano (bobo) del punk, como un punk hecho en Paint. Como una doctrina del shock inmovilizada por el estado de shock. Como una guerrilla multimedia sin dios, sin patria, sin patrón, sin marido. Y sin misión.

A desgano se desprenden cuando se les consulta por su uso cannábico o sus influencias, se entibian apenas al hablar de su país (Sudáfrica) y no operan discursivamente sobre las fronteras del pop: aún no han pedido nada, no han denunciado nada, no han señalado nada. Quizás ni deban hacerlo y el problema sea de quienes nos infectamos de su propuesta, entonces una anti-propuesta. Pero así y todo siguen siendo excitantes, perturbadores. Quizás por esa sencilla razón de no poder entender qué carajo es lo que quieren.

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