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Jueves, 24 de marzo de 2016

ZOMBIS, RUTAS Y ROCK AND ROLL

Pulpa ficción

Zona Pulp de Interzona y el clima local de las aventuras enrarecidas.

 Por Luis Paz

A la remake oportuna del imaginario pulp que el sello boutique Interzona publicó en su flamante colección se la podría arrimar a los fenómenos de la televisación zombífila, la cinematografía desastrista y la videojueguística tribal truculenta. Y así los aportes de Walter Lezcano (Fractura expuesta), Mariano Buscaglia (Trasnoche vudú) y Nico Saraintaris (Mano propia), más la traducción de El paraíso de los condenados de Abdullayev, serían otra pata (escrita, literata) del fenómeno de la “coolificación de la nerdencia”.

O a estos libritos de corta duración y precio estrecho (125 pe, menos de tres pizzas de Ugi’s) se los podría también trazar en diagonal al rock nuevo que a siglos luz de la fenomenología clase B de Redondos, Misfits y Ramones, meses luz del feriamericanismo de Massacre y Babasónicos, y microsegundos luz del playstationaje de súper acción de El Mató y el decadentismo de Mujercitas Terror se reproduce como ulterior generación pulpera hasta Mi Amigo Invencible, su última efervescencia mediante la conclusión, vía La danza de los principiantes, de su “Corpus del Pasado”.

O ponele que, en todo caso, novelillas como la de tocata (a una colegiala) y fuga (del pueblo) de Lezcano, la de los linchamientos en la cyberpunkosa Portenia de Saraintaris o los menesteres jíbaro-ruteros de la de Buscaglia lo que hacen es poner letra, prosa, párrafo, página y tomo a los tatuajes de una generación que se entintó de máscaras mejicanas, monstruosas pin-ups, serpientes míticas y psicodelicias sci-fi. Zona Pulp de Interzona como una reedición impensada del concepto de El hombre ilustrado de Bradbury.

O quizás al fin todo tenga que ver con todo y la superestructura y la mano trémula e invisible y el contexto socioeconómico y el calentamiento global devuelvan la necesidad de una literatura más económica, más accesible desde el billete y desde el gollete, simple en sus precios y en sus estructuras.

O serán la inmediatez del Twitter y la historia en 140 (mil) caracteres. La búsqueda de la argentinización de la novela Pulp de Bukowski. El reto de escribir la historia clase B que Tarantino debería filmar con urgencia. O la Era Dorada de las series. O los videojuegos de aventuras enrarecidas como último consumo cool del treintañerismo post histeria y post hipsteria. Y si no, los informes de Crónica. O el porro. Sí, seguro que es el porro.

O que en definitiva Lezcano, Buscaglia y Saraintaris escribieron bien estos petite volúmenes de terror, suspenso, misticismo –o si se prefiere el chilipepperiano “sangre, azúcar, sexo y magia”– que indagan en fantasías que parecen antediluvianas pero siguen expectantes: puebladas justicieras, féminas fatales aferrándose a quien conduce una moto, crímenes bestiales y el gusto por la lectura, y sin culpa ni dolo, como vía de entretenimiento.

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