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Jueves, 7 de abril de 2016

JULIÁN DESBATS, NINGÚN TARADO

30 MINUTOS DE HIJOPUTEZ

El violero de Los Rusos Hijos de Puta sacó un casete que arrima a Moris, Dylan y Tanguito.

 Por Juan Barberis

Hace unas semanas, Julián Desbats estaba en el evento Italo Disco cantando ensimismado y con los ojos cerrados Es un monstruo, una de sus nuevas canciones, cuando Moris, que de casualidad estaba ahí, se sentó al lado a escucharlo con atención. “A ver pibe... ¿cómo dice ese estribillo?”, le preguntó cuando Julián se reincorporó. El tema revolotea una idea recurrente en Los Rusos Hijos de Puta —la banda que encarnó hace cuatro años junto a su novia, La Rusa Luludot Viento—, y es una cruzada que refuerza con determinación en Tarado, su debut solista. “La libertad es un monstruo que hay que abrazar / la libertad es la libertad”, recitó sin música, a pedido, un poco con timidez y vergüenza. Y Moris, que cató el efecto de esa línea que conecta con la génesis del rock local, soltó un alarido de aprobación: “¡Este pibe es un filósofo!”.

Ahora, en el living de una casa que comparte en Almagro con su novia y un puñado de amigos, el Ruso vuelve sobre esa noche con fascinación pura. “Cuando compuse esa canción en casa de mis viejos pensé en Moris, venía escuchando mucho su disco 30 minutos de vida, así que esa noche se cerró el círculo”, dice.

Tarado, un lapso de 20 minutos impreso en cinta de casete donde el guitarrista y cantante se inspira en Moris, Dylan y Tanguito para incursionar en la grabación casera de modo caótico y visceral, es un recorrido por su lado más reposado, despojado e íntimo, como si esas nueve canciones fueran la proyección transparente de su cabeza oscura y optimista, existencialista y batalladora. “Me daba vergüenza sacarlo porque es un disco re sincero. Todo lo que canto ahí es cierto, es muy descarnado, con el corazón en la mano.”

Nacido en Zárate el 21 de octubre de 1984, Julián “el Ruso” Desbats es el anteúltimo de cinco hermanos de una familia de padres médicos. Sin contexto artístico a mano, la música le entró casi de casualidad, por un disco de los Beatles remixado para hacer gimnasia que en el Día de la Madre le regaló a la suya. Fue una revelación que Desbats abraza con fuerza hasta hoy: “Ahí dije: ‘ya está, quiero empezar a tocar la guitarra, esto es lo que quiero ser para siempre’”, recuerda.

Pero aunque en Zárate tuvo sus primeras bandas, recién en 2012 decidió encarnar un proyecto con la Rusa, su novia de siempre con la que se escapó a Buenos Aires, la rubia que ahora apabulla al frente de Los Rusos Hijos de Puta cantando a los gritos endemoniada o mostrando las tetas. Juntos, ahora forman una dupla de peso en el under local. “La Rusa es una gran influencia y en este disco tuvo mucho que ver. Es muy cruda y sincera, jamás te va a decir que está todo bien si está todo mal”, dice Julián con fascinación. “Somos novios, socios... No sé si con ese poder de gol, pero somos una delantera como la de Romario-Bebeto.”

La experiencia veloz de Los Rusos Hijos de Puta, banda que ya empieza a recorrer el país y el continente (está por emprender una gira por Córdoba, Mendoza, San Juan, Chile y Perú), le dio la confianza para editar Tarado, un proyecto paralelo que concibió espontáneamente desde su habitación en una época en que decidió renunciar a su trabajo estable para apostar de lleno a la música, y que salió en casete vía Cíncope Récords. “Hay otra frase de Es un monstruo que dice: ‘Hacerte cargo de lo que deseás es tener la convicción de no estar muerto en vida’ y eso también lo pregonamos los Rusos”, dice Julián con orgullo y satisfacción. “Estoy muy agradecido de haber encontrado un camino, de hacer lo que tengo ganas. Uno no sabe cuánto va a durar, y tampoco lo hace para conseguir la Copa del Mundo. Esto es lo que soy y esto lo que hay, no tengo más nada que mostrar.”

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