“Quiero hacer películas realmente buenas, pero cuesta bastante convencer a la gente de que también las podemos hacer”, dice Andreas Climent, el cineasta sueco de 29 años que dirigió Origin, suerte de X-Men indie que tuvo premiere mundial en Fantaspoa y fue una de sus sensaciones. “Es muy difícil navegar en la escena, pero aquí estamos”, agrega Dominik Hartl, austríaco treintañero que ganó el Premio del Público y otro a Mejores Efectos Especiales con Attack of the Lederhosenzombies. En sus patrias, la tradición por el cine fantaterrorífico es dispar.

Después de la avanzada del nuevo extremismo francés (con Xavier Gens, Pascual Laugier y Alexandre Aja a la cabeza) y del pase a las grandes ligas de los españoles (Alex de la Iglesia, Santiago Segura, Jaume Balagueró, etcétera), Suecia y Austria se divisan como los países que tomarán la posta joven del nuevo cine de género europeo, sumándoles a Climent y Hartl el film Criatura de la noche y el cine de Severin Fiala y Veronika Franz.

La edición 2016 de Fantaspoa, en Porto Alegre, fue epicentro de este nuevo síntoma. Y además de las más de 100 películas de 27 países, regaló visitantes pop como Antonio Mayans, actor fetiche de Jess Franco, el director italiano Luigi Cozzi y el australiano Brian Trenchard-Smith, cineasta favorito de Quentin Tarantino y nombre detrás de Los Bicivoladores.

“Esta edición fue una locura, la mejor de todas”, dijo Joao Pedro Fleck, responsable de Fantaspoa desde hace doce años. Sobre el final del festival, anunció que producirá una película en Argentina: Odradek, co-producción entre Brasil, Estados Unidos y Argentina, con protagónico de Juan Palomino, Lautaro Delgado y la norteamericana Kristina Klebe (Halloween), y dirección del paulista Guilherme De Almeida Prado. Joao Pedro repetirá experiencia criolla tras haber colaborado con Kryptonita, Toda la noche y Jorge y Alberto contra los demonios neoliberales.

Fantaspoa suele ser un radar sobre qué sucede en las nuevas cinematografías fantásticas. Por supuesto, hubo presencia argentina con Grasa, La sangre del gallo y El eslabón podrido. Y, naturalmente, tuvo un tendal de invitados internacionales. Muchos de los más de 50, debutantes absolutos. “Empezar como director nunca es fácil y menos si quieres hacer cine de género. En Suecia los que ponen el dinero tienen un poquito de miedo si les hablas de género, porque creen que estás hablando de hacer una película con menor calidad”, comenta Climent. “En Austria está realmente prosperando en este momento. Good Night Mommy, por ejemplo, fue un gran éxito, especialmente en el extranjero. y hay un montón de otras películas de diversos realizadores. Creo que se está generando una conciencia entre los productores y los financistas: las películas de género austríacas tienen un enorme potencial para atraer al público”, sugiere Hartl.

“Origin trata de mutaciones en el ADN humano y lo que pasaría si pudiéramos mejorar nuestros sentidos”, comenta el sueco. “Soy muy fan de X-Men y de Wolverine en particular. No diré que estamos al mismo nivel, porque Origin es una película más pequeña y más realista, pero hay ideas y conceptos en común.” Su película fue invitada a participar en festivales del palo y él sueña dirigir alguna de las versiones mainstream de los mutantes de Marvel.

Por su parte, Attack of the Lederhosenzombies le dio a Hartl un ticket de ingreso a las discusiones de los nombres a agendar. Para capitalizar ese cambio, se mudó a Brooklyn, Nueva York. “Llevo poco tiempo en Estados Unidos pero mi impresión es que la escena indie norteamericana es más grande que la austríaca”, señala. Mientras tanto, trabaja en un guión que será una mezcla entre Scream y Spring Breakers, que espera filmar en 2017, y en una película de supervivencia filmada en los Alpes austríacos. Así las cosas, con los prometedores Climent y Hartl a la cabeza y el Fantaspoa imantando lo nuevo, Suecia y Austria se yerguen como la renovación del cine fantástico europeo.