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Jueves, 9 de junio de 2016

MARISOL MéNDEZ, EL CAMBIO Y (QUE) MUDA

La vida contemporánea

Con este quinteto de historias, la dramaturga debutante indaga en el cambio como motor de la vida y en el falso movimiento del capitalismo.

 Por Brian Majlin

A mediados del siglo XIX, tras la publicación de Il Gatopardo, una novela italiana de poca relevancia inicial, se acuñó el término gatopardismo para señalar –en política, en economía, en el devenir social– aquello que se produce como un cimbronazo superficial pero que no modifica la sustancia. Un cambio aparente que no produce cambio real. En (QUE) MUDA, escrita y actuada por Marisol Méndez junto al aporte musical en vivo de Pedro Fiorotto, hay cinco historias sobre transformaciones. Sobre mudanzas, fronteras hacia afuera y fronteras hacia adentro. ¿Cambios reales o aparentes?

La personal de Méndez, que viajó a Tucumán para ser actriz y debuta en la dramaturgia con esta pieza, se une a otras cuatro historias de cambio, a través de recursos que van de la proyección a los títeres. Una brasilera que viaja por estudio, un indio que viaja por profesión, un hombre que lo hace por amor y una niña amante del fútbol que, con los años, muda de cuerpo: cambia de sexo.

La obra abarca demasiado y une las experiencias recogidas primero en una convocatoria por mail y luego trabajadas en entrevistas con los protagonistas. Es vertiginosa, y hubo dramaturgas que no querían abarcarla, por eso acabó escribiéndola Marisol, que nunca lo había hecho (Ana Sánchez supervisó el trabajo). El objetivo de narrar cada historia, dice Méndez, es que se abra la mente, la posibilidad en cada uno de elegir quién quiere ser en relación al cuerpo, lo cultural o el modo de vida. “Siempre uno puede irse, pero es difícil decidir irse a otro lugar: el cambio es movimiento y el movimiento es vida.”

¿Y el teatro qué rol juega en ese movimiento?

–El teatro da la posibilidad de cambiar, de entrar a un reflejo distorsionado de la realidad, que expande la concepción que uno tiene sobre sí y sobre el mundo, permite una evolución. Puede ser una herramienta, un juego, lo contrario al agua estancada.

¿Esta necesidad de cambio es generacional?

–Es inherente al ser humano, que siempre está buscando estar mejor. Desde la prehistoria: eran nómades, se asentaron, evolucionaron.

Y hoy vuelven a ser nómades...

–Sí, hay algo de lo contemporáneo muy complejo y hasta riesgoso para la salud, que es el aburrimiento fácil y constante. Todo el tiempo necesito cambiar de casa, de novio, de trabajo. Pero el exceso de estímulo se torna riesgoso, provoca insatisfacción, ansiedad. La vida contemporánea te lleva a ese lugar de vértigo, al palo, de 300 trabajos y cosas. Hay que buscar la paz, porque el capitalismo te lleva a tener que cambiar, es una rueda que en vez de promover movimiento necesario se convierte en movimiento por el movimiento. Estamos todo el tiempo moviéndonos, nos cuesta permanecer, por eso está de moda la meditación: pagar para sentarte y no hacer nada.

* Sábados 11, 18 y 25/6 en El Excéntrico, Lerma 420. A las 22.

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