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Jueves, 9 de junio de 2016

EL MARGINAL, POR LA TV PúBLICA

Margentina

Frenética y llena de hijos de puta bien diseñados, requisa el bajofondo séptico de las cárceles con más de show que de documento o denuncia.

 Por Javier Aguirre

Son unos hijos de puta. Del primero al último: carceleros, presos, autoridades, todos hijos de puta. Perdón, no es con sus madres, ni con las putas, pero se sabe que el español carece de una expresión mejor para definir a quien nuclea condiciones de sorete, garca, abusador, violento, comercializador de culos ajenos, etcétera. Sorprende que en el universo de El marginal, la flamante serie carcelaria de Sebastián Ortega y Adrián Caetano (TV Pública, jueves a las 22.30), la hijoputez flagrante parezca característica excluyente de todos los personajes.

Hasta se puede dudar del héroe, Pastor (Juan Minujín), cuyo pasado aún no es conocido del todo, pero tampoco viene con CV de tipazo: estaba preso en la Patagonia, tiene aguante para sangrar y hacer sangrar en cada gresca, accede a la jugada turbia del juez Lunati (¿qué cobrás, Lunati?) y... fue policía. La excepción es la víctima, la hija del juez, que está secuestrada y funciona como disparador para que su padre, en una operación clandestina, infiltre al héroe en la cárcel para averiguar su paradero.

Tantos hijos de puta juntos ponen en guardia, y El marginal presenta un universo con reglas caníbales: causas armadas dentro de otras causas armadas, trampas de las autoridades para burlar a otras autoridades, castas de presos que engrampan a otras castas de presos. Tiene una tensión creciente y un ritmo feroz, potenciado por la ausencia de cortes y el pegoteado fondo cumbiero (la cortina original es un rap-ggaetón desesperado de Sara Hebe).

Y a diferencia del hit tumbero internacional del momento del rubro series, Orange is the New Black, en El marginal no hay medias sonrisas ni anaranjados colores chillones: sus chispazos de humor son negros, más para liberar tensiones en momentos de violencia que para abrochar empatías, y su paleta cromática es sepia sucio, marrón cemento y gris pozo, como de humedad enriquecida por aportes de fluidos humanos.

Con una curiosa falta de presos sub-30, El marginal es heredera de aquella búsqueda de marginalidad sórdida que resulta una musa casi cíclica en la TV local –Tumberos (2002), El puntero (2011)–. Pero una heredera relajada, que mete simpáticos personajes temibles, sabiamente diseñados, como el preso desdentado Diosito (Nicolás Furtado recuerda al Loco Abreu) o el recluso enjuto Pedro (Brian Buley recuerda al enano Lannister de Game of Thrones) que resultan guiños felices, como para subrayar que esto es simplemente una serie frenética, sofocante y que no pretende documentar nada.

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