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Jueves, 14 de julio de 2016

AUTOSTOP #1: EL TRINCHE CARLOVICH

Yo no lo vich

Del modesto Central Córdoba al combinado rosarino que humilló a la Selección, el 5 se volvió mito, leyenda y mural cuando nada era viral.

 Por Juan Ignacio Provéndola

Desde Rosario

Rosario es conocida por su pasión futbolera, tensada en la polaridad Newell’s-Central, sus historias y leyendas. Aunque ninguna sea tan sincera ni cautivante como la del Trinche Carlovich, escrita al oeste de la ciudad, en el barrio Tablada, al otro extremo de la coqueta costanera sobre el Paraná.

Sucedió en los ‘60 y ‘70: mientras los dos grandes partían Rosario con sus primeros títulos, el modesto Central Córdoba terciaba desde la Primera B ganándose simpatías unánimes gracias al tipo al que iban a ver al estadio Gabino Sosa desde Marcelo Bielsa hasta Ante Garmaz.

Más que verlo, al Trinche se lo disfrutaba. El mito alude a un elegante volante central que orquestaba al equipo sacándole música a la pelota. Su repertorio incluía gambetas, sombreros, tacos y hasta patentes propias, como pases con la espalda o los caños dobles, su marca registrada.

“¿Te enteraste lo que hizo el Trinche?”, se preguntaba los lunes en los bares. El relato oral aumentó su popularidad y alimentó su fábula, ya que misteriosamente no quedó ni un video que testimonie su magia. Ni siquiera el del partido en que Carlovich (el único de los 11 que no jugaba en Newell’s ni en Central) lideró a un combinado rosarino que humilló a la Selección Argentina en su preparación para el Mundial de Alemania ‘74. Al otro día, con letras catástrofe, el diario La Capital tituló en portada: “¡QUÉ BAILE, COMPAÑEROS!”.

Los que lo vieron sostienen que en el fútbol de hoy el Trinche sería una estrella mundial. En su tiempo, sin embargo, no tuvo éxito en las pocas experiencias de elite (Colón, Central, un pase frustrado al Milan). Esto siempre alentó rumores acerca de este antihéroe. Algunos muy pintorescos, como el que lo describe como un fanático de la pesca capaz de faltar a un partido si esa tarde el río convidaba buen pique.

“Siempre fui muy solitario. Por eso nadie puede decir nada de mi vida, nadie la conoció. Eso sí: me gustaban las mujeres. Tenía las manos más traviesas que la zurda”, dice Carlovich, pícaro. Pero le simpatiza que hablen de él. “Sobre todo los giles”, lastima al ángulo.

Hoy, rozando los 70, el Trinche no se arrepiente de nada. “Lo único que quise fue jugar al fútbol y, en lo posible, no alejarme mucho de mi barrio”, dice quien brindó casi toda su vida a Central Córdoba, club que ahora lo eternizó con un mural en el estadio. Para que los pibes apurados por llegar a casa y prender la Play no olviden a quien nunca vieron.

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