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Jueves, 13 de abril de 2006

LA BANDA QUE NUNCA VAS A ESCUCHAR

Hoy: Paul Pulitzer, de Barracas *

 Por Javier Aguirre

Hay veces en las que el periodista no debe escuchar lo que dice su entrevistado sino simplemente observarlo antropológicamente. Esas veces, para conocer a fondo a un artista, vale más reparar en cómo revuelve el azúcar del café que en molestarse en escuchar su discografía completa, en apelar al tedio de analizar sus canciones o quemarse la cabeza ubicando su obra en un contexto histórico.

Paul Pulitzer –un personalísimo cantautor– es un muchacho flaco y desprolijo, que lleva cierta suciedad bajo sus uñas, y que, justamente, revuelve el café con la dedicación propia de un artista ante el desafío de la creación.

A los ojos del periodismo de rock clásico, Pulitzer sería un personaje fantástico; porque es muy locuaz y tiene mucho para contar: que hackeó la cuenta de hotmail de Bono y le robó la lista de contactos... Que se enfiestó en un cabaret de Barrio Norte con Mick Jagger, Keith Richards y unas conocidas trillizas de la televisión... Que profesa, junto a Charly García, una religión de origen antártico que los obliga a sacrificar corderos todos los jueves... Que vivió dos meses bajo la cama de Maradona...

Pero no me interesa ahondar en ello sino captar al verdadero Pulitzer; aquel que cautiva a los parroquianos de los pubs de Barracas con su estampa de poeta crítico de la higiene personal. En un alto en la entrevista, accedí a acompañarlo al quiosco para conocer al personaje en su salsa, en su vida cotidiana, en su intimidad. Guarda las monedas en el bolsillo del jean, compra cigarrillos sueltos, saluda al quiosquero con un “taluego” cálido. Volvemos. Mientras habla –cuenta cómo tradujo la obra de Bob Dylan al idioma mapuche con ayuda de Manu Chao; cómo planea atentar contra la vida del Presidente, y cosas así– yo trato de no escuchar, pero lo observo de cerca. Advierto que tiene falseado el cierre de la campera. Noto que lleva restos de lagaña en un ojo. Percibo que usa muchos adjetivos al hablar. Reconozco que su timbre de voz recuerda al de la Brujita Verón recién levantado. Descubro que es mezquino a la hora de dejarle propina al mozo. Hemos roto una barrera de intimidad, a la cual el periodismo de rock nunca antes había llegado.

Cualquier parecido con la realidad, es fruto de un complot orquestado por el FBI, el FMI y las FM.

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