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Jueves, 5 de enero de 2006

AGUAS (RE) FUERTES

Patricio y Maldad

 Por F. D. G.

La primera y única vez que vi morir a alguien de manera violenta fue hace dos años. Me acuerdo como si fuera ayer. El Parque Saavedra, un mes de primavera, los árboles, una piba preciosa corriendo y gritando, un pibe tendido en el pasto, retorciéndose. Todavía me levanto sofocado algunas noches y lo veo a Patricio Sanbianchi luchando por respirar; 23 años, en cuero, el pelo medio revuelto, el pecho lampiño y un puntito oscuro debajo de la tetilla izquierda. Un tiro. Uno cree que estas cosas les pasan a los que andan en autos alemanes, a los que usan zapatillas de 100 dólares, a los que viven en barrios privados. Uno cree. Pero a veces deja de creer.

Patricio Sanbianchi era casi tan pobre como el puto de Maldad, guacho zarpado y trasnochado, bien ganado tenía el apodo. Esa tarde salió del barrio Melo, en Florida, montado en su bici, llevaba una pistola 22 en la cintura, cruzó la General Paz por el puente peatonal de la calle Manso y llegó hasta el Parque Saavedra. Atardecía. Patricio y su novia Rocío estaban en el sector donde el pasto crece en desniveles, entre los árboles, muy cerca de las rejas del Parque Sarmiento, el ciclomotor tirado en el pasto como ellos, no paraban de besarse. Imprevistamente, se les apareció Maldad, la mano en la cintura. Dame la moto, rápido. Puro reflejo, Patricio se paró, se resistió. Quizá asustado, quizá de bronca porque Rocío era preciosa, quizá de puro reflejo, Maldad disparó. Se me quiso hacer el héroe y le di un tiro, habrá dicho a los suyos. Le partió el corazón.

Patricio llegó vivo al Pirovano, los médicos no pudieron hacer nada. Maldad dejó su bici, no se llevó el ciclomotor, salió corriendo por donde había venido. Cuando pasé por ahí unos pibes que antes jugaban a la pelota ahora pedían ayuda, Rocío le tenía la cabeza a Patricio, que no perdía ni una gota de sangre ni emitía sonido, sus ojos miraban al cielo, se retorcía, boqueaba, quería respirar, no podía. El peor dolor es mudo. A los 15 minutos llegó la ambulancia. A los 16, los ratis, que estaban en un control vehicular ahí nomás, a 200 metros. Una semana después, guiados por la Fiscalía de Saavedra, policías de Asuntos Internos de la Federal detuvieron a Maldad en su casa del barrio Melo. El infeliz se había teñido el pelo. Dijo que era inocente. Tenía la 22 escondida en un armario. Fue hace dos años. Los dos pobres: uno muerto, el otro preso. Los dos en la tumba.

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