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Jueves, 9 de marzo de 2006

AGUAS (RE) FUERTES

Final y feliz

 Por Javier Aguirre

Así –según contó después, llorosa– lo vivió ella: sin mirar ni dejar de caminar, palpó instintivamente su cintura; con el mismo gesto mecánico y vital del cardíaco que palpa su propio marcapasos, del recién operado que palpa su cicatriz blanda, del turista que en el aeropuerto palpa su pasaje transoceánico, del punga que cuando termina la huida palpa el volumen del botín, del caballero Jedi que palpa su sable láser antes de enfrentar a un Sith, del guitarrista novato que antes de salir al escenario palpa su púa minúscula y empequeñecida. Chelo no estaba. Su manito penetró con fuerza y a las apuradas, como violándolos, todos los bolsillos (camperita de gimnasia, jean, mochila) en los que Chelo nunca estuvo ni tendría por qué estar; aunque como esta vez era una emergencia, todo valía. “No podía ser tan pelotuda como para perderlo”, contaba después, ya riéndose, pero todavía mordiéndose los labios ante el recuerdo del horror. Chelo es un nombre adoptivo que deriva de “celu”, su apuesto GSM con MMS –¡chau CDMA del orto, hasta nunca!–, cabeza suave, tersa y redondeada; display de cristal líquido y azulado resplandor, camarita, botoncitos hipersensibles, agenda con toooooooodos los datos y una memory stick gruesa, potente y venosa. Y aunque Chelo no tenía señal en la casa del Tigre, ella ya no recordaba cómo era vivir sin él (del mismo modo que los aborígenes americanos, dos generaciones después de que los europeos trajeran los caballos a América, ya no recordaban cómo era vivir de a pie y sin el indispensable registro de conductor de equinos). Después de horas de penosas búsquedas, llantos de rabia y absoluta incapacidad de llamar ni ser llamada, el guachito apareció, al lado de la mesa de luz, mejor no preguntar. Ella –feliz, tan feliz– lo agarró, lo sobó, lo limpió y evaluó en la oferta de su agenda, con veloces movimientos dactilares, a quién de sus amigos llamar. Pero pronto se dio cuenta de que, la verdad, con el único con quien quería hablar en ese momento era con Chelo.

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