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Jueves, 29 de junio de 2006

AGUAS (RE) FUERTES

Trash

Uan, chu, tri, for se escuchó apenas entramos a la disco Whisky A Go Go de Los Angeles en el “corner” del Sunset Boulevard y N. Clark Street. Un puñado de cincuenta espectadores asistían al recital trash-metal “en cadena” que sucedía en la mítica sede donde tocaron desde Jim Morrison hasta los Babasónicos. Habían pasado unas siete bandas bien del palo. Había olor a gueto. A comunión de unos pocos, a momento iniciático. Y el tipo de la puerta nos dejó pasar más que nada por la cara de argentinos. Era tarde, y la cosa parecía casi terminada ese domingo a la noche. Mientras Hollywood caía en la letanía (los domingos a la noche son casi iguales en todo el mundo), el periodista Javier Andrade, asentado allí desde hace buen tiempo, oficiaba de guía de lujo en una recorrida nocturna que iba a deparar una sorpresa. Sobre el escenario tocaban (si mi memoria no falla) los Dekonstructions, cuatro o cinco pretendientes de Rata Blanca del primer mundo, prototipos de un trash infranqueable, del que “no se vende”, del que “no transa”, que movían los pelos a todo lo que da, que sacudían en el corazón del mundo del espectáculo una clase de efervescencia rockera que parecería perimida, y que no daban respiro a “su” público, sacudiéndose en eternos mosh, pogos de domingo que le dicen. La imagen no se correspondía con el contexto (el Hollywood de los autos lujosos, de las limos, de las casas millonarias). Adentro el ruido ensordecedor, afuera la limpieza de veredas anchas por momentos también ensordecedora. Pero todo se hizo verdaderamente sorprendente cuando el cantante (una especie de frontman de Megadeth) pidió que tres de sus espectadores subieran al escenario, y explicó en un inglés poco entendible por la distorsión del micrófono que se venía el “concurso” del mejor movedor de pelos al viento del público. Subieron cuatro concursantes, y mientras los Dekonstructions tocaban una y otra vez la misma combinación de acordes trasheros, sobre tablas aparecían por turno los contrincantes moviendo sus cabezas, estirando los músculos de su cuello a más no poder. Revoleando la bronca de tener demasiado, podría presumirse prejuiciosamente. Terminada la contienda, se procedió a la votación: los presentes aplaudieron a una mujer de tez trigueña (probablemente mexicana) que se quedó con la victoria, y el premio fue “revolear” durante el tema siguiente de los Dekonstructions a tiempo completo. Apenas salimos, Javier me dijo: “El día que tu hija te pida ir al show de los Dekonstructions a estadio completo en Buenos Aires, vos le vas a poder decir ‘yo los vi nacer’”. Y sí, le dije. Este mundo está organizado así.

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