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Jueves, 5 de octubre de 2006

AGUAS (RE) FUERTES

El guardián

 Por Mariano Blejman

De un lado, la plebe aturdida de rocanrol; del otro, el inalcanzable mundo del VIP. En el medio, él. Morocho y petacón, simpático y encargado de una orden que no termina de comprender. El, guardián de seguridad del ingreso al mundo de estas very importantes personas, que inundaron cada noche outdoor del inconmensurable Pepsi Music. El, dispuesto a dar la vida por mantener ese mundo de hombres más o menos poderosos, más o menos vistosos, más o menos glamorosos, más o menos, en fin, deseosos de pelearse cuerpo a cuerpo por una empanada o una bandeja de sushi, o un salamín, o un helado, o una cámara de televisión. El, encargado de cuidar que el VIP no se llene de extraños, sobre todo a la hora en que llegan los verdaderos, los que vienen a ver el show principal y se quedan en el corralito, los Telerman, los Macri, los Acasuso, los Chela, los Florencia de la Ve, incapaces de convidarle una empanada chorreante. El, quien no se deja inmutar ante el apriete de los que pretenden dar el salto; de los que luchan contra el pancho a tres pesos, contra el agua a cuatro, contra la hamburguesa a seis, los de afuera, que darían algo por sentirse eso que los otros son, eso que sólo él puede permitir que sean. El, que decide quién entra y quién no a la zona más exclusiva, entre los miles de asistentes diarios, fiel observador de las cintitas de colores, vendedoras de llaves para ingresar a un mundo ilusorio. El, que cuida algo que no existe más allá de esas cuatro rejas, que recibe con una sonrisa al conocido, y desconfía del embaucador, del que viene con una excusa en vez de usar el precinto preciso. Pero él está en el medio: no es ni uno, ni lo otro. Ni es del mundo VIP, ni puede visitarlo. Pero tampoco es parte del afuera. Está en un limbo de poder. No hace tiempo a buscar una empanada porque se le cuelan unos cuantos, pero es incapaz de portarse mal. El, que cuida un lugar que no es suyo, que defiende incondicionalmente a unos dueños que no lo dejan moverse, y que serían incapaces de defenderlo a él, pero capaces de sacarlo de ahí cuando se les ocurra. A él, justamente, lo corrieron del acceso VIP el último día. Quedó en un control por donde nunca pasaba nadie. Inútil como guardia que no hace guardia. “Mejor. Acá estoy más tranqui”, dijo, mientras alguien le convidaba una empanada a él.

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