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Jueves, 30 de agosto de 2012

SABLES DE (AñOS) LUZ

Contagio

 Por Eduardo Fabregat

Y entonces los dos soles se hunden en el horizonte, y suena la fanfarria de cierre y corren los títulos, y los tres críos –edades: 8, 6 y año y medio– saltan y abren sus sables de luz y adoptan posiciones jedi y la batalla comienza otra vez.

Y uno, grandulón, cuarentón, pero pendejo en el corazón, estúpidamente orgulloso, sonríe. Y se prende.

La saga de George Lucas, ese tipo a veces tan discutible, sobrevive y sobrevivirá a través de las años por culpa del gen nerdo que nos anima a volver sobre ese universo una y otra vez, pisando nuestras propias huellas, contagiando a la descendencia, comprobando que, con toda su ñoñera, Lucas sintonizó con la fantasía de una, dos, tres generaciones, y seguiremos contando.

Pueden definirse varias razones que explican la vigencia de Star Wars, cosas que sintonizan con las definiciones más clásicas de la aventura como género. Pero ante todo está el disfrute: jovatos y niños realimentan una y otra vez el mundo de jedis y señores Sith, del Imperio y los rebeldes, por el mero placer de jugar, de ser otros, de explicar este y otros mundos a través de la más irracional y feliz impostura. La que nos lleva a tratar de atraer cada tanto el control remoto por medio de la Fuerza, sólo por joder nomás. La que nos convence de que el papa Benedicto es Palpatine y nos lleva a hacer la vista gorda ante los problemitas de continuidad entre las dos trilogías. La que nos convierte no en fanáticos sino en convencidos de que hay juegos que nunca se agotan y frases que, aun en su inocencia, nos siguen pareciendo dignas (“Que la fuerza te acompañe”, tal y como titula su libro Soifer) o capaces de encerrar todo un universo, atomizarlo y volverlo a armar: ese glorioso momento en que los tres críos contienen el aliento, absortos, y Darth Vader dice las palabras fatídicas “YO soy tu padre”, y ellos largan el “uuuuuhhhhhh!” de rigor y todo, pero todo, vuelve a estar en sus exactas coordenadas de tiempo y lugar.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana.

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