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Domingo, 2 de noviembre de 2014

FAN › UNA ARTISTA ELIGE SU OBRA PREFERIDA: LIHUEL GONZáLEZ Y RED ROOM (PARENTS), DE LOUISE BOURGEOIS.

ESTUDIO EN ESCARLATA

 Por Lihuel González

Sólo conocía las obras de Louise Bourgeois a través de fotografías hasta que vi su muestra en Fundación Proa. Todas sus obras me impactaron, pero hubo una en particular que me sedujo y retuvo: Red Room (Parents).

Entré a la sala en penumbras y observé con inquietud la barrera circular de madera que se desplegaba delante de mí. Estaba sola, en silencio. Me acerqué lentamente y me di cuenta de que se trataba de varias puertas entrelazadas. Rodeé la instalación tocando la superficie de las puertas y espiando por las rendijas empecé a reconstruir el cuarto a través de los fragmentos. Me sentí una voyeur obsesionada con una escena ajena que no tardaría mucho en hacer propia. Seguí rodeando la obra hasta encontrar un pasaje estrecho entre dos puertas. Desde ahí, a través de un espejo ovalado, pude observar un poco más la escena en el interior del cuarto, aunque parte de él seguía vedado.

Descubrí en el centro una cama matrimonial de color bermellón. Su superficie era un tablón de madera, duro e incómodo. Sobre ella un tren de juguete y una caja bastante extraña que podría haber sido de un instrumento musical. En la cabecera, entre dos almohadones escarlata, una almohadilla color blanco con la inscripción “Je t’aime” bordada en hilo rojo.

Seguí observando, reconstruyendo poco a poco el espacio. Descubrí entonces unas estructuras blandas que relacioné con algo orgánico, algo que transmuta o se deshace. Una de ellas colgaba encima de la cama; era un objeto color rubí, resinoso, en parte transparente y tuve la sensación de que se trataba de algo que en algún momento fue blando y que con el correr del tiempo se fosilizó. En ese momento pensé en un gran coágulo de sangre, algo viejo y doloroso suspendido sobre la cama de los padres. Bajé la mirada y a los costados de la cama, sobre dos mesas casi idénticas, encontré dos esculturas cubiertas por un velo endurecido que semejaban dos portarretratos. Inmediatamente pensé en dos cuerpos inertes, en la escena de un crimen.

Tuve una sensación de violencia. Pensé en todo lo que se escondía detrás de la escena, en las huellas que podía ir leyendo. Comencé a hilar las partes, sentí que había algo esencial escondido que parecía siempre a punto de revelarse. El cuarto estaba cargado de una presencia que me transportó a otro tiempo. Supongo que por un momento me vi escarbando viejos recuerdos. Todo gira alrededor de lo oculto, velo sobre velo de algo que se escapa y que finalmente no podemos ver.

De una forma sutil y densa a la vez, la obra de Bourgeois convoca imágenes propias, perturbadoras, imágenes de lo que quizás nunca estuvo pensado para una mirada infantil.

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