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Domingo, 22 de enero de 2012

FAN › UN ARTISTA PLáSTICO ELIGE SU OBRA FAVORITA: ESTEBAN ALVAREZ Y EL AEROMODELLER DE PANAMARENKO

Maquina para enamorar

 Por Esteban Alvarez

Hace aproximadamente diez años, el entonces Presidente de la República iniciaba un viaje en su helicóptero con rumbo desconocido, directamente desde su lugar de trabajo. Pocos meses antes de eso, un par de aviones volando bajo encontraban el fin de su recorrido en dos edificios dorados. Estos son dos de los recuerdos que me dejan creer que la década anterior estuvo marcada por una aeronáutica errante y traumática.

Creo que de ser fan de una obra, sería del Aeromodeller. Su autor, Panamarenko, fascinado por la metodología, las leyes y la poesía de la aviación, desde mediados de los ’60 viene leonardeando sus ideas camino a construir su propia nave. La gran idea en 1969 finalmente toma la forma de un dirigible. El globo que conforma la nave fue construido con cientos de placas de plástico pegadas a lo guapo, y transporta un habitáculo de mimbre, tan grande como una casa rodante que cuelga a la sombra de su cuerpo inflado.

Aeromodeller es un globo dirigible que produce su propia energía, por lo que podría viajar sin detenerse, casi una síntesis gigante de la utopía del autoabastecimiento. Como diría el escritor francés Michel Carrouges sobre las máquinas de Jarry, Roussel y Duchamp, son machines célibataires (máquinas solteras), o “imágenes fantásticas que transforman el amor en una mecánica de la muerte”. Panamarenko toma la posta y construye su máquina, que intenta hacer despegar con el globo lleno de gas de hidrógeno por primera vez en 1971, cerca del pequeño poblado Balen-Nethe, en Bélgica. Las autoridades municipales, en medio del desparramo minujinesco, no le permiten levantar vuelo con el aparato, y es una suerte porque según parece no hubiera llegado muy lejos en esa forma. Entonces, el proceso de inflado del monstruo volador fue interrumpido por el mismo artista quien, en un acto simbólico, con unas tijeras cortó una gran lágrima en el cuerpo del dirigible, que mansamente se desinfló mientras los asistentes cambiaban su plan aéreo por un día de picnic en el campo. Luego del primer intento de vuelo, el Aeromodeller se volvió a mostrar en la exposición Documenta de Kassel en 1972 pero, esta vez, lleno de aire y como una obra de arte. A partir de ahí se mostró siempre como una obra de arte, estacionado y lleno de aire.

La obra me pareció genial desde que la vi por primera vez en una gran muestra retrospectiva en la galería Hayward, en Londres, en el año 2000. Al recorrerla pude imaginar al artista revolviendo con una varita mágica en una galera donde incestuosamente se mezclaban el arte y la tecnología con el pensamiento cartesiano tomado para la joda y un trabajo desmedido enfocado en cómo conseguir chicas, porque el dirigible tenía un objetivo muy claro: Panamarenko inició este proyecto en 1969 con el fin de impresionar desde el aire a Brigitte Bardot tomando sol, con lo que luego el artista aterrizaría sobre su jardín y le ofrecería a la actriz la oportunidad de escapar con él en el Aeromodeller, en su sólido y frágil canasto construido especialmente para los dos pasajeros elegidos.

Esta historia es la de la obra, que refleja el ciego deseo del artista por acercarse a quien más quiere haciendo el camino más largo y el menos seguro. Y al llegar a este punto, no sé bien si soy fan del Aeromodeller como objeto o me seduce más pensar en la fuerza transformadora del deseo totalmente fuera de control. En las cosas que pasan de cualquier forma, porque tienen que pasar, porque alguien realmente las quiere y en la necesidad irremediable de sortear con altura un aparente obstáculo delante de un amor imposible.

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