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Domingo, 24 de febrero de 2013

FAN › TAMARA STUBY Y CAMINABA PERSUADIDO... DE LUIS CAMNITZER

La razón suspendida

 Por Tamara Stuby

Si bien tratándose de obras no puedo pensar en jerarquías ni tengo favoritas, he elegido una. No se pueden dar dos pasos sin entrar en contradicciones.

El título en castellano sería algo así como Caminaba persuadido de que las líneas convergían en el infinito. Encontraron su cuerpo trabado entre dos árboles distantes.

Esta obra de Luis Camnitzer me habla de la relación precaria entre la cognición y la percepción, donde nosotros solemos ser nuestros peores enemigos. Simple. Y no. Es una lección y un cuestionamiento a la vez, una advertencia y una confirmación: creer sólo en las apariencias es tan peligroso como estar convencidos de algo al punto de desestimar lo que vemos. Es un himno al espejismo tanto como una diatriba contra las sirenas.

Me acuerdo claramente de la primera impresión que me dejó: ¡Hay tan poco margen de error! ¡Y aún menos tiempo! Entre donde estoy yo y donde están los árboles hay que decidir: creer o dudar. Virar hacia un lado, seguir adelante o retroceder. La inercia será igual a la muerte, pero cualquier movimiento está plagado de peligro. A cada paso, es preciso mirar mejor, pensar un poco más. Para poder avanzar, por algo hay que dejarse convencer; elegimos confiar en la ciencia, la religión, la psicología, los astros, la política, la filosofía o los diarios. Todos buscamos aliviar el terrible peso de interpretar el mundo. Nos invitan, de a poquito y cada uno a su manera, a hacer la plancha, a ceder frente a la frustración y sobre todo nos invitan a la desesperación. Susurran: dejá de intentar desatar ese nudo.

El arte no propone allanarte el camino, sino lo opuesto. Lo lindo de una obra como Caminaba persuadido... es que puede sostener una incógnita abierta indefinidamente, y ese estado, la razón suspendida entre la vigilia y la somnolencia, es algo muy precioso.

Algunos detalles coyunturales de la obra en cuestión incluyen que la imagen se originó en la cama de un escaner en lugar de en las entrañas de un instrumento fotográfico (de ahí el fondo tan profundo) y que la terminación se logró a través del fotograbado y no otra forma de impresión. Son datos que van ganando en curiosidad y perdiendo peso con el paso de los años, pero siguen delatando el proceso que dio lugar a la obra. La inclusión del texto como parte de la imagen es otra característica esencial para mí. La pulseada entre la percepción y la cognición se refleja de forma excepcional en la tensión que se produce entre texto e imagen. Hasta qué punto uno puede incidir en el otro es una cuestión abierta. ¿Cuál engaña más? ¿Cuál es más capaz de inspirar una fe ciega?

Somos máquinas sensoriales y cognitivas cuyo funcionamiento eficaz requiere de lograr algún balance entre estos dos atributos básicos. Nos tropezamos con esperanzas falsas, decepciones, ilusiones de grandeza o de pequeñez, mentiras tragadas y esperas sin fin. Y somos la especie más desarrollada. Por eso el proceso de búsqueda me resulta tan atractivo, el camino en vez del destino.

Esta hoja, esta obra, vive conmigo. No está colgada, pero sí enmarcada; ya sobrevivió varias mudanzas y reducciones de carga. Fue un regalo, y creo que, de alguna forma, todas las mejores obras lo son. Las que te dejan algo, que persisten, que te acompañan vayas adonde vayas, que van cambiando con el paso del tiempo, que te pueden prometer (sin fanfarronear) que no morirán jamás.


Luis Camnitzer nació el 6 de noviembre de 1937 en Lübeck, Alemania. De raíces judías y ciudadanía uruguaya, Camnitzer se ha convertido en un referente del conceptualismo latinoamericano y se ha destacado como pedagogo, educador y teórico del arte. Sus padres huyeron de la Alemania nazi en 1939 para refugiarse en Montevideo, Uruguay, donde Luis pasó su infancia y cursó sus estudios. Recibió la Beca Guggenheim en 1961 (la cual destinó a estudiar grabado) y en 1982. Los temas sobre los que su obra reflexiona suelen ser el lenguaje, la identidad, la libertad, la política y la posición del arte y del artista. “Si el arte es estereotipado, automáticamente deja de ser arte. El arte es arte en la medida en que revela cosas que no se saben antes de la obra. Una vez que se estereotipa, deja de tener un interés artístico. Se puede convertir en un producto comercial, de éxito, pero eso no tiene nada que ver con arte”: ésta es una de las tantas declaraciones del artista que demuestran su interés en pensar el arte como instrumento educativo, como aprendizaje y forma de conocimiento, emparentando la función del arte con la de la pedagogía. Camnitzer ha fundado numerosas instituciones de carácter apócrifo, como una vía para indagar las prácticas artísticas y la distribución del poder en la sociedad con altas dosis de humor (y mal humor que, según el artista, es su mayor fuente de inspiración). En ellas suele autoproclamarse como presidente, posible presidente o asesor espiritual. Iglesia Ecuménica del Cinismo Etico, El Club de los Autoproclamados, Sociedad de Sociópatas Inhibidos, Misántropos Anónimos, Comité Internacional para la Nacionalización de Gobiernos y Profetas sin Fronteras son algunas de sus instituciones. Camnitzer es professor emeritus de la State University of New York. Reside en Estados Unidos desde 1964.

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