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Domingo, 15 de septiembre de 2013

FAN › UN DRAMATURGO ELIGE SU ESCENA DE PELíCULA FAVORITA: CARLOS MARCH Y BUENOS MUCHACHOS, DE MARTIN SCORSESE

Yo no me sentaría a tu mesa

 Por Carlos March

Tendría que hablar de dos escenas favoritas, dos que para mí, al menos, ejemplifican lo que es una situación perfectamente narrada en el cine. Son dos escenas, creo, que aunque en una primera mirada no lo parezca, están íntimamente vinculadas entre sí. Una es la famosa escena de Chaplin en El gran dictador, en la que Hitler baila una coreografía terrible con el globo terráqueo. La otra es una escena de Buenos muchachos, el film de Martin Scorsese, que transcurre en un restaurante y que protagonizan Joe Pesci y Ray Liotta. Se trata de dos de los momentos que más me han sacudido en el cine.

En cuanto a Chaplin, tiene mucho que ver con mi formación como actor. Desde chico mi padre me llevó a ver a los cómicos mudos al viejo cine Real, que quedaba al lado de donde hoy está el Maipo. El gran dictador la vi cuando era un poco más grande, en mi adolescencia, ya era fanático de Chaplin, ya lo imitaba, me caracterizaba como él, la identificación era plena. La escena del globo me pareció perfecta desde todo punto de vista: sin texto, él solito con la cámara y el mundo y esa coreografía patética: la expresión artística inmejorable para mostrar la ambición de poder, la locura, la necesidad de dominar el mundo.

Por otro lado, la escena de Buenos muchachos a la que me refiero es ésa en la que el personaje de Joe Pesci cuenta ante varios miembros de la mafia una anécdota, una situación sobre cómo maltrató a un tipo. Lo cuenta con mucho humor y todos se lo festejan, en especial el personaje de Ray Liotta, que es algo así como el aprendiz de gangster en ese grupo. Liotta le dice: “Sos muy gracioso”, y Pesci, que se da cuenta de que lo está adulando, lo empieza a psicopatear: “¿Así que te parezco gracioso? Soy gracioso para vos. ¿Gracioso cómo? ¿Gracioso como un payaso?”. Le hace pasar un momento incomodísimo, hasta que de pronto le dice: “Boludo, te estaba cargando” y se empieza a cagar de risa, y Liotta suspira aliviado y se termina la escena.

Creo que las grandes películas de la mafia tienen mucho que ver con este mismo tema: Chaplin parodia a Hitler, que tenía otros recursos y lo hacía de cara al mundo; mientras que la mafia disfrazó su ambición de poder de otra cosa, de negocios, haciendo lo suyo un poco a escondidas. De algún modo, la escena del restaurante de Buenos muchachos es una suerte de contracara contemporánea de lo mismo que cuenta Chaplin con el globo en El gran dictador: una prescinde de las palabras y se actúa con todo el cuerpo, la otra crea tensión con los diálogos y la intensidad de las actuaciones de un grupo de personajes que no se levantan de la mesa en toda la escena, pero las dos muestran una misma realidad de una manera conmovedora y contundente, cruda y magistralmente actuada. En lo personal, además, una es la que me llevó a dedicarme a la actuación a pesar de la resistencia de mi familia, y me dio la energía para perseverar, esa energía que provenía de los personajes de Chaplin, siempre perdedores y oprimidos. Y la otra es la que dio pie a una anécdota que viví unos años atrás y que tiene mucho que ver con mis obsesiones en el mundo de la actuación.

La anécdota tuvo lugar en Nueva York. Llegué allá obsesionado con encontrarme con Scorsese, con De Niro, con Pesci. Le conté esto a un amigo que vivía allá, y le actué la escena del restaurante de Buenos muchachos, imitando a Pesci en inglés, me conocía los diálogos de memoria en ese entonces. El se divirtió mucho con mi interpretación y me prometió que me iba a llevar a cenar a un restaurante en Tribeca, un local al que Scorsese y De Niro iban a comer siempre. “No sé si van a estar”, me dijo, pero bueno, fuimos al tuntún, con la esperanza de que aparecieran. Así que cenamos en este restaurante italiano y conversamos mucho y yo me pasé toda la noche mirando la puerta a ver si entraba alguno. Pero nada, a medida que avanzaba la noche me fui deprimiendo. Entonces mi amigo en un momento se levanta para ir al baño, y al volver, mientras seguimos hablando, veo que se empiezan a acercar los mozos, como cinco o seis, y rodean la mesa al mejor estilo mafioso y a mirarse entre ellos. Yo los miro, y miro a mi amigo, que me dice: “Pesci no está, pero acá los muchachos quieren que hagas como si estuviera”. Y bueno, tuve que hacerlo, tuve que hacer la escena: los mozos me miraban tan “scorsesianamente” que parecía que si no la hacía no iba a salir de allí. Y lo hice, y los muchachos me aplaudieron y no, ni Scorsese ni De Niro aparecieron esa noche, pero yo me fui con la sensación de que Pesci había estado en el restaurante, y me sentí absolutamente empapado de toda esa energía.

Entre el 18 y el 21 de septiembre se llevará a cabo en el Espacio Cultural Nuestros Hijos —ECuNHi— el Segundo Festival de Teatro Infantil Hugo Midón. Se ofrecerán gratuitamente obras de teatro, de circo y títeres a escuelas y organizaciones sociales. El cierre del festival será el sábado 21 de septiembre, en una jornada abierta al público, con entrada libre y gratuita, que terminará a las 18 con el homenaje a Hugo Midón Midoneando, con las canciones de Derechos torcidos, interpretadas por los niños de la Orquesta Alguito Algas, dirigida en esta oportunidad por Julián Midón, responsable de esta puesta junto a Silvia Kanter y quien firma esta página, Carlos March. El 21 de septiembre, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, Libertador 8465 (ex ESMA).

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