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Domingo, 6 de julio de 2014

FAN › UN ESCRITOR ELIGE SU PELíCULA FAVORITA: MARTíN FELIPE CASTAGNET Y LOS GOONIES, DE RICHARD DONNER

DEBAJO DEL PARCHE ESTÁ EL TESORO

 Por Martín Felipe Castagnet

Cuando cumplí seis años me regalaron el álbum de El joven Indiana Jones, seis paquetes de figuritas y la colonia oficial en forma de cantimplora (con olor a camello, agregaba mi padre). Hoy el casting me parece excepcional: Daniel Craig, Christopher Lee, Vanessa Redgrave... pero a esa edad no importan los actores, sólo los personajes, y esa serie tenía al mejor de todos. Estaba narrada por un Indiana anciano, y lo que más me impresionaba era que tuviera un parche en el ojo derecho: la promesa de más aventuras incluso de viejo. A Steven Spielberg le debo muchas cosas, como la escena en que los paleontólogos observan por primera vez a los dinosaurios o máximas determinantes en mi vida como “¡ésta es la copa de un carpintero!”, pero sobre todo le debo la idea de que ser científico y docente universitario no significa tener que aburrirse en lo absoluto.

Así fue: jamás me aburrí en mi vida. Entre mis aficiones tempranas veo un patrón que se repite con frecuencia: ¡piratas! Mi infancia transcurrió entre bloques de Lego, el único regalo que pedía para Navidad (nunca pedí una bicicleta, y hoy admito con vergüenza que no sé manejarlas), y tuve la buena fortuna de recibir de mis padres tanto un barco del Almirantazgo como la isla de la Calavera donde yacía escondido el cofre con las pequeñas monedas de oro. Sólo una cosa superaba en cantidad a nuestros miles de Lego: los libros. Mi casa siempre estuvo llena de barcos y náufragos, tesoros y piratas: el maravilloso El interior de un barco de guerra del siglo XVIII, y también La isla del tesoro, Robinson Crusoe, Los Tigres de la Malasia, La isla misteriosa o El escarabajo de oro. No me sorprende haber llegado a encariñarme tanto con Los Goonies.

Dirigida por Richard Donner, producida por Spielberg y estrenada en 1985, Los Goonies es la historia de unos chicos de un pueblo a punto de desaparecer por los negocios inmobiliarios, cuya aventura comienza cuando encuentran en el altillo (¡qué palabra!) el mapa de un antiguo tesoro. Varios de sus actores actúan en otras películas generacionales de los ‘80, como Corey Feldman en Cuenta conmigo, basada en una nouvelle de Stephen King. De ese mismo 1986, coincidentemente el año en que nací, es su novela It. Con Los Goonies comparte varios elementos en común; sobre todo, siete chicos y un monstruo. Ambos cuentan la historia de una pandilla de adolescentes, los Goonies (o los Imbéciles) y los Perdedores. Al asmático Mikey Walsh le corresponde el tartamudo Bill Denbrough; al gordo Ben Hanscom el adorable Chunk Cohen; a Richie Trashmouth por supuesto que Mouth; a la pelirroja Andy la asimismo colorada Beverly (“tu pelo es fuego invernal / ascuas de enero / allí mi corazón arde también”), etc. La diferencia fundamental es que mientras en It los chicos desafían a Pennywise, los Goonies asumen al monstruo como propio: el deforme Sloth, con tiradores y remera de Superman.

Pero mi personaje favorito de Los Goonies es otro: el Tuerto Willie. Escucho su nombre repetido por la voz de doblaje con el mismo suspenso melancólico con que el loro de John Silver repetía “¡piezas de a ocho!”. Finalmente, nuestros aventureros logran superar las variadas trampas y llegan al barco escondido. Mientras todos saquean el tesoro que la atiborra, Mikey se acerca al camarote principal donde yace el esqueleto del jefe pirata. Recuerdo la mayoría de los esqueletos del cine de mi infancia: los destellos del esqueleto de Darth Vader al final de El regreso del Jedi, los muchos que aparecen en las Indiana Jones, los devorados por los Critters. Todos tenemos un esqueleto dentro, y al final es lo único que nos va a quedar. El del Tuerto Willie tiene un parche (como el viejo Indy), y Mikey lo levanta: abajo no hay nada, sólo hueso, ni siquiera una cuenca. Me quedo con ese instante de temblor y falta de respeto. Mikey le da un saque a su inhalador: se queda sin aire, es decir sin palabras. Mientras termino de escribir esta nota me comentan que están pasando el final de Los Goonies por la tele. Si me apuro, llegaré a ver cómo se despliegan las velas de una nave pirata en dirección al horizonte.

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