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Domingo, 4 de febrero de 2007

SALí

Hoy: a comer

Un clásico feliz

Deliciosas picadas, Cinzano y modernidad en el bar más notable de Almagro.

Por Cecilia Sosa

En la esquina de Guardia Vieja y Bilinghurst, justo donde el Abasto y Almagro coinciden en la placidez de sus calles arboladas, gana El Banderín, una clásico con mayúsculas. El mítico bar-almacén abrió allá por 1923 (aunque en los papeles recién cuente desde el ’29) bajo el nombre de El asturiano, un autohomenaje de su dueño, Justo Riesco, que por entonces se dedicaba a la venta de “provisiones y fiambrería” con una sucursal en la cortada Zelaya donde se dice que compraba la madre de Carlos Gardel con libreta de crédito.

En los ’60, el lugar adquirió sello y nombre distintivo: El Banderín. Con Mario Riesco a la cabeza, hijo del fundador y fanático de River sin disimulo, el bar surfeó décadas sin perder el encanto, recibió con orgullo sin ínfulas su sello de “notable” y logró convertirse en una verdadera estrella barrial donde los banderines son cuadros (rondan los 450 y todos hacen historia), donde la cerveza es de litro y siempre viene acompañada con sus respectivas papas y maníes, donde los perros acompañan a sus dueños hasta el mostrador, donde siempre aparece El Turco vendiendo unas medias imposibles, donde la lista de celebridades es in-listable, donde los viejos locales comparten mesa con coquetos turistas de sombrerito, donde todas las noches pasa algo nuevo y hasta se puede encontrar una estrella pop cantando en la vereda.

Las mesas del El Banderín son una invitación a la charla suave y sin rumbo, a la ensoñación compartida y al brindis porque sí. Y aunque el local no sirve minutas, no hay quien se resista a sus especiales de crudo y matambre (“nada de una fetita y listo”); y menos a sus picadas “estilo antiguo” que salen con cantimpalo, longaniza, queso, aceitunas negras con pimientos y ají molido. Ideales para acompañar con Campari, Hesperidina, whisky o todo lo que guste pedirle a Mario, el “trompa” más jovial de la zona, que a sus espléndidos 71 años aún guarda una ilusión: “Que el gran capitán que siempre fue y será Passarella se venga por la esquina. Tengo dos botellas de Cinzano hace más de 60 años esperándolo. Después, bingo”.

El Banderín queda en Guardia Vieja y Bilinghurst. Abre de lunes a sábados de 8 a 23, 4862-7757.

Una de Warhol

Diversidad artística y sexual en un novísimo restó de Palermo.

Por Laura Isola

El Andy de las letras en colores de fuerte contraste, de los cuadrados perfectos que ilustran el nombre del restaurante, es de Warhol. Y lo que se celebra, en todo caso, en las paredes de este novísimo lugar en Palermo es menos la estética pop del de blanca cabellera que su preferencia sexual. O mejor dicho, la propuesta une lo artístico con una política sexual y se podrá decir que en el siglo XX nunca fue de otro modo. Igualmente, el lugar es un restaurante, de sobrio diseño, cómodo y distendido que, en su arquitectura y decoración a cargo del escenógrafo Diego Cirigliano, discute un poco la idea prejuiciosa del imaginario gay. Si al estridente Warhol se lo cuelga en paredes grisáceas y al barroquismo de la escritura de la carta (cócteles como “Orgasmo” o “La vie en rose”) se lo morigera con platos bien preparados y de presentación ajustada, el lugar encuentra la fórmula del equilibrio. Además, su patio interno invita, en tiempos de prohibiciones, a comer sin ruidos de fondo y fumar sin contravenciones. Mientras que la cocina ya consigue su tempo y vale la pena empezar con una tempura de vegetales para esperar el salmón a la plancha con chutney de tomates, la carta de vinos y el servicio tendrán que ponerse al día con los requerimientos de los, cada vez más, exigentes comensales urbanos. Una carta breve de postres es el cierre del menú que abunda en mousses y chocolate. El público es de moderada diversidad y la hospitalidad del lugar se cumple: la mesa de amigos recién salidos de la sesión de musculación se alterna con la de la pareja wannabe hip; la reunión de las chicas de Letras con el encuentro de los estudiantes de cine se complementa con el diálogo, trago de por medio, de los impecables cincuentones con sus camisas de mangas cortas y sus pantalones claros. Poca familia y pocos niños hacen de este lugar una buena elección para conversar sobre, por ejemplo, si la identificación es sinónimo de uniformidad. O cosas por el estilo.

Andy queda en Jorge Luis Borges 1975. Abre todos los días, mediodía y noche. Reservas al 4833-9597

Peruano musical

Salchipapa, ceviche, tallarín rojo y mucho más en un galpón con rockola.

Por Julieta Goldman

Situado en una calle que no alberga restaurante alguno se encuentra Sabor Criollo, un enorme galpón que ofrece platos típicos del Perú: pescados, mariscos, comidas criollas, pollos a la brasa y delivery desde el mediodía hasta la medianoche.

Alicia y Willy llegaron a Buenos Aires hace catorce años y emprendieron este negocio familiar que funciona principalmente como punto de reunión para la comunidad peruana. Sólo el veinte por ciento de sus clientes son porteños o turistas (de Estados Unidos en su mayoría). Apenas inaugurado, el local sólo funcionaba como parrilla. Pero con la llegada de Fernando, el encargado de la cocina, peruano también, el menú se extendió incluyendo todas las especialidades con el auténtico sabor criollo de su tierra natal. Eso sí: todo elaborado con productos comprados en el Mercado de Liniers.

Imperdibles las papas a la huancaína, preparadas con salsa a base de queso, leche, condimentos y (el mejor secreto) galletitas Criollitas. También se lucen los tamales, la salchipapa, el ceviche mixto o simple, el tallarín rojo, el pescado a la chorrillana y el chupe de mariscos. Cada uno de las platillos se caracteriza por su abundancia a la hora de ser servidos y por la cantidad de condimentos que llevan: cilantro, limón, pimienta, mandioca y leche de tigre, por mencionar sólo algunos.

En el fondo, una rockola luminosa espera que algún cliente curioso con ganas de experimentar nuevos ritmos musicales seleccione alguno de los grupos típicamente peruanos: Armonía Diez, Agua Marina, Los Ecos, Guinda, Chacalón, Los Nenes, Dina Paucar, Sonia Morales y más.

Quizás, más en el fondo aún y con el transcurrir de la noche, en el amplio salón contiguo apto para eventos y fiestas, llegue a armarse algún bailecito para apurar la digestión.

Sabor Criollo Peruano abre de martes a domingo de 12 a 24. Queda en Uriarte 961. Teléfono: 4776-3179.

Estoicos, abstenerse

Vinos de cava y fusión de lenguas en el más hedonista local de Cañitas.

Por H. S.

“El placer es el principio y el fin de la vida feliz”, sostenía el filósofo griego Epicuro y proponía la ataraxia, es decir, ausencia del dolor y paz del alma. Tal vez adentrándonos en este concepto podríamos entender lo que sucede en el restaurante Epicúreos, allí donde Las Cañitas se hace Imprenta.

Convertido en un reducto para conocedores y amantes de la buena comida, el buen vino y la buena música, Epicúreos ha sabido evitar esa tontería culinaria que invade algunos ambientes de la zona y, con una cocina cuidada y platos abundantes, sorprende con el mejor risotto de Buenos Aires o un salmón de impecable frescura, carnes en su justo punto y pastas caseras de excelente factura.

Como si fuera poco, los vinos de su importante cava son accesibles en la mesa a precios impensados por quienes recorren los restaurantes top. Un Clos de los 7 a $ 60, un Alfredo Roca a $ 35, o un Yacochuya a $ 135 es un sueño cumplido para los hedonistas.

Las noches de lunes y martes, Epicúreos ofrece comidas regionales o platos caseros internacionales. Imperdibles el puchero criollo, el goulash a la húngara y los espléndidos varenikes.

Tal vez por todo esto no sorprenda encontrar en su jardín todo un desfile de celebridades de todos los rubros entremezclándose con anónimos disfrutadores del ambiente apacible y las sobremesas extensas y sin urgencias, sin apuros ni estridencias o apetencias de fast food. Epicúreos es uno de los pocos restaurantes que se recomiendan en guías extranjeras. El glamour es tal que tanto al mediodía como a la noche es posible atender a un concierto de voces nórdicas, eslavas, latinas y caribeñas.

¿Un punto en contra? La poca cantidad de cubiertos y la vocación por las prolongadas sobremesas dificultan la rotación de privilegiados.

¿El premio? Retire un habano cubano del humidor y llévese el secreto mejor guardado de la casa.

Epicúreos queda en Soldado de la Independencia 851. Abre de lunes a domingos a partir de las 9. Reservas al 4772-8108, www.epicureos.com

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