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Domingo, 20 de febrero de 2011

SALí

Camaradería y compañerismo

 Por Carlos Godoy

Promesas del este

Turandot: sabores de Hungría y amores de posguerra

Esto, por si no quedó claro, es una historia de amor. Estamos en la década del ’40. Nuestro protagonista, Jorge Matyas, un adolescente, es arrancado de su Hungría natal y sobrevive entre los campos de concentración Dachau y Buchenwald. Ahora estamos en la década del ’50. Sin tener muy en claro los motivos, nuestro protagonista aparece en Buenos Aires. Todo lo que pasa entre década y década, pueden leerlo en el libro: ¿Puede tardar la primavera estando ya en invierno?, que escribió junto con su mujer Gladys Machado; o pueden preguntárselo directamente en su restaurante de comida húngara, el Turandot, los días que no tenga una partida de bridge.

La historia continúa. Ya instalado en nuestra ciudad tiene una franquicia en una cadena de fábricas de sandwichs y contándole a uno y a otro sus vivencias lo convencen de que escriba un libro. Pero como no maneja la lengua busca ayuda y de este modo es como en la misma sandwichería conoce a su coautora y actual camarada. Conmovido por esta experiencia y siendo él mucho mayor que ella decide invertir en un restaurante para que lo trabaje, cuando él ya no esté. Este restaurante es el Turandot.

Y toda esta historia se puede sentir en la comida del Turandot. La idea del restaurante es recrear la comida ancestral, para que todos los húngaros y descendientes de húngaros, checos, polacos y demás camaradas de Europa central se acerquen al restaurante para comer lo que cocinaban sus abuelos. La carta también tiene comida internacional, pero fiel a su estilo, versionada; es decir, con toques de gastronomía húngara. Y esto es porque Jorge Matyas se reconoce dos bondades, la de un buen paladar y la de buen combinador de sabores. La especialidad, claro está, es el Gulyás por 67 pesos; también se puede pedir media porción acompañada con ñoquis y bebidas alcohólicas típicas de Hungría.

Como amenizadores ambientales tenemos una pintura del puente de Budapest que pasa sobre el Danubio, algunas muñecas húngaras y veinte mesas dispuestas de forma íntima. Según nuestro personaje, el secreto de su comida es que en ella pone el corazón.

Turandot queda en Fitz Roy 1747. Tel: 4771-5355


Qué grande sos

Perón Perón: restaurante temático justicialista con mística K

El 27 de octubre del año pasado, mientras todo el mundo esperaba con medialunas al censista y seguía por TV la inesperada muerte de Néstor Kirchner, Fabiana y Daniel, dos conocidos productores radiales, trabajaban en los últimos puntillosos detalles para el acondicionamiento de su restaurante Perón Perón, que finalmente sería inaugurado el siguiente 20 de noviembre. La muerte del ex presidente para ellos fue una señal, pero también el gesto que construyó un marco conceptual para su espacio.

Perón Perón es un restaurante que pretende recrear la estética peronista de los años ‘40, cuando para los principios de divulgación el hombre era, según Daniel (uno de sus dueños), el eje de un sistema que giraba a su alrededor, pero a su vez también era un todo, el sistema mismo.

Por todo el restaurante hay carteles de propaganda peronista, imitaciones de escenografías a escala bajo las cuales se enunciaron históricos discursos para el movimiento, fotos, cuadros, objetos.

En el restaurante hay mucho compañerismo, mucho griterío. La gente se reencuentra, se abraza, festeja algún chiste repartida en largas mesas unidas como un largo tablón familiar. Entre los clientes hay jóvenes, viejos, militantes y antiperonistas, de todo un poco. Aunque, y a esto viene la premonitoria muerte de Néstor Kirchner, Perón Perón es un espacio que busca nuclear a la nueva juventud política. En este contexto el rock es un ingrediente vital y suena prácticamente todo el tiempo, ya sea nacional o clásico. Por eso se definen como capusottistas, porque para ellos Perón es Rock.

Para comprobarlo, basta con ver la carta: Sánguches: son buenos muchachos pero no son peronistas. Vayan a reclamarle a Perón, entradas calientes. Con las patas en la fuente, entradas frías. Los compañeros, platos principales. Tabla de fiambres, Aramburu. Parrilla del parqué que es una de las especialidades de la casa, junto con La hazaña del ’45, lasaña, por 36 pesos.

Dos cosas más: El happy hour, no se llama happy hour, se llama La hora de los pueblos. El que saca las comandas no es chef, es un co-ci-ne-ro ex combatiente de Malvinas.

Perón Perón Restobar queda en Angel Carranza 2225. Tel: 4777-6194


Bar de ensueño

Un Café con Perón: museo, espacio político-histórico y pocillo a seis pesos

Lorenzo Pepe, ex ferroviario, ex diputado nacional y actual secretario general del Instituto Nacional Juan Perón, logró, dos años y medio atrás, que le cedieran una casa de 1922 ubicada sobre la calle Austria, que había pertenecido a la familia Correas, los cuidadores del Palacio Ensueño (casa dónde vivió Perón junto a Evita y actual sede del Instituto), para construir, sobre esos sedimentos, un bar atravesado por los diferentes conceptos de militancia de la década del ’40 y el ’50.

Para esto tuvieron que empezar de cero. Comenzaron sacando volquetes y volquetes de mugre y después siguieron las remodelaciones, el pulido, las nuevas instalaciones, la colocación del ascensor, la construcción del minicine, del patio de juegos para niños, el rediseño de los baños, la nueva biblioteca, las vitrinas.

Lorenzo, cuando habla del emprendimiento, dice que se trata de un bar temático creado bajo la idea de proponer un lugar de estudio y de memoria, no de lucro. Es decir, no pretende hacer un planteo estético del peronismo, sino un planteo político e histórico que recree la ética, la moral y los valores de aquella época. Y muestra la carta donde un café sale 6 pesos.

Si se recorre el bar se pueden ver primeras ediciones de libros como La doctrina peronista o Conducción política. Además de seis retratos del General de medio cuerpo y uno de Eva y de él de cuerpo entero. Bustos, actas, fotos de campaña. Afiches publicitarios del plan quinquenal, Día del Trabajador, 17 de Octubre y nacionalización de los ferrocarriles.

Los chiches son: un Perón de smoking blanco y moño negro hecho en yeso a escala real tomando un café y una carta de puño escrita por Juan Domingo Perón que fue entregada en mano de Lorenzo el 17 de octubre de 1966, cuando fue a visitarlo al exilio español, dirigida a su padre.

Pepe cuenta cómo fue el principio de todo. Está cenando en su casa con su familia, tiene catorce años y por la radio el secretario de Hacienda dice: Yo vengo a trabajar por la justicia social.

Un Café con Perón queda en Austria 2593. Tel: 4802-8010


La paciencia de los cosmonautas

El Molino Dorado: Una familia rusa cocina platos típicos, para compatriotas y entusiastas

La esquina de 33 Orientales y Quito le pertenece a El Molino Dorado. Un restaurante de comida rusa atendido por sus dueños. Es decir, Dimitri y su mujer son los que atienden. Irina, la mamá de Dimitri, es la que cocina.

Un tratado internacional firmado en los ’90 que permitía a rusos y ucranianos instalarse en cualquier parte de Argentina con una residencia permanente y la posibilidad de trabajar, fue el detonante. En el ’98 Dimitri se lanzó con Irina, a una aventura espacial. Y una vez en Buenos Aires, y con paciencia de cosmonauta, rindió las equivalencias para terminar el secundario, estudió español en el laboratorio de la UBA y se la pasó trabajando en bares y restaurantes, hasta que en abril del 2009, con los ahorros suficientes, se abrió su propio negocio.

El molino dorado es un restaurante sacado de un cuento de hadas. Podría estar en medio de un bosque encantado. Su interior, pequeño y cálido, es íntegro de madera, tiene vitrinas con mamushkas, anuncios o posters soviéticos atravesados por la temática política y también por la gastronomía, ya que muestran típicos platos rusos que se sirven en el restaurante.

Cuando inauguraron, la intención era hacer un bar de barrio, con minutas para los trabajadores y algunos eventos especiales para sus camaradas de la comunidad. Pero, los mismos vecinos de Almagro, al conocer el bar y sobre todo el acento tan particular de Irina, indagaron su historia familiar y finalmente los convencieron de que su restaurante fuera temáticamente ruso. Por eso hoy en día tiene más de 16 tipos distintos de vodka, dos samovar para té y comidas típicas rusas que se cocinan en el momento, como Vareniki o Pelmeni, por 24 pesos. Y las que deben solicitarse con anticipación, porque requieren un tiempo mínimo de preparación de seis largas horas, tal es el caso de la especialidad de la casa: los Shashlyk con Matsoni por 40 pesos.

Los camaradas rusos encontraron un lugar donde reunirse a escuchar música rusa, ver películas rusas y sobre todo comer comida rusa. Los argentinos podemos sumergirnos en este mundo de cuento de hadas que se hace explícito en la decoración del baño empapelado con diarios y periódicos rusos del 12 de abril de 1961, cuando Yuri Gagarin salió al espacio exterior a bordo de la nave Vostok 1.

El Molino Dorado queda en Quito 4100. Tel: 3528-8940


Fotos: Pablo Mehanna y Xavier Martin

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