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Domingo, 12 de agosto de 2012

SALí

Cocina latinoamericana a buen precio

 Por Cecilia Boullosa

El efecto chévere

Arepera Buenos Aires, un rincón de Venezuela

“Las arepas son una comida rápida de elaboración ardua”, definen Alejandro Purcaro y Florencia Casal, los dueños de Arepera Buenos Aires, en Almagro, al producto estrella de la casa. Lo de arduo se intensificó aún más porque, cuando decidieron abrir su restaurante de cocina venezolana en Buenos Aires, en febrero de 2011, se dieron cuenta de que importar la harina precocida de maíz blanco con la que se elaboran estos discos de masa les sería imposible por costos y escala del negocio. Entonces, y aunque muchos les dijeron que estaban locos, optaron por hacerlas a la vieja usanza: moliendo el grano todos los días. El esfuerzo tuvo sus frutos y hoy uno de los mejores piropos que reciben por parte de venezolanos y colombianos es que son arepas idénticas a las que comían en su infancia.

¿Cómo llegan dos argentinos sin vínculo con la gastronomía a poner una arepería? El germen de la idea fueron dos temporadas que Alejandro pasó trabajando en Isla Margarita, donde conoció y se hizo fan de este plato tradicional que se come en el desayuno, el almuerzo o la cena en sus dos versiones: solas (viudas) o rellenas con distintos ingredientes. “Ya de regreso, una vez las preparé en casa con amigos y me di cuenta de que había algo ahí. Así empezó todo”, recuerda.

El local es espacioso, colorido y con un toque playero de sillas de paja y bastante madera. Además de los precios, en una pizarra se enseña que tirar se dice botar; gorra, cachuda, y rubia, catina, entre otros venezolanismos.

Mientras suena alguna rumba, lo mejor es comenzar con unas entradas o pasapalos: se destacan los tequeños ($ 33), crocantes y sabrosos, una suerte de bastones de queso blanco fritos acompañados por salsa guasacaca, con mucho gusto a cilantro. Las arepas funcionan como principal y pueden compartirse. Las tradicionales son las de Pabellón (carne mechada, caraotas, queso blanco, plátanos) a $ 39 y la Reina Pepiada (pollo, palta, cebolla y mayonesa) a $ 37. Como el lugar se autodenomina venezolano con un toque argentino, en la carta también aparecen una arepa rellena con bondiolita (lo mejor de dos mundos, $ 37) o con hamburguesa, la arepaburger ($ 35). En los postres –todos a $ 25–, el clásico es la torta tres leches, un bizcochuelo esponjoso que se prepara con leche condensada, crema y leche evaporada, o la torta mousse de parchita (maracuyá). Para beber, además de variedad de cervezas, sobresalen las jarras de jugos y muy especialmente el refrescante Papelón con limón o jugo de panela, un subproducto de la caña de azúcar.

A Alejandro y a Florencia les gusta decir que su restaurante está hecho “todo a pulmón”. Y se nota. El mismo afán que pusieron para superar los contratiempos y lograr unas muy buenas arepas lo replican en la amigable atención: los clientes se van contentos y tienen ganas de volver. Lo que se llama un círculo virtuoso.

Arepera Buenos Aires queda en Estado de Israel 4316, Almagro. Teléfono: 15-6463-1229. Domingos a jueves de 19 al cierre; viernes y sábados, de 20 al cierre.


Pop up en clave mexicana

Tout le Monde: tortas, tragos y taquitos

En junio de este año la creciente movida de los restaurantes pop-up –lugares itinerantes que cambian de sede, o que aparecen por un tiempo y luego se esfuman– sumó un nuevo exponente: noches de inspiración mexicana en las que abundan los chiles ultrapicantes, las tortas (sándwiches), los tacos y el tequila, y que ocurren todos los jueves desde las 3 de la tarde en adelante en el espacio Tout le Monde, en Palermo. Durante esos días, la chef Liza Puglia, oriunda de los pagos de Louis Armstrong, el Mardi Grass y el inefable Ignatius Reilly (es decir, Nueva Orleáns) se hace cargo de los fuegos y de musicalizar las veladas con mucho funk, blues y soul. Hay una interesante mezcla cultural en eso de que una estadounidense cocine platos mexicanos en un restaurante argentino que se llama “Todo el mundo” en francés, y cuyos distintos espacios fueron ambientados como si estuvieran en una isla griega (el salón Santorini) o una playa neocelandesa (el salón Moeraki).

Antes de recalar en Buenos Aires en 2010, Liza recorrió un largo camino. Luego de la catástrofe del huracán Katrina se mudó a Nueva York, donde estudió en el French Culinary Institute y trabajó en un restaurante mexicano en Brooklyn. Más tarde enfiló hacia California y poco después a Latinoamérica en plan mochilero. Hoy, además de este emprendimiento, lleva adelante un restaurante a puertas cerradas –NOLA (por Nueva Orleáns, Luisiana)–, más enfocado en la cocina créole típica de su ciudad natal.

Volviendo al pop-up, la propuesta es muy sencilla: unos cinco o seis antojitos mexicanos más algunos cócteles. Las tortas no son las aburridas de jamón y queso por las que suspiraba el Chavo del 8: acá llegan con carne de res deshilachada, puré de porotos, palta, mayonesa y cebolla pickle, bien condimentadas y sustanciosas ($ 40). Los tacos de Pastor (mismo precio) son chiquitos pero de los mejores, sin exagerar, que pueden conseguirse en la ciudad. Sobre tortillas de maíz caseras (de la marca Pancho Villa), finas hebras de cerdo, puré de porotos y cebollas agridulces. El guacamole es igual de bueno y para un final dulce salen las tartitas de coco y lima ($ 28). Los tragos son casi todos con tequila y sobresale el que viene con pulpa de jalapeño (Jalapeño Margarita). De 15 a 20 horas, hay promociones en cócteles.

Entre tanta opción mexicana anodina o directamente mala en la escena porteña, Liza Puglia encontró una vuelta para ofrecer platos auténticos, simples y a buen precio. Picantes como deben ser. Para estar al tanto de todos los eventos (tanto pop-up como a puertas cerradas) que realiza esta cocinera, conviene seguir su blog –www.nolachef.wordpress.com– donde, de yapa, transcribe algunas recetas, tips culinarios y revela sus restaurantes favoritos de Nueva York, Nueva Orleáns y Buenos Aires.

Las noches mexicanas ocurren los jueves de 15 a 24 en Tout le Monde, Gurruchaga 1417, Palermo. Teléfono: 4833-7739.


Sabores andinos al paso

Perú Express: el favorito de Francella

La cocina peruana es mucho más que una tendencia. En los últimos años se transformó en una pasión de multitudes, tanto en sus variantes costeña como serrana y chaufa (fusión con lo oriental). Hoy hay unos 150 lugares en Buenos Aires dedicados a esta gastronomía que es furor en todo el mundo: desde restaurantes de alta gama como Osaka, La Rosa Náutica o Sipán, hasta los clásicos bodegones del Abasto y Once, pasando por las cada vez más populares sangucherías. Perú Express forma parte de este último grupo. Un comedero con cero desarrollo de ambiente –una barra, unas pocas mesas altas y unos posters turísticos del país vecino– que compite (y gana) con otros fast-food del Microcentro ofreciendo combos convenientes y de buena calidad.

Ubicado a cinco cuadras del Obelisco desde marzo de 2011, el lugar tuvo sus minutos de fama cuando Guillermo Francella lo recomendó en Twitter, y la noticia fue levantada en varios diarios peruanos. Más allá de la anécdota, tiene una clientela fiel que se acerca a comer en su pequeño salón y, en mayor medida, pide para llevar o directamente solicita delivery.

La carta se divide en platos típicos, sándwiches y ensaladas. Entre los primeros se destacan los anticuchos de corazón con salsa huacatay ($ 20) y el ají de gallina ($ 22), que se sirve sobre una masa salada en forma de tarta. Las ensaladas (todas a $ 30) incluyen ingredientes como queso de cabra, pomelo al vivo, tuiles tostados y aguaymanto, un fruto andino considerado antioxidante. Sin embargo, lo más destacable son los sándwiches: vienen en pan tipo figazza y cortados al medio para que uno pueda compartir y probar distintas variedades si va en compañía. La especialidad es el de chicharrón (butifarra para los peruanos), una bondiola de cerdo cocinada en sus jugos y bien sazonada, que llega acompañado de batatas. También son muy buenos el de lomo saltado para quienes gustan del cilantro, y el de pollo gourmet con guarnición de duraznos en cuadraditos y pecanas molidas. Todos cuestan entre $ 29 y $ 35, y por unos pesos más llegan con chicha morada –una bebida tradicional a base de maíz– y papas.

Otro de los puntos fuertes de este lugar son los jugos de frutas, exprimidos y licuados en el acto: el de mango con naranja ($ 16), el de guanabana con melón ($ 16) y el de papaya, limón y frutilla ($ 16) son todas elecciones seguras.

A pesar de lo express de su rótulo, no es una locura de rápido: los empleados se toman su tiempo para preparar los sándwiches y jugos. Tiempo que luego se traduce en un almuerzo nutritivo, fresquísimo y a buen precio.

Perú Express queda en Marcelo T. de Alvear 990. Teléfono: 4394-6135. Lunes a sábados, de 12 a 16 y de 19 a 23.


Fotos: Pablo Mehanna

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