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Domingo, 26 de agosto de 2012

SALí

Salí a happy hours

 Por Rodolfo Reich

Lo más nuevo de Palermo

Duarte, dos hermanos unidos en la barra

Agustín Bertero se convirtió en bartender escapando de la cocina. “Trabajaba con una jefa un poco agresiva y, cuando tuve la oportunidad, pasé a la barra para alejarme de ella”, dice. Y su recuerdo, tras varios años, incluye cierta mirada nostálgica. Se formó en tal vez la mejor escuela posible, el bar 878, un icono del buen beber porteño. Allí secundó a Julián Díaz hasta que tuvo los conocimientos necesarios para preparar él mismo los tragos. Más de cuatro años de trabajo ininterrumpido lo convirtieron en un joven bartender con mucha experiencia, que siguió madurando en otros bares de la ciudad. Pasó por Uriarte, por Río Café, por Sálvame María. Así, hasta hace unas pocas semanas, en que dio por finalizado un ciclo para abrir su propio lugar. “Era un sueño que había que cumplir. Ya está. Ahora, a trabajar”, afirma. Se asoció a su hermano Juan, tuvo ayuda de toda la familia, y abrió Duarte, flamante bar de Palermo que, con pocos días de existencia, ya está logrando su clientela.

“No y sí”, contestó Agustín a la pregunta de si el nombre Duarte se relacionaba con Evita. “Me gustó la morfología de la palabra, ese peso físico que tiene la R en el medio”, dice, escapando por la tangente.

El espacio está hecho a pulmón, sin escatimar detalles. Ambos hermanos trabajaron con sus propias manos en el armado de la importante barra cubierta por tablones de madera, colocando el hogar a leña que funciona en uno de los salones y aprovechando la estructura de casa antigua del local. El resultado es efectivo: mezcla de cemento y madera, algunos techos vidriados y una iluminación tenue que invita a relajarse.

“En cuanto a las bebidas, no pude ni quise despegarme de mi herencia. La carta ofrece coctelería clásica como caballito de batalla, apoyada en las botellas que vaya consiguiendo. Además, tenemos Warsteiner tirada y cinco o seis cervezas más”, explica Agustín. Están todos los nombres que deben estar: Manhattan, Gibson, Mint Julep. También, Caipi de Maracujá y Cosmopolitan. Y tragos en jarras, para compartir.

Los precios rondan entre $ 30 y $ 35, bien por debajo del promedio del barrio. Y esta oferta se hace incluso más tentadora durante el generoso happy hour: de martes a sábados, de 19 a 21, se ofrece un 50% de descuento en cócteles, cervezas y medidas. Así, el genial vodka polaco Zubrovwa servido con hielo sale apenas $ 14. Un Old Fashioned, $ 16. Y una lujosa medida de la malta ahumada Talisker 10 años, $ 42,50.

Para picar, de la cocina salen platos simples y efectivos. Desde las alitas de pollo rebozadas ($ 30) a unas contundentes papas fritas con panceta y queso chedar ($ 30). Desde una provoleta caprese ($ 25) a los mejillones a la provenzal ($ 35). También hay sándwiches (lomito, bondiola o salmón, entre $ 35 y $ 40), y dos platos principales que rotan quincenalmente.

En resumen: un lugar nuevo en Palermo, que asegura lo que todo bar debería dar: calidad en las bebidas, coctelería bien hecha, comida rica. Y que, en este caso, suma una hora feliz imperdible.

Duarte queda en Godoy Cruz 1725. Teléfono: 2072-4178. Horario de atención: martes a sábados de 19 al cierre.


Esquina de barrio

Mathu’s, chopps y picadas

Cada barrio cuenta con su propio recorrido, que funciona de manera paralela a los polos gastronómicos, sin cruzarse ni competir. Ese recorrido se forma por lugares que atraen principalmente a vecinos, con propuestas amables, populares y precios competitivos. La cervecería Mathu’s es un arquetipo perfecto de esta ecuación. En la esquina de las avenidas Salvador María del Carril y Nazca, Mathu’s es una choppería, similar a aquellas que poblaban Buenos Aires hace unas décadas, y que en muchos casos fueron empujadas fuera del mapa por los pizza cafés y las confiterías de luces de neón. Por suerte, Mathu’s resiste, con un público fiel y habitué. El espacio es simple y poco pretencioso: mesas y barra de madera, mezcla de música latina y rock por los parlantes, dos televisores en distintas esquinas del local. Abre desde las 16 horas, y a lo largo de la tarde recibe distintos públicos, que cuanto más pasan las horas, más jóvenes parecen.

La carta de Mathu’s incluye tragos básicos (Gin Tonic, fernet, un anacrónico Pantera Rosa), pero la mejor idea es esquivar esta parte y centrarse en lo que mejor sirven: la cerveza. En este capítulo, cuentan con tres variedades artesanales tiradas, que son elaboradas específicamente para ellos por un productor de la provincia de Buenos Aires. Una stout oscura, seca, ligera y amarga; una kölsh rubia y de buen cuerpo; y una brown (de color cobrizo) frutada y sabrosa. Las tres, muy bien hechas, salen en porrones de 330 ml y pintas de 600 ml. También se puede optar por Isenbeck tirada y Warsteiner de litro.

Hasta aquí, nada fuera de lo usual. Pero Mathu’s sobresale del resto, y lo hace con dos grandes estrategias. La primera, su sistema de picadas. Se las puede pedir para una, dos o tres personas, en tres categorías distintas: tradicional, combinada o Mathu’s. Cada una de estas categorías incluye una lista de posibles ingredientes a elección. Por ejemplo, quien pida la picada Mathu’s para dos personas ($ 122, comen dos, picotean cuatro) puede elegir catorce ingredientes de más de setenta posibles, incluyendo escabeches de ciervo, trucha, vizcacha y chivito; quesos pepato, provolone y gruyère; fiambres como biondiola, jamón crudo, cantimpalo y pastrón; platitos calientes entre los que hay albondiguitas, papas fritas, rabas, cornalitos y patitas de pollo, y los clásicos de siempre: aceitunas de todo tipo y color, maní, berenjenas en aceite y lengua a la vinagreta. Hay mucho más: lo difícil es marcar lo que se quiere.

La segunda estrategia que separa a Mathu’s de otras cervecerías es su happy hour, con precios que son imbatibles. Hasta las 20, los dos chopps de cerveza artesanal salen $ 24 y dos pintas, $ 32. También, por apenas $ 15, se pueden pedir tres chopps de Isenbeck tirada y por $ 19, dos pintas de la misma cerveza. Lo que se dice: panza llena, cerveza rica, corazón contento.

Mathu’s queda en S. M. del Carril 2900. Teléfono: 4573-2729. Horario de atención: todos los días desde las 16.


Un destripador oculto en la ciudad

Jack The Ripper, para beber, beber y beber

Hace once años nacía este bar, un verdadero refugio para los bebedores. Su primer local, en la calle Montevideo, logró ser un icono porteño. Luego, con la mudanza, muchos creyeron que perdería su mística. Pero no: la enorme casona donde se ubica actualmente, con una puerta casi oculta y su imponente escalera, son fieles al espíritu de este destripador porteño. El nombre, claro, no es azaroso. Por su estética, música y propuesta, Jack The Ripper podría estar ubicado en uno de los márgenes del Támesis, en la capital londinense. Pero no en la Londres actual, sino en la de hace un par de siglos, la Londres más fabril, de esquinas lúgubres y peligrosas. Ayudan las luces en extremo bajas (apenas se puede leer la carta), los taburetes altos y la ausencia de sillas y mesas, que delinean así un lugar único en Buenos Aires.

Jack The Ripper se puede definir como un lugar donde ir a beber. No sirven ningún tipo de comida (para acompañar los tragos, dan un platito con castañas de cajú) y, en cambio, poseen una extensa oferta de whiskies y una muy buena carta de coctelería, dominada por el reconocido bartender Ariel Lombán, muy bien secundado entre otros por Alberto Cardini. Allí dominan los tragos clásicos, esos que nacieron a finales de siglo XIX y principios del XX, incluyendo desde el refrescante Sea Breeze (a $ 40, lleva vodka Stolichnaya, cranberry y pomelo) al potente Manhattan ($ 50), pasando por el Campari Orange ($ 35) o un Gibson ($ 50). Hay poca coctelería de autor en la lista, donde sobresale el Jack The Ripper Martini, con vodka Wyborowa, hielos refrescados con Pineral y un dash de Jägermeister. Una delicia.

Como buen refugio de bebedores, este bar ofrece un horario amplio, de lunes a lunes, y cada día comienza con uno de los mejores happy hours de la ciudad. Lo llaman “the real happy hour”, y es un verdadero 2x1 en todas las bebidas alcohólicas. La oferta va de lunes a viernes de 18 a 21, y sábados y domingos de 22 a 24. Un gran momento para aprovechar algunas de las maltas y whiskies que ofrecen en estrictas medidas británicas de 30 ml. Por ejemplo, dos Famous Grouse por apenas $ 25, dos Johnnie Walker Black Label por $ 40, dos increíbles Macallan 12 años por $ 80, o jugarse y pedir dos medidas del JW Blue Label por $ 150 (una botella que en vinotecas hoy cuesta cerca de $1500).

También hay cervezas (Guinness, Stella Artois, Heineken), rones (el Havanna 7 a $ 45) y más botellas que completan el panorama. La música, por su lado, deambula por las distintas vertientes del rock británico, tanto el actual como el de las mejores décadas.

Beber. Eso ofrece la hora feliz de Jack The Ripper. Beber en un ambiente oculto de miradas ajenas, casi en privado. Como si fuese uno mismo el destripador, que busca refugio en la oscuridad y en el alcohol. Seguir los escalones de esta escalera de Barrio Norte es, casi, un viaje transatlántico hacia el pasado.

Jack The Ripper queda en Libertad 1275. Teléfono 4816-7508. Horario de atención:lunes a viernes de 18 al cierre. Sábados y domingos, de 22 al cierre.


Fotos: Pablo Mehanna

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