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Domingo, 15 de noviembre de 2015

VALE DECIR

REGRESO A LA EDAD DE ORO

Los cuadros de Gustav Klimt han vuelto a la vida. Literalmente. Ocurre que, gracias a una iniciativa benéfica intitulada Life Ball –que busca recaudar fondos para la lucha contra el HIV–, una artista austríaca se dio a la bruñida tarea de recrear algunos de los cuadros más icónicos del ornamentado representante del movimiento modernista de la secesión vienesa. Eso si: dandole a la tarea un pequeño giro: para hacerlo, la fotógrafa Inge Prader lookeó a modelos (invirtiendo, cabe suponer, sus buenos euros en pintura color oro), emuló diseño y fondos, intrincada imaginería, y gatilló a discreción, amén de obtener imágenes que dieran nueva dimensión (o, en honor a la exactitud, tres dimensiones) a clásicos dorados: El Beso (1907), el retrato Adele Bloch-Bauer I (1907), El Friso de Beethoven (1902), Danaë (1907), Muerte y Vida (1916), entre ellos. En resumen, un fresco aproximamiento que pretende dar renovada capa a las sensuales pinturas de quien fuese guía de Egon Schiele y Oskar Kokoschka. En su vasta mayoría, pinturas de mujeres, o “heroínas de la nueva modernidad”, a quienes Klimt pintó obsesivamente. Y a quienes Prader interpreta con nuevos aires. Porque, en palabras del propio movimiento: “A cada edad su arte, al arte su libertad”.

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