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Domingo, 13 de diciembre de 2015

VALE DECIR

EL ENCANTADOR DE GATOS

“La única música que los gatos han escuchado desde el comienzo de los tiempos ha sido creada por humanos, para humanos. Desde la era en que eran adorados como dioses hasta este tiempo –en que son adorados online–, los mininos se han visto obligados a escuchar canciones que realmente no les gustan. Hasta ahora. Esta es música para gatos”. La promisoria presentación corresponde a Music for Cats, iniciativa que promete al mundo el primer disco íntegramente compuesto para deleitar los oídos de los queridos felinos. Puro regocijo y relajación, emociones buscadas por los artistas y científicos involucrados en tamaña campaña. Campaña que, tras seis años de investigaciones, acabó por financiarse vía Kickstarter, donde recientemente recaudó más de 240 mil dólares provistos por generosos donantes (y, claro sus mascotas), rebasando ampliamente las 20 lucas que pedían.

Esfuerzo conjunto de estudiosos de las Universidades de Wisconsin y Maryland, en Estados Unidos, “el origen del experimento fue, precisamente, la vieja leyenda de Orfeo calmando a las fieras más salvajes con su lira. Si la música amansa a las fieras, ¿qué no hará con encantadores gatitos domésticos?”, esgrime el diario El País, haciéndose eco de este trabajo, liderado por un tal profesor Charles Snowdon. Quien, tras corroborar que los animalitos de ocasión eran indiferentes a las melodías humanas, decidió pergeñar “muestras en clave de miau”. Es decir, tras comprobar primeramente que estos bichos establecen su sentido musical a través de los sonidos que escuchan después de nacer (el canto de las aves, el ronroneo de su madre), convocaron a David Teie, chelista de la National Symphony Orchestra, compositor e investigador, para que incorporase ruiditos felinos y vocalizaciones naturales en el rango de la frecuencia del animal.

Pues, de considerar los testimoniales de la web oficial –que ya ofrece el CD por 20 dólares o el set especial de 4 discos por la módica variante de 25 verdes–, pareciera que el cancionero da en la tecla. Al menos, para Magie, de St. Louis: “Mi gato Fisher se estaba volviendo loco, atacando mis pies mientras intentaba dormir. Mi marido puso su música y, a los 10 segundos, Fisher estaba ultra relajado ¡Fue increíble!”. Ver para creer. O, en honor a la exactitud, escuchar.

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