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Domingo, 3 de abril de 2005

VALE DECIR

Vale decir

Corriendo a la Coneja

Se sabe: un despido siempre cotiza más si hay razones políticas de por medio. Algo parecido (pero mejor) sucedió con la morena y atractiva Michele Zipp, hasta hace días editora en jefe de Playgirl, la revista pornosoft para mujeres más popular de Italia. Lo cierto es que la editora se quedó sin trabajo y señaló a la “sinistra liberal” de su país como causal de despido.

¿Qué pasó exactamente con la chica? En su nota editorial del 7 de marzo, que ahondaba sobre las relaciones entre sexo y política, Zipp declaró haber votado a George W. Bush y exhibió sus argumentos. Dijo: 1) Que quien ama la guerra, sabe combatir también en el lecho; y 2) Que si “en los ‘60 la democracia era para hacer el amor y no la guerra, por estos días un republicano que ama la guerra es un hombre en condiciones de combatir, sanguíneo, encendido, sacrificado. ¿Se imaginan qué cosas podría hacer ese mismo hombre en la cama?”.

Sus declaraciones tiñeron de rojo a toda la izquierda italiana que, con los pantalones bajos, optó por hacer cundir la sospecha: ¿por qué una mujer que dirige una revista de entretenimiento para adultos, donde se proponen “exploraciones sensuales” de todo tipo, se encuadra con los sectores más acérrimamente conservadores de Estados Unidos, esos que sostienen los valores de la Iglesia y la Familia?

La mujer contestó que el problema era que en su país no se tolera que la jefa de una revista pornosoft se caliente con los machos republicanos, y aclaró que, para ella, las palabras claves del republicanismo no son Familia e Iglesia sino poder, voracidad, avidez, gula y codicia. “Características todas muy sexies si van en cámara lenta”, sugirió. Y, por si quedaba alguna duda, aclaró: “No hablo de la victoria de los mamotretos sino de la sofisticación total. Ellos quieren sexo y hacen cualquier cosa para obtenerlo. Y eso no se obtiene de los liberales”.

La casa editorial de Playgirl desmintió los motivos del despido (y los adjudicó a “un cambio de línea editorial y creativa”). Pero ella, como si nada, se pasea enfundada en un antifaz de cuero por “Toys in Babeland”, la meca neoyorquina de chiches sensuales y asiste a la presentación de Naughty Spanking Stories From A-Z, un libro de relatos eróticos del que ella es una de las autoras. Además se hizo un rato para escribir al sitio web republicano Drudge Report (el mismo que lanzó el caso Clinton-Lewinsky) para contar que, además de críticas de la izquierda, había recibido decenas de cartas de republicanos felices por sus apreciaciones.

Devolvé el Oscar

Desde hace unos años se habla de un nuevo tipo de documental que se vale de recursos de la ficción, así como de un nuevo “realismo” narrativo que explota estrategias del registro documental. Es decir: Hollywood está descubriendo que este género mutante puede convertirse en una fuente de millones de dólares de ingresos. Por ejemplo: Fahrenheit 9/11, la última película de Michael Moore, recaudó 120 millones sólo en los cines norteamericanos. El tema es que para la Academia las cosas no están tan claras, en especial a la hora de premiar. Un mes después de la última entrega, la película que este año se llevó el Oscar al mejor cortometraje documental se llama Mighty Times: The Children’s March y está centrado en las protestas por los derechos civiles de miles de niños de Birmingham, Alabama, en 1963. Según sus responsables, los californianos Bobby Houston y Robert Hudson, se emplearon en él recursos que ellos mismos describen como faux doc (falso documental). ¿En qué se nota? Houston y Hudson argumentan que en sus 40 minutos no hay más que un 10 por ciento de “dramatizaciones”. Pero hete aquí que Jon Else, el productor de Eyes onthe Prize, un documental televisivo de 1987 sobre los derechos civiles, asegura que más de la mitad de Mighty Times fue “recreada”.

Houston debió salir a defenderse: “Hacemos nuestras películas como bizcochos. Primero hacemos un documental clásico con material de archivo. Luego hacemos otra capa de película. Y lo cocinamos dos veces, como se cocinan los bizcochos. La segunda capa del film llena los espacios intermedios, y la narración final es un todo de capítulos desconocidos de la historia de los derechos civiles”. Pero la explicación, además de poco clara, lo enterró más aún: en la Academia, algunos votantes sienten que han sido timados, y que por alguna razón no se les aclaró que esos fragmentos de película que parecen tener unos cuantos años tal vez hayan sido producidos en el jardín de la casa de Hudson. Hasta ahora, la Academia nunca ha reclamado un Oscar de vuelta, aunque una vez encontró varios en la basura.

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