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Domingo, 27 de noviembre de 2005

VALE DECIR

Las aguas bajan gelidas

La imagen comenzó a multiplicarse en las calles desoladas de Nueva Orleans tras la inundación: heladeras blancas, bastante estropeadas, selladas en muchos casos con cinta adhesiva, y una misma inscripción pintada en ellas, que se repite por todas partes sin que nadie pueda decir exactamente qué significa: “Voodoo Today Here Now 5” (“Vudú Hoy Aquí Ahora 5”). Días atrás, algunos medios norteamericanos hablaban del “hediondo mensaje” que estas heladeras de la ciudad le están enviando a la administración Bush, con su comida pudriéndose por dentro y sus graffitis por fuera. El ex director de salud de la ciudad dijo que el olor de las heladeras abandonadas “no se compara con nada que haya olido jamás en medicina, incluyendo las prácticas de autopsia en las clases de verano”. Ninguno de los consultados por el periodismo parece tener la menor idea acerca del responsable de las enigmáticas pintadas. Para algunos, son como tótems que custodian las calles desérticas. El sitio www.katrinafridges.com recoge fotos de muchas de estas heladeras-fantasma, pero tampoco ofrece explicaciones. Mientras, el ejército y los ambientalistas siguen recolectando, vaciando y desmantelando los trescientos mil armatostes con alimentos echados a perder.

Hola mundo cruel

El sitio www.porkjerky.com está repleto de pavadas de esas que abundan en la red pero también presta un verdadero servicio a la comunidad: un generador automático de notas de suicidio. Y como sus responsables no ignoran que lo de quitarse la vida es un asunto más bien personal, ofrecen la posibilidad de personalizar los mensajes sin tener que elaborarlos demasiado. Todo lo que hay que hacer es seleccionar un “motivo”, poner el nombre, elegir una post-data (hay p.s. espirituales, otros de “aclaraciones”; y uno destinado a los niños: “por favor, confírmenles a mis hijos que mi muerte no es del todo su culpa”). El abanico de motivos es amplio: se ofrecen, entre otras opciones, “religión”, “pacto”, “destino”, “infelicidad”, “McDonald’s” y “política”. Por otro lado, el site sugiere una alternativa a la muerte, aunque no muy luminosa que digamos: “una vez impresa la nota, acobárdese, consígase un trabajo que odie, cásese con la primera persona que finja tener algún interés en usted, tenga algunos hijos ingratos y decepcionantes, cómprese una tonelada de merchandising de su equipo deportivo local, desperdicie muchísimas horas fantaseando sobre la felicidad que se comprará cuando se gane la lotería y aguarde con entusiasmo la hora de su muerte natural”.

Almendra salva al mundo

La fórmula perdida del material que podría haber reemplazado a la madera y salvado millones de árboles.

¿Masacrar un árbol para hacer una silla? Hubo un tiempo en que los atentados ecológicos estuvieron a punto de pasar a la historia. Mientras científicos japoneses y norteamericanos se devanaban los sesos tratando de desarrollar sofisticadas súper aleaciones para evitar la tala indiscriminada de árboles, un catalán dio con un insólito material que podía servir para revolucionar el panorama de materiales del diseño. ¿Cuál? La cáscara de almendras. Sólo era necesario moldear una pasta a partir de aglutinar la cáscara, triturarla y convertirla en polvo con diversas resinas para obtener una especie de madera plástica de propiedades notables que llamó simplemente maderón. ¿El inventor? Silio Cardona, un ingeniero químico español bastante excéntrico: miembro de una banda de rock y del Patronato Europeo de Pompas Fúnebres. Su segunda afición no era sólo un hobby: Cardona era el heredero de una empresa familiar dedicada a la fábrica de ataúdes. Convencido de que la cáscara de almendras (un fruto que en España se consigue hasta en la sopa y que hasta el momento era considerado simple material de desecho) podía servir para obtener un material de iguales o mejores prestaciones que la madera e incluso permitir la proeza de moldear un ataúd en menos de una hora, en 1980, Cardona puso manos a la obra. El compuesto resultante tenía las propiedades de la madera natural con la ventaja agregada de permitir la fabricación por moldeo de los materiales plásticos. Y aunque tardó diez años en poner a punto el flamante material, en 1991 obtuvo la patente y entonces se lo pudo ver, siempre con impecable sombrero, transitar por incontables programas de televisión. La promoción surtió efecto y su invento causó sensación entre los diseñadores del mundo. Además de moldes, prensas hidráulicas y maquinarias varias, Alberto Lievore rediseñó su famosa silla Rothko con el nuevo material; Novel y Puig idearon novedosas lámparas; y se fundó una empresa, Gauhaus, para reproducir los diseños de Gaudí en maderón. Hasta se fabricó un sombrero a modo de souvenir del Museo Dalí y el propio Silio no se perdió la oportunidad de diseñar su propia silla. Los premios fueron muchos y los diseños llegaron al Moma de Nueva York. En la cúspide de su fama, Cardona aseguró que la idea se le había ocurrido a los 12 años mientras jugaba sobre montañas de cáscaras de almendras que abundaba en su comarca natal.

Mientras todo iba viento en popa y se festejaba que al fin se había encontrado la forma de diseñar sillas de madera en las que sentarse sin tener que sacrificar un árbol, en octubre de 1997 Silio murió inesperadamente en un accidente de autos. Su promisoria empresa quedó huérfana, el maderón cayó en el olvido y el mundo no tardó en encandilarse con una vil réplica: el duralmond, una versión apenas diferente del original. Aunque la recepción fue espectacular pronto surgieron los problemas: bañaderas con inexplicables protuberancias y sillas que se quebraban como escarbadientes. Entonces, no hubo más que añorar a Silio Cardona y el secreto que se llevó a la tumba. Triste final para el solitario invento español que podría haber revolucionado el diseño del siglo XXI.

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