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Domingo, 29 de mayo de 2011

VALE DECIR

La pasión de Cristo

Ahora dicen que Cristo volvió a la Tierra y, habiendo comprado unas hectáreas en Australia, se dedica a transmitir la palabra santa a sus aledaños. “Mi nombre es Jesús; lo digo en serio”, avisa el predicador Alan John Miller a su petit comunidad in situ, unas 40 personas que siguen el culto La Divina Verdad en Wilkesdale, Queensland. Con 47 años (superó con creces los sacros 33) y dos hijos de un matrimonio pasado (la abstinencia aquí no corre), el hombre comenzó a recordar saldos pendientes de vidas pasadas (tuvo 21, según recuenta) y, con la ayuda de la supuesta reencarnación de María Magdalena, empezó a canjear amor por donativos.

Así, Mary Suzanne Luck –en la piel de la otrora prostituta bíblica– y Miller dieron luz verde a una secta que, incipiente, no sólo alarma a las iglesias anglicanas y católicas; también preocupa al Australia’s Cult Awareness and Information Centre, temeroso de que la santa dupla se aproveche de la gente vulnerable de la que nadie se aprovechó todavía. Es que, dispuestos a seguir a su señor, los feligreses de Miller y Luck han generado un boom en la venta de tierras del pueblo, comprando los terrenos vecinos al del mesías para estar cerca suyo, generando lo que los medios anglosajones llaman “El cinturón bíblico de Queensland”. Para colmo de males, la zona carga con el estigma de una forma de cruz –por como se ha hecho la deforestación y limpieza de terrenos– y aunque los locales expliquen y expliquen que no fue adrede, los fanáticos de “Jesús” han tomado el gesto como una señal divina.

“Probablemente haya un millón de personas que aseguren ser Jesús y la mayoría está en manicomios. Pero uno de nosotros tiene que serlo. ¿Cómo sé que yo sí lo soy? Porque recuerdo todo sobre mi vida pasada”, explicó este memorioso Funes religioso. No sin antes aclarar que no quiere serlo pero no puede evitarlo: “Yo amo la divina verdad”, reculó el redentor que llama a la gente a seguirlo “si así lo desea”. Su séquito, feliz y contento. No así la policía local, que cada tanto recibe quejas por gritos en la propiedad de Miller y, yendo a chequear, descubre que apenas son ejercicios de los miembros. Al parecer, gritar les permite lidiar con su “dolor de almas pasadas”. Amén.

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