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Domingo, 18 de septiembre de 2011

VALE DECIR

Mujercita terror

Durante la Segunda Guerra Mundial, algunos intentaron con bombas, otros con balas; pero todos fracasaron. Entonces, grupos de Inteligencia de Gran Bretaña idearon un “audaz” plan para descarrilar al hombre detrás de la maquinaria nazi: introducir hormonas femeninas en la comida de Adolf Hitler para volverlo “menos agresivo y más dócil”. Así lo asegura Brian Ford, escritor y profesor de la Universidad de Cardiff, en su nuevo libro Secret Weapons: Technology, Science and the Race to Win World War II.

“Había espías aliados trabajando lo suficientemente cerca del dictador como para acceder a su comida. Hubiese sido enteramente posible”, asegura el literato que descubrió el absurdo (y sexista) proyecto inglés tras chequear cientos y cientos de archivos desclasificados. Pero, ¿por qué estrógeno y no veneno? “No tienen gusto a nada y su efecto hubiese sido tan lento y sutil que habría pasado complemente desapercibido para los probadores de alimentos de Hitler”, explicó Ford.

Al parecer, según las investigaciones del autor, el plan de las hormonas fue sólo una de las tantas y curiosas (si no absurdas) opciones que los aliados manejaban para adelantar el fin de la guerra. También se barajó tirarles pegamento a las tropas alemanas para dejarlos adheridos al suelo, importar latas de fruta con bombas dentro y soltar cajas de serpientes venenosas en territorio enemigo. Ahora, mientras la noticia se vuelve viral, los medios virtuales bromean: “¿Hay algo más pavoroso que la imagen del Führer programando a las masas desde su podio? Sí: que las sedujese con senos prominentes”.

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