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Domingo, 9 de febrero de 2014

VALE DECIR

LA MUERTE LE SIENTA... RARO

“Viajar con estilo, incluso al más allá”, pareciera haber sido el mantra que repitió el norteamericano Bill Standley, de 82 años, antes de fallecer la semana pasada. Y, en efecto, así lo hizo, al ser sepultado montado sobre su Harley Davidson Electra Glide, modelo ’67, gesto que supera –incluso– al harto conocido, harto mencionado velorio del boxeador puertorriqueño Christopher Rivera Amaro (que permaneció de pie 24 hs en la esquina de un cuadrilátero, mientras la gente se fotografiaba con su versión post-mortem). Embalsamado y vestido a tono –chaqueta de cuero, casco reglamentario–, el anciano residente de Ohio no sólo solicitó que el objeto de sus mil amores lo acompañase bajo tierra sino que requirió un ataúd transparente, para que todos lo vieran pasar de camino al cementerio Fairview, donde fueron necesarias tres parcelas para enterrarlo.

“Era bruto, pero tenía un corazón enorme”, fueron las palabras de Dorothy Brown, su hija, que –junto a sus hermanos Pete y Roy– respetó el deseo que su padre venía expresando desde hace 18 años. A tal punto que el féretro a medida llevaba cinco años estacionado en el garaje del motoquero Standley. “Si uno pasaba de visita, él te mostraba el ataúd”, contó uno de sus creciditos retoños. Ellos, pobres, tuvieron que poner el proyecto en marcha: contratar a cinco embalsamadores, sujetar la motocicleta con una abrazadera metálica y correas, facilitar las prendas y trofeos que irían con su padre... Lo que se dice un trajín siniestro y mórbido que, aun después de la muerte, acumula millas de viajero. ¿Hasta el infinito y más allá?

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