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Domingo, 16 de marzo de 2014

VALE DECIR

LA MÁQUINA DE HACER MILAGROS

Entre los milagros que el muchacho Jesucristo realizó en vida, uno de los más felices –por, al menos, su finalidad fiestera– es aquel que el Evangelio de San Juan marca como primero: la conversión del agua en vino durante las bodas de Caná. Cuando faltó el brebaje, la virginal María pidió a su pimpollo que se hiciera cargo y él, bonachón como era, no pudo sino asentir y transformar el líquido contenido en las seis tinajas de piedra de cien litros cada una. ¿Habemus jarana? Habemus...

Inspirados por el gesto mágico del profeta, dos expertos vinícolas de Silicon Valley, Kevin Boyer y Philip James, decidieron emular la santísima fórmula e inventaron un gadget llamado Miracle Machine. ¿De qué trata? Justamente eso: la máquina, dicen, transforma el agua en vino. Por 500 dólares (precio estimado para cuando salga al mercado o, mejor aún, si alguna vez sale al mercado), la sospechosa creación promete hacer bebida en sólo tres días y con pocos ingredientes: al H20 se le agrega un concentrado de uvas y levadura. Además, el proceso de fermentación podría controlarse a través de una aplicación que, en sintonía con el aparato, avisa cuando el producto está listo.

Anunciado el lanzamiento para este año (mal que les pese a los detractores que avisan que “es imposible que funcione” o que el vino “tendrá un sabor horrible”), los motores de la milagrosa iniciativa están en marcha, y prometen variedad: Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Pinot Noir, Tuscano, Sauvignon blanco y Burbundy. Habrá que rezar por que se concrete; aunque la intervención divina aparece como dudosa. Después de todo, a nadie le gusta que le quiten el trabajo.

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