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Domingo, 14 de diciembre de 2003

PáGINA 3

Nueva regla de oro: ten cuidado con un “muerto”

Por Efraim Medina Reyes

—¡Ey Zurdo, pégale en la cabeza! ¡No oyes, hijo de perra, en la cabeza! –repite Manni a punto de desgañitarse. Luego susurra en la oreja de su asistente. –¿Qué pasa con este maldito “muerto”? —mientras habla le sacude el brazo con violencia. –¿Qué carajos le dijiste al “muerto”?
El asistente de Manni va a responder, pero en ese instante un ¡MIERDA! unánime estremece las graderías. Manni, con la boca abierta, vuelve la mirada hacia el ring. En las graderías hay un breve silencio y enseguida una chica con el pelo pintado de rojo, una anciana y dos niños empiezan a celebrar. El “muerto” permanece en el centro del ring sin levantar los brazos. Zurdo, el pupilo de Manni, yace en la lona rígido como un tronco abandonado en la playa. En la esquina del “muerto” nadie se mueve. Manni trata de entrar al ring, pero su enorme trasero queda atorado entre las cuerdas y el asistente debe empujarlo; en las gradas hay risas. Manni pasa por encima del Zurdo y entre reclamos y empujones pone al “muerto” contra las sogas. Manni es pequeño y casi redondo, pero sus manos golpean como aspas la zona media del muerto que no atina a defenderse y sigue mirando el cuerpo inmóvil de su rival atravesado en la lona. La anciana maldice a Manni y, ayudada por los niños, sube al ring seguida por la pelirroja. Los niños se aferran a las piernas de Manni y la anciana lo golpea con una bolsa de plástico en la espalda. La bolsa se rompe y media docena de pescados se desparraman sobre la lona. La gente de ambas esquinas interviene y la anciana agarra un pescado y reparte golpes a diestra y siniestra. La mayoría del público estalla en carcajadas. Manni es arrastrado por su gente fuera del ring mientras el “muerto” ayuda a la anciana a recoger los pescados. Nadie se ocupa de Zurdo que se eterniza como una larga y oscura mancha sobre la lona...
Lo anterior sucedió en Barranquilla, a mediados de abril de 1986. Estaba allí, como casi todo el público, para apoyar a Zurdo, le habían programado aquel combate como preparación de la disputa del título latinoamericano de peso welter. Se suponía que iba a noquear al “muerto” y luego buscaría aquel título como antesala a un enfrentamiento mundialista. Zurdo y el “muerto” hacían la pelea estelar: el primero era un chico de 19 años, estudiante de tercero bachillerato e invicto en 14 peleas con 12 K.O. (tres de los cuales se los había propinado a este mismo “muerto” aunque en su record cada uno de esos 14 rivales tenía un nombre diferente), el otro, el “muerto”, se llamaba Pedro Jiménez (al menos eso decía la cartelera pegada a la entrada del galpón que hacía las veces de escenario boxístico), tenía cuarenta y pico años, había realizado 56 peleas y aquélla era apenas su octava victoria. “Muerto” es el terrible apelativo que se les da a aquellos boxeadores cuya existencia sólo la justifica la necesidad que tienen los boxeadores jóvenes y talentosos de acumular rápidas victorias que los pongan en las listas de aspirantes a títulos. A los “muertos” les está prohibido ganar, a menos que sea un combate contra alguien de su especie (que se hacen para seleccionar los mejores “muertos”). Un “muerto” que gana es un trasgresor y en los bajos fondos de este deporte no hay espacio para trasgresores. Como dije, Pedro Jiménez (o cualquiera que fuera su verdadero nombre si es que no lo había olvidado de tanto cambiarlo) ya había sido noqueado tres veces por Zurdo y todos esperaban, y así se había pactado, que cayera en el tercer asalto. Nadie comprendía por qué Pedro echaba por tierra una brillante carrera como “muerto” y se exponía a serias represalias. La respuesta, según se supo después, estaba en el público: tenía el pelo rojo, un trasero inmenso y se llamaba Paola. Pedro la había conocido tres días antes y le prohibió ir a la pelea, pero ella quiso darle una sorpresa y a partir del segundo asalto empezó a animarlo con gritos y saltos desde el ring side, Pedro observóaquella boca de gruesos y húmedos labios coreando su improvisado nombre y, un poco más abajo, el par de duras y redondas tetas agitándose bajo la blusa como peces dentro de una red. Entonces las voces que le recordaban desde ambas esquinas sus obligaciones pasaron a un segundo plano y embistió con todas sus fuerzas a Zurdo que sorprendido no atinó a defenderse.

Mucho antes de publicar Técnicas de masturbación entre Batman y Robin, y antes incluso de tocar el bajo y componer las canciones en la 7 Torpes Band, Efraim Medina Reyes realizó 14 peleas como boxeador amateur sin conocer la victoria.

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