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Domingo, 16 de octubre de 2005

PáGINA 3 › PáGINA/3

El único muerto

Por Rogelio Garcia Lupo


En 1945 yo cursaba el primer año de secundaria en el viejo colegio nacional Roca, de la calle Amenábar, en Belgrano. La crisis política nos envolvió rápidamente a todos, comenzando por el mismo colegio, donde los profesores se dividieron y llegaron a enfrentarse delante de sus alumnos. (...)

Fui a la plaza vagamente encuadrado por mis compañeros del Roca que ya estaban afiliados a la Alianza Libertadora Nacionalista y concurrían a un ruinoso piso de altos en la avenida Cabildo y Juramento, sobre la quesería Magnasco y justo enfrente del café Ronderos, donde todos aprendíamos billar. La Alianza era entonces un hervidero de pasiones políticas que se apagó al año siguiente, cuando Perón fue presidente y la puso al servicio de su gobierno. (...)

Es curioso pero mis recuerdos del 17 se hacen más dramáticos con la llegada de la noche, tal vez porque a partir de las nueve comenzaba a estar en infracción con la hora de regreso a casa y todavía me dura la emoción. Mi padre confiaba en la protección que podía recibir del hijo de su amigo, el farmacéutico Trento Passaponti. Era un muchacho que me llevaba varios años, a quien su padre había cargado con el nombre de Darwin, en homenaje al naturalista inglés y como reconocimiento de sus ideas de juventud, ya que había sido uno de los líderes de la reforma universitaria. (...) A Darwin Passaponti lo vi fugazmente la noche del 17, cuando la columna recorrió la Avenida de Mayo en dirección al Congreso y se produjo el tiroteo frente a Crítica. Ni ahora ni entonces he podido saber de dónde partieron los primeros disparos. (...) Lo que sí sé es que uno de aquellos disparos mató a Darwin Passaponti, que iba a preservarme de los peligros según mi confiado padre. No supe de su muerte en ese mismo momento y tengo una gratitud de por vida hacia la bombonería Las Delicias, que hasta hace poco tiempo existió en el 1171 de la avenida, porque allí pasé con otros chicos y algunas mujeres lo peor del tiroteo, comiendo dulces y galletitas, hasta que las tropas del 3 de Infantería nos mandaron de vuelta a casa, ya entrada la mañana.

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Este fragmento pertenece al libro 17 de octubre de 1945. Antes, durante y después, artículos y testimonios compilados por Santiago Senén González y Gabriel D. Lerman (Ediciones Lumiere).
 
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