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Domingo, 23 de abril de 2006

PáGINA 3 › KEITH RICHARDS

Lo que sé

 Por KEITH RICHARDS

Hasta ahora, todo bien.

Hay una tela, se llama silencio. ¿Dónde querés hacer tu marca? ¿Un trazo por acá? Y no se olviden, no hay que cubrir toda la tela, ¡no queremos un Rubens!

No levanto una bandera por nada. Soy músico.

Aprender el blues lleva un tiempo, y nunca para. ¿Qué aprendí? Aprendí cómo aprender el blues, pero no paré. Cuando envejecés, los más jóvenes piensan que ya sabés todo. Pero es una esperanza vana. Porque todo el mundo está creciendo al mismo tiempo. Alguien que tiene cincuenta hizo un montón de mierda más cuando cumple cincuenta y cinco. Me di cuenta de eso, Jesucristo, ¡esta gente piensa que sé lo que estoy haciendo! OK, ¡los voy a engañar! Pero, al mismo tiempo, es una pantalla. Lo importante es lo que viene después, y si uno está preparado.

Algunas cosas uno quisiera desaprenderlas.

Chuck Berry es comida; el hombre que ofreció “Sweet Little Sixteen”, “Too Much Monkey Business”, “Roll Over Beethoven”. Desafortunadamente, su disco más vendido fue My Ding-a-Ling. Pero ése es su problema. No me quiero meter ahí.

La mejor arma del rocanrol es el humor.

También amo tocar primera guitarra, pero me gusta colarme, y por eso adoro tocar con Ronnie Wood. Con un asentimiento de cabeza y un guiño podemos intercambiar roles, en lo que llamamos una forma antigua de entretejido. Nos gusta pensar que es una cosa druídica, muy mística.

Soy un purista impuro, algo así.

La eléctrica es otro instrumento. Sí, tiene el mismo aspecto y uno tiene que hacer los mismos movimientos, pero hay que aprender a domar a la bestia. Porque es un monstruo.

Drogas, creo que la gente exagera.

Cuando yo me drogaba, siempre tomaba lo mejor que podía conseguir. Si era opio, era opio tailandés. Cuando usaba heroína, era pira, heroína pura, no mierda de la calle. Podía distinguir, salvo cuando estaba desesperado.

Aprendí a vomitar con propiedad. Primero, hay que encontrar un receptáculo, si se puede, es la regla número uno. Se eyecta de un chorro, un bostezo en technicolor. Al mismo tiempo, uno tiene que cagar. Lo cual es difícil de hacer. Si pueden hacerlo, los pongo en el Cirque du Soleil.

Hay algo perenne en la gente: la pregunta de cómo y por qué lo hacés. Y yo pregunto: “¿Y qué hacen ustedes? ¿Cómo van a la oficina todos los días?”. Comparado con eso, mi trabajo es fácil.

A menos que quieran hacer esto todo el tiempo, no salten al estanque. Hay pirañas ahí dentro, por Dios.

Las mujeres son una hermosa complicación, y espero muchas más bellezas y muchas más complicaciones.

Hice mucho de padre también. Te hace crecer bastante rápido cuando el pendejo se empieza a despertar. De repente está esta bonita y pequeña bola llorando a gritos y ¡boom! ¡Alerta! Mejor me encargo de esto.

Las hijas son mucho más fáciles de criar. Yo tuve primero a Marlon, mi hijo, y me dio una buena pelea. A veces me pateaba el culo antes de que yo pudiera hablarle e inyectarle la sabiduría de no hacerlo.

Ocasionalmente les pido un poco de marihuana a mis hijos. Ellos fuman cada tanto. Me dicen: “Acá tenés, papá”, pero la verdad es que por lo general la situación es: “Papá, ¿tenés un poco?”.

El veneno no es malo. El asunto es cuánto.

Para mí, lo serio es la heroína. Es una droga tan pero tan atrevida. Te agarra de la cola antes de que te des cuenta. Es una verdadera niveladora. Yo soy una puta superestrella, pero cuando necesito la droga, estoy en el suelo con todos los demás. Todo tu estilo de vida se convierte en esperar al dealer y hablar con yonquis sobre si la mierda es buena o no: “No es tan buena como la última vez, ¿no? Entonces no le voy a pagar”. Y tipos que te apuntan: “¡Dame todo lo que tenés!”, y esas cosas. Uno se convierte en un desastre. Lo que es desagradable, de alguna manera, pero al mismo tiempo no me arrepiento de haber estado ahí.

No se puede creer lo fantástico que es este trabajo. Lo voy a hacer mientras la gente quiera seguir escuchando.

A algunos tipos les cuesta decir te amo.

Estuve ahí, hice eso.

Estas son las respuestas de Keith Richards a la gran sección “Lo que sé” de la revista norteamericana Esquire.

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