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Domingo, 10 de junio de 2007

PáGINA 3

Lo puro no existe y lo bueno no siempre es sencillo

 Por Fito Páez

Sgt. Pepper’s es un álbum laboratorio. El tiempo demostró, y Ringo lo corrobora hoy, que no es el mejor álbum de The Beatles, si es que tuviera que existir una necia categoría de este tipo. Sí, es la cúspide de una relación esencial, y en este caso ejemplar, de la historia y la modernidad dentro de la música popular del siglo pasado. Su productor, George Martin, les acerca a los fabulosos cuatro elementos musicales que hereda de su vínculo con la música europea –conocida malamente como musica clásica– y demuestra que el lenguaje, o la expresión musical, es una sola. Así, orquestaciones nada convencionales se cuelan en “A Day In The Life”, que con sus partes bien determinadas conforman una nueva posibilidad de composición en las que se mixturan técnicas de edición con tuttis orquestales y Stravinsky con la lectura del diario de hoy. Por otro lado, los Beatles siguen jugando fuerte y dejan claro que están en ese lugar que el mundo les dio porque no venían solamente a llevarse a tu hermana del pueblo, sino que estaban allí para recordarnos, en medio del primer aventón globalizador, que la vida era un disparate y que podía también, por momentos, ser maravillosa. Lamentablemente Paul no tuvo los 64 que escribió en su juventud, pero esa melodía todavía sigue funcionando como música de vodeville en el siglo XXI. Es imposible no pensar en la herencia de este gran gesto artístico, y remitirnos al Toto’s Bar de Los Shakers, aquí al ladito, en Montevideo; y a la apertura de Parade, el “Christopher Tracy’s Parade”, esa joya del Prince de mediados de los 80. Además de fundar una nueva forma de composición en la música popular, donde todo valía si estaba utilizado en favor de una expresión noble, y animar a las nuevas generaciones de compositores aquí y allí a que se pueden orquestar las músicas hechas en el patio de atrás de la casa y que nadie se escandalice, que lo puro no existe, que lo bueno no siempre es sencillo, que la música no era decorativa, que era efímera pero tenía el poder de transformar los espíritus, que no se hablaba tanto de la revolución, que se la hacía, que no estaba mal formar parte de una banda de corazones solitarios, que no había que tener complejos porque atrasan las agujas del reloj, que no importa que no le guste a todo el mundo. Joder, si la música popular actual tuviera la mugre del dedo gordo de algunos de los pieses de esta maravilla, seríamos todos un poco más felices. Yo, Fito Páez, se lo garantizo.

Esta nota de Fito Páez sobre los 40 años que Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band cumplió la semana pasada, forma parte del especial de la revista La Mano de este mes dedicada al disco que acaba de llegar a los quioscos.

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