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Domingo, 3 de noviembre de 2002

PáGINA 3

Los años rebeldes

POR FRANCIS KORN

Ya lo decían los redactores de la Introducción del Segundo Censo Nacional de la Argentina en 1895: “La identidad de las cosas, individuos y pueblos es una quimera opuesta a todas las leyes vitales del universo que, sacudiéndose inextricablemente en todos los casos y tiempos, obligan a la infinita variedad de tipos y acontecimientos”. En su reciente libro La década rebelde - Los años ‘60 en la Argentina, Sergio Pujol demuestra que la única forma de describir una década en un ámbito tan amplio es resistirse a encontrar esas identidades y buscar la “infinita variedad de tipos y acontecimientos”, como lo quiere el Censo. Y lo hace con maestría. Una maestría que puede reconocer, más que nadie, el lector que en la década en cuestión era –por el solo hecho de estar presente en el lugar al comienzo de su vida adulta– un protagonista activo o silencioso. Relativamente activa y bastante silenciosa, ésa era mi ubicación a principios de los ‘60 en la Argentina, y puedo decir que dentro del libro de Pujol me sentí en casa. En casa con la irrupción de los Eco, Lévi-Strauss, Foucault, Piaget, mucho más nombrados e inventados que leídos y analizados; en casa con Miles Davis y Los Beatles, cuyas canciones tarareaban en fonética los bebés de dos años; en casa, en fin, con la calle Florida, antes del Di Tella y luego en su comienzo no tan público, en la confitería Jockey Club conversando con Masotta sobre qué era realmente la literatura (y él me decía que era contar bien el recorrido de esa mosca parada en el estuco) o, a la vuelta, en el café Florida, donde con Alejandra Pizarnik y Susana Tenon nos leíamos lo que acabábamos de escribir.
Strachey hubiera dicho que no se puede escribir la historia de esa década porque está demasiado cerca y nos falta “la ignorancia, que simplifica y aclara, que selecciona y omite”, y que sólo se la puede atacar por flancos inesperados, revelarla sacando a la luz trozos oscuros, a primera vista irrelevantes. Pujol ataca por tantos flancos como se pueda y así desfilan, en un orden temático tan poco rígido y tan llevadero como para no despertar falsas ilusiones de causalidades inexorables, las ideas, los sonidos, las modas, los comportamientos. Pasan toda clase de personajes reales y ficticios: Tato Bores, Marechal, Mafalda, los Rolling Stones, McLuhan, María Elena Walsh, Waldo de los Ríos, Macció (you name it!, exclamaría Strachey), y pasan bien ambientados, en el lugar que les corresponde, para conformar una atmósfera familiar al oído, a la vista y al pensamiento. Nadie puede sentirse dejado de lado u ofendido, porque el autor es respetuoso de las modalidades y no interfiere con juicios de valor. Describe y describe bien; y si explica, lo hace a la manera de un buen historiador: explica a través de la descripción, sin ideologías de por medio, sin modelos causales que se entrometan para forzar la comprensión hacia relatos prefabricados.

Este texto fue escrito por Francis Korn para la presentación del libro de Sergio Pujol, La década rebelde - Los años ‘60 en la Argentina (Emecé, 2002).

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