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Sábado, 11 de octubre de 2014

EL MUNDO EN PEDAZOS

CINE Entre el jueves 16 y el miércoles 29 de octubre tendrá lugar la 14ª edición del DocBuenosAires, la Muestra Internacional de Cine Documental más importante de la Argentina, donde se verán más de sesenta películas, incluyendo un homenaje a la notable productora Les Films d’Ici; la proyección de la película póstuma de Harun Farocki, Los arquitectos de Sauerbruch Hutton; y los nuevos films de autores consagrados como Thomas Heise, Helena Trestikova, Carmen Castillo, Richard Copans, Stéphane Breton y Denis Gheerbrant. Esta edición también dedica un foco a un cineasta tan valioso como desconocido en la Argentina: Norbert Pfaffenbichler, el director austríaco de vanguardia más fascinante de su generación. Aquí, una selección de algunas de las películas más recomendables de un catálogo apasionante.

LAS OTRAS MIL CARAS

A Masque of Madness + Retrospectiva de Norbert Pfaffenbichler

Boris Karloff (William Henry Pratt, Londres, 1887-1969) fue el monstruo de Frankenstein, fue el Grinch del doctor Seuss, fue Imhotep en La momia, fue Fu Manchu, fue un paródico Dr. Jekyll/Mr. Hyde, fue el villanesco Dr. Niemann, fue varios personajes inspirados más o menos libremente en la obra de Edgar Allan Poe, y fue también el doctor barón Victor von Frankenstein (es decir, la criatura y su creador). Fue todos ellos; fue muchos criminales y científicos locos y monstruos, para la Universal y para Val Lewton y la RKO, y para Roger Corman, y en la película A Masque of Madness (Una máscara de locura) del austríaco Norbert Pfaffenbichler –uno de los grandes descubrimientos de esta edición del DOC– vuelve a encarnarlos a todos, todos juntos y revueltos. De algún modo, el propio Karloff ya se había deconstruido e interpretado a sí mismo cuando hizo del actor de terror retirado Byron Orlok en Míralos morir, de Peter Bogdanovich, un año antes de su muerte; pero la película de Pfaffenbichler, que reúne y edita múltiples imágenes tomadas de sus películas, parece capturar algo más de Karloff, algo esencial en esa multiplicidad, algo que une sus mil rostros cinematográficos: al icono del horror clásico como una composición frankensteiniana.

A Masque of Madness no es un mero collage de escenas de Karloff sino una secuencia de sentidos diabólicamente orquestados en un montaje de asociaciones, logrando que unas imágenes se comuniquen con otras; incluso que un personaje (que es Karloff) dialogue directamente con los otros (interpretados por el propio Karloff, claro); o que Karloff le abra, literalmente, la puerta a Karloff. Durante algo menos de una hora y media, el actor inglés aparece en aproximadamente 170 personajes diferentes interpretados a lo largo de medio siglo, y comprimidos –dice el director de este experimento– en una película destinada a romperte la cabeza. “El protagonista experimenta un viaje de terror esquizofrénico en el cual sólo se enfrenta a versiones de sí mismo en diferentes máscaras, a diferentes edades, de diferentes géneros y razas. Karloff comenzó su carrera en el cine mudo y continuó trabajando sin parar hasta su muerte; por eso uno puede seguir los desarrollos técnicos y estéticos de un medio en un único film, un film conceptual y pesadillesco que funciona como homenaje a un gran actor y también como una bizarra lección de historia.”

El crítico Christoph Huber escribe sobre Una máscara de locura: “Obra maestra barroca, confirma a Pfaffenbichler, nacido en 1967, como el director austríaco de vanguardia más fascinante de su generación”. En el programa de cortos Notes on Film, que también ha programado el DOC, se incluye el igualmente irresistible Conference, “ocho minutos de Hitler, recreado a lo largo de las décadas por 65 actores, editado como un ensayo sobre el grotesco, tan gracioso como escalofriante. El Führer es una figura fácilmente reconocible, y sólo Jesús lo supera en representaciones cinematográficas”. En otro corto, A Messenger from the Shadows, emprende una operación semejante a la que hizo sobre Karloff con fragmentos de 46 films de Lon Chaney, el hombre de los mil rostros. De alguna manera, al mostrar la repetición interminable de los roles de grandes iconos como Karloff y Chaney, Pfaffenbichler –sin ponerse teórico, simplemente ordenando materiales de archivo, identificando algunos temas como la guerra, el colonialismo, la ciencia– representa, según se ha interpretado por ahí, a la vez el éxito y la prisión de los actores encasillados en un género, “el círculo infernal de reiteraciones al que quedaron condenados. Cada uno es el monstruo y su víctima”.

Norbert Pfaffenbichler dará una Master Class en Proa, Av. Pedro de Mendoza 1929


LA DEMOCRACIA AUTORITARIA

Pinochet et ses trois generaux (1977-2004), de José María Berzosa

“¿Qué es la felicidad para usted, general?” La pregunta se reitera en cámara con cada cambio de interlocutor, en un tono de pretendido candor y complicidad, como invitando a Augusto Pinochet y a tres de los principales miembros de su junta –el almirante Merino, el general Leigh y el general Mendoza– a que revelen sin pudor su verdadero parecer sobre Chile, sobre la democracia y sobre la “gesta patriótica” que creen estar llevando adelante. Es decir, que desplieguen sin pruritos la ideología en la que se sostiene su régimen de barbarie. Pinochet et ses trois generaux es el resultado de un trabajo de largo aliento que el director español instalado en Francia, José María Berzosa, empezó en 1976. En aquel entonces consiguió un acceso privilegiado a Pinochet, durante un viaje a la Antártida chilena. Cuando volvieron a Santiago, el general (“su excelencia”, como lo llama el documentalista más de una vez, buscando ganarse su confianza) aceptó reunirse con Berzosa y su equipo, y dejar registro de su “pensamiento político”. Merino, Leigh y Mendoza también se prestaron con cordialidad a ser entrevistados, y a veces llegan a parecer incluso convencidos de que se trata de una gran oportunidad para dejar testimonio de su “misión” moral y política, de su formación y de sus espíritus pretendidamente cultivados, ofreciendo, por ejemplo, vagas opiniones sobre sus compositores clásicos favoritos.

El propósito de Berzosa era hacer un documental para la televisión francesa sobre Chile después del golpe del ‘73, aunque no un film de denuncia para los ya convencidos sino una exploración de aspectos poco conocidos sobre los jefes de la dictadura. Los entrevistados no sabían, por supuesto, que Berzosa era amigo de Buñuel, ex colega de Renoir y un reconocido cineasta de inclinaciones políticas más bien de izquierda. Emitido originalmente en 1978 por la televisión francesa en formato de miniserie, 26 años después el director se propuso armar una película con buena parte del material registrado. A modo “de contrapunto”, incluyó testimonios de familiares de las víctimas y de los desaparecidos del régimen pero, aunque no se le puede negar valor de archivo, ésa es la parte más previsible del conjunto. Lo más interesante e impresionante son aquellos momentos en los que los militares se exhiben junto a sus esposas como ejemplares hombres de familia: una expresión evidente de lo que Berzosa ha definido como “el fascismo ordinario”. “Detrás de un padre amable puede haber un dictador sanguinario. Ese es el tema de mi película”, le dijo Berzosa a la revista chilena The Clinic unos años atrás. “Me obsesiona en política la ignorancia de la gente, cómo la gente vota por elementos exteriores, el aspecto físico, su simpatía, su cordialidad, que en la película los tienen todos. La gente no tiene ninguna reflexión política y no tiene idea del programa político del señor por el que van a votar, ni de cómo se va a comportar con la gente que no tenga su opinión. Alguna gente me ha dicho: ‘Muestras a esos señores como gente amable’.”

En este contexto, la bobísima pregunta sobre “la felicidad” funcionaba, explicaba Berzosa, “como un lubricante”. En un momento, Pinochet intenta definir la democracia chilena “en pocas palabras: chilena, pragmática, auténtica, autoritaria” (sic). Y luego agrega un intento de explicación del oxímoron, algo acerca de cierto espíritu de libertad que debe convivir con el autoritarismo que impide la expansión del marxismo. “Churchill dijo que la democracia es el peor de los regímenes políticos, si se exceptúan todos los demás. La palabra ‘democracia’ se ha puesto en todas las salsas: Stalin inventó las ‘democracias populares’; la izquierda mundial llamaba a nuestras democracias actuales ‘democracias burguesas’. Pero la de Pinochet, la ‘democracia autoritaria’, es una frase genial.”


ALLA, ACA Y AHORA

Syrie, autoportrait, eau argentée, de O. Mohammed + Homenaje a Les Films d’Ici

“Filmada por mil y un sirios”, indica un cartel en Siria, autorretrato, agua plateada, el documental codirigido por Ossama Mohammed y Wiam Simav Bedirxan, estrenado en Cannes en mayo del año pasado.

La película de Mohammed documenta “las atrocidades y la devastación de la guerra civil” siria a través de los registros combinados de cientos de “testigos”, documentalistas amateurs que utilizaron las cámaras de video de sus celulares para tomar las imágenes del desastre y luego las subieron a Internet, además del material filmado por Bedirxan durante el sitio de Homs, en mayo de 2012 (Homs es una importante ciudad industrial, la tercera del país, después de Damasco y Alepo). Fue justamente Bedirxan, una joven maestra de escuela kurda, quien tomó la iniciativa de contactarse por mail con Mohammed –cineasta militante, crítico del régimen de Bashar al Assad, exiliado en París desde hace tres años– para preguntarle qué es lo que filmaría él si estuviera en Homs al momento del sitio. Mohammed la instruye –o aconseja al menos, como una tutoría a distancia– y luego incorpora a la película, además de los videos de los celulares, algunas reflexiones y confesiones propias, como la culpa que siente por estar siguiendo el horror desde lejos, desde la seguridad de su hogar europeo. Algunos críticos han desdeñado su film por cierta pátina demasiado creativa o estetizante que le agrega en el montaje, pero otros creen que sin ese procedimiento, que pone un filtro, las imágenes seleccionadas serían imposibles de digerir para la mayor parte del público, que sólo sabe de la difícil situación de Siria por los diarios y los noticieros. Hay imágenes de chicos brutalmente golpeados y humillados por los soldados, de manifestantes arrestados, desnudados, sodomizados o directamente asesinados a tiros, de animales mutilados, de niños muertos. El espectáculo es de una crueldad ilimitada e inexplicable, que también incluye algunas grabaciones de torturas que –asume Mohammed, con total sentido común– sólo pudieron haber sido tomadas por los soldados del servicio secreto sirio. La resolución de las imágenes es a menudo baja, como puede esperarse de filmaciones no profesionales hechas con teléfonos, pero eso parece contribuir a su crudeza e inmediatez.

“La protesta popular contra Al Assad se convirtió en una suerte de revolución cinematográfica”, dice Mohammed, quien no conoció en persona a Bedirxan hasta que se encontraron en Francia para el estreno.

Syrie, autoportrait, eau argentée pertenece a la producción más reciente de la compañía francesa Les Films d’Ici, que este año cumple 30, motivo por el cual esta edición del DOC la homenajea con la proyección de varios de sus films más importantes. “Las obras de Les Films d’Ici son un ejemplo de coherencia y honestidad creativa, casi diríamos artesanal; su sello de marca es el acompañamiento a los autores en desafíos artísticos muy valorables en las actuales crisis económicas”, escriben en el programa de la muestra los cineastas Carmen Guarini y Marcelo Céspedes, fundadores de la productora de documentales Cine Ojo y del Doc Buenos Aires. Entre los films d’Ici que se verán en esta celebración-aniversario están Point de depart (Robert Kramer, 1993); Boulevards du crepuscule (Edgardo Cozarinsky, 1992); la imperdible Disneyland mon vieux pays natal (Arnaud des Pallières, 2002); y varios estrenos, como On este vivants (Carmen Castillo, 2014) y Un amor, de Richard Copans, “historia de amor con el fin de la Guerra Civil de España y la guerra contra el nazismo como trasfondo”.


UNA CARCEL A CIELO ABIERTO

Hamdan, de Martín Solá (Argentina / Palestina / Nueva Caledonia, 2013)

A poco de empezar la película, el rostro en primer plano de este hombre, con una expresión marcada acaso por cierto cansancio, se apodera de la pantalla. Se trata de Ali Mahmoud Hamdan Sefan, y está a punto de contarnos una parte fundamental de su historia: los quince años que pasó en prisión. Activo militante palestino, fue arrestado en los ’70 tras enseñarles a unos muchachos a usar explosivos. El relato en off de los duros años que pasó encarcelado por militares israelíes está acompañado por imágenes que cobran fuerza expresiva al combinarse con sus palabras: planos de rutas desiertas, de casas devastadas, eventualmente de algún rostro que, como el suyo, carga en silencio con su propia experiencia.

El director Martín Solá (1980) supo de Hamdan años atrás a través de un amigo suyo, palestino, que le contó su historia acá en la Argentina. “Cuando surgió la posibilidad de hacer la película allá –le cuenta Solá a Radar–, lo que más nos interesó, por supuesto, fue encontrar la manera de acercarnos a este personaje que formó parte de la resistencia palestina en los ’70, y que vivía en la aldea del norte, de la que venía este amigo mío. La primera vez que nos encontramos fue en la oficina del director de la escuela de esta aldea. Hamdan llegó y casi no nos habló; sólo nos hizo dos preguntas sobre la Argentina: cómo era el clima y el tamaño del país. Le explicamos qué es lo que queríamos hacer, y nos dijo que nos contestaría en una semana. Una semana en la que no sé qué pasó; intuyo que habrá averiguado quiénes éramos; pero una vez que accedió, hubo confianza absoluta.”

“En 1973, mientras vivía en Siria, recibió la misión de pasar explosivos a través de la frontera y entrenar a una persona de su confianza”, explica la sinopsis de la película, publicada en el programa del DOC. “El elegido fue Omar, un vecino de su pueblo. Luego de dos meses, Omar se adelantó sin respetar el objetivo original de la misión e hizo detonar una bomba en un autobús. La investigación llegó hasta Hamdan, quien fue encarcelado.”

Hamdan no le puso condiciones a Solá, pero sí hubo dos preguntas que se negó a contestarle, recuerda el director: “Dónde lo habían entrenado y cuál era el verdadero objetivo final de su misión. Nos dijo, y lo cito casi textual: ‘Los israelíes me interrogaron durante quince años y no les dije nada; no se los voy a decir a ustedes’. Así que el objetivo de aquellos explosivos será por siempre un misterio”.

Solá se encontró con un personaje ambiguo, cuya complejidad queda expresada en ese plano fijo de su rostro que vemos al principio y reencontramos al final de su relato. “Un plano que toma valor en el contexto: no es lo mismo verlo cuando no sabemos nada de él que después de conocer su historia. Y yo creo que justamente lo que tiene de interesante Hamdan como personaje es que te ubica en un lugar difícil: no es la víctima que se suele mostrar en muchos lugares, ni un refugiado; es alguien que accionó y pagó las consecuencias. Pero esa complejidad es la que lo vuelve rico. Y yo sé que no soy quién para juzgar su experiencia: uno ve la situación en la que se vive hoy en los territorios ocupados, la dificultad que encuentra cualquier palestino para garantizarse la subsistencia básica. Es como la describe Hamdan en la parte final de la película, y no es tan sólo una forma de decir: una cárcel a cielo abierto.”

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