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Domingo, 30 de noviembre de 2014

HAY QUÍMICA

ENTREVISTA Cuesta definirlo, es imposible encasillarlo: músico, actor, conductor, humorista, Mex Urtizberea es todo eso al mismo tiempo y cada vez su presencia resulta más ineludible en la pantalla. Hasta hace poco aparecía al mismo tiempo en tres programas de televisión: Viudas e hijos del rock & roll (por Telefe), Pura química (por ESPN+) y Las trece esposas de Wilson Fernández (por la TV Pública). Y en los últimos veinte años fue una pieza fundamental de programas inolvidables y arriesgados como Cha cha cha o Magazine For Fai. En un rato de sus jornadas laborales vertiginosas, Urtizberea habló de cómo le cambió la vida cuando en su adolescencia de Zona Norte se unió a la asociación cooperativa de músicos MIA, sobre la relación con su hija Violeta, de ser protagonista del prime time de Telefe y hasta del disco que editará el año que viene con producción de Rafa Arcaute, colaborador de Spinetta y Calle 13.

 Por Salvador Biedma

1994. Un teatro que tal vez fuese el IFT. Un hermosísimo tema de Miles Davis: “Jean-Pierre”. Lito Epumer, el Mono Fontana, Javier Malosetti y los demás músicos abren el juego para un largo solo de batería. La banda, la Halibour Fiberglass Sereneiders, surgió en el programa Cha cha cha. El baterista se llama Mex Urtizberea y, en el mismo recital, hace percusión con un tanque de nafta para la chacarera “Usá condón”.

Pasaron veinte años. Ahora, Mex está teñido de rubio, con una prolija barba casi canosa. Hasta hace poco aparecía al mismo tiempo en tres programas de televisión: Viudas e hijos del rock & roll (por Telefe, en horario central), Pura química (de lunes a viernes a las 18, por ESPN+) y Las trece esposas de Wilson Fernández (salió de julio a octubre por la TV Pública, los miércoles).

“Nunca había estado en tantas cosas a la vez. Siento que me llegó el momento de cosechar”, comenta. Su rutina durante la semana parece agotadora. Graba Viudas... de 9 a 16.30. Después va a prepararse para Pura química y hace el programa. Vuelve a su casa alrededor de las 21, se cocina, mira Viudas... mientras marca el guión y después, antes de dormir, lo estudia. Sin embargo, asegura que vive una etapa distendida. “En Cha cha cha, Magazine For Fai y otros programas había que gestionar, producirlos, hacer que existieran... Todo eso generaba una gran tensión.”

Para ver el último capítulo de Las trece esposas de Wilson Fernández, el 22 de octubre pasado, Mex invitó a su casa a buena parte de los que habían hecho la serie, desde actores hasta técnicos. Cuando llegó el final, lloró. De emoción. Por la historia, dice. En esa comedia tenía el papel protagónico. Era un pianista contratado por un mafioso clase B, un mafioso que, con su séquito, escuchaba cautivado cómo Wilson relataba la historia de cada una de sus relaciones de pareja (trece, claro), todas ancladas en un momento particular de la historia argentina reciente.

Sin embargo, la idea original del programa era muy distinta. “Mi personaje iba a tocar la tuba. Empezamos a hablar con Gastón Portal, le llevé la idea de que tenía trece esposas y lo fuimos armando. Siempre estuve ahí, nos juntábamos entre grabación y grabación y veíamos qué iba a pasar en el capítulo siguiente. Hasta planteábamos cómo hacer las escenas. Y no estaba escrito, no teníamos guión. Lo que salió me parece genial.”

Wilson Fernández puede traer a la cabeza otros personajes que hizo Mex. No sólo porque, como en la película Valentín (de Alejandro Agresti), interpretaba a un pianista sino también, sobre todo, porque mostraba un tipo de antihéroe –torpe, ingenuo, romántico y, al mismo tiempo, con cierta picardía– que en algún punto ya estaba identificado con él.

La actuación surgió, en realidad, como una prolongación de la música. En los ’80 tocaba en el Parakultural y ahí empezó a hacer algo de teatro y conoció a Alfredo Casero, que lo invitó a tocar el piano en De la cabeza, programa precursor de Cha cha cha. Entonces todo tomó su camino.

“Con Cha cha cha hacíamos jazz”, afirma. “Grabábamos una improvisación y si no nos gustaba, hacíamos otra; y si no quedaba, moría ahí. Era tirarnos a lo que sucedía en el momento. Salían cosas maravillosas y cosas que eran una garcha. A mí siempre me gustó el jazz como concepto de libertad, de improvisación.”

Casi todo en la vida de Mex aparece vinculado de algún modo con la música. De hecho lo que torció el rumbo de las cosas, en 1976, cuando estaba en la secundaria, fue un recital de MIA (Músicos Independientes Asociados) en el Teatro Odeón. Lo invitó un compañero de escuela que estudiaba con Don Vitale. “Quedé alucinado.” Hasta entonces sólo conocía la movida de Zona Norte (el grupo Banana, el disc-jockey Alejandro Pont Lezica y poco más).

Venía de “una familia rugbier, gorila”, asegura. Su padre había salido a celebrar el golpe de Estado de 1955 y en 1982 su madre colgaría una bandera en señal de festejo al declararse la guerra de Malvinas. A la vez, siempre hubo movimiento artístico cerca: el padre era un periodista “muy romántico” –así dice– y se hacían obras de teatro en el jardín de la casa.

“Ir a lo de los Vitale, ir de San Isidro a Villa Adelina, otro mundo, gente más sencilla... Ahí conocí a Verónica Condomí; el padre había desaparecido y yo no tenía la menor idea de todo eso. ¿Entendés lo que quiero decir? Estos tipos me rompieron la cabeza.” Mex estuvo en la agrupación-cooperativa MIA, por la que pasaron unos cincuenta músicos, hasta que la movida llegó a su fin, en 1982. Don Vitale, Donvi, afirma Urtizberea, le enseñó a encarar la vida artísticamente. Tanto es así que se entusiasma y enfatiza: “Todo es Vitale”.

LA FIESTA INTERMINABLE

1985. París. Una nena de menos de un año. ¿Quién es? Violeta. Cruzó el Atlántico con sus padres, Nora Moseinco y Mex Urtizberea. Mex viajaba con la idea de tocar jazz, como hacía en Buenos Aires, jazz de estilo europeo; pero esperaba encontrar allá mucho más público. En su fantasía, si de este lado del océano iban a escucharlo “siete tipos de barba y con pipa”, en Francia serían setenta, ochenta, cien. Después de un año sin demasiada suerte, volvieron.

Violeta ahora tiene el pelo teñido de rubio, como su papá. Comparte elenco con él en Viudas e hijos del rock & roll. Mex dice que lo divierte estar teñido, que había pensado más de vez en cambiarse el color de pelo para jugar, y que no lo hacía porque –como todos– vive en una sociedad en la que rigen los prejuicios. “Existen contextos. En una fiesta de disfraces está permitido algo así. Entonces no hay nada más aburrido que una fiesta de disfraces. A los diez minutos, ya está.” Teñirse, lookearse para un personaje implica llevar puesto ese disfraz también en la vida cotidiana.

Si Wilson Fernández se ajustaba perfectamente a un papel con el que Mex está muy identificado, su personaje en Viudas... no tiene nada que ver con eso. Pipo lleva adelante la radio Z-Rock tratando de mantener vivo el plan de su amigo Roby (Lalo Mir), que murió, pero a la vez tiene un costado psicópata: “A la gente que trabaja en la radio le da, le saca, le hace chistes... Se mueve con la impunidad de alguien que maneja un medio”.

Mex plantea que los personajes salen de lo que el actor conoce y que, obviamente, se ha cruzado con muchos hombres similares a Pipo, “cocainómanos que te dicen que te van a llamar y te quedás esperando la llamada de un loco de mierda que no se acuerda de vos, pero después cae algo y te llama”. A veces, en el guión encuentra cosas que no responden a Pipo sino a Tuca, el personaje que él hacía en Graduados (de la misma productora, Underground). Entonces, simplemente, cambia el texto.

O sea que los guionistas se quedaron con tu personaje anterior, pero vos estás centrado en el actual.

–Sí. Creo que lo hacen porque parece efectivo lo de Tuca, él siempre terminaba haciendo alguna guarangada, pero Pipo no es eso. Pipo maneja una radio, es un desbordado, un drogón. Siempre que me llega algo al estilo de Tuca, lo cambio. Siempre. Y nadie me dice nada porque es lógico.

¿Cómo es actuar en la misma tira que tu hija?

–Es rarísimo. Bueno, ella hizo For Fai conmigo, de chiquita. Ibamos los sábados a grabar en auto con Nora Moseinco, que era mi mujer, y con Violeta. Después hice un programa que duró muy poco, La kermex, y Violeta hacía de secretaria con la Zylberberg. Cuando iba a empezar Mañana vemos, le pregunté a Violeta si quería participar y me dijo: “No, papá, ya está”.

Sin embargo, volvieron a trabajar juntos en 2012, en Graduados.

–Eso te iba a contar. A ella la contrataron para Graduados. Yo soy amigo de Sebastián Ortega desde hace mucho, hablábamos y Sebastián me contaba sobre Graduados y yo opinaba. Al final falló el actor que iba a hacer de Tuca y, de última, Sebastián me llamó. Le dije: “No, pará, está Violeta”. Sebastián me aseguró que no iba a cruzarme con ella en ningún momento, pero yo primero quería hablar con Violeta.

¿Cuál fue su reacción?

–Se puso verde. Se puso mal porque estaban metiéndose en algo de ella. Cuando formás parte de un grupo de actores, surge una cosa de “eh, vení, chupame el culo”, y es un bajón si está tu padre. Volvimos a hablar, se calmó y estuvo todo bien. A mitad de la tira ya estábamos como en un viaje de egresados.

¿Se olvidan en algún punto de que son padre e hija y pasan a ser simplemente como compañeros de elenco?

–Sí, más bien. En Graduados, Roberto Carnaghi hacía del padre de Violeta y ella pasaba y me decía “qué asco que me das”, por Tuca, mi personaje. Carnaghi no podía parar de reírse y había que repetir la escena. Se reía y decía: “Es tu hija de verdad, ¿cómo va a estar diciéndole eso al padre?”. Violeta a mí me enseña mucho. Me dice cómo hacer las cosas, o por qué algo está mal y siempre tiene razón.

UNA ALQUIMIA PROPIA

2008. Un mediodía. Estudios de la TV Pública. Liliana Herrero canta “Oración del remanso”, de Fandermole, acompañada por la banda de Mañana vemos, con Mex al teclado. Días antes había estado tocando y cantando en el mismo programa el brasileño Lenine. Cosas que parecían, si no insólitas, al menos llamativas en la televisión, a esa hora, como parte de un magazine. Un magazine, palabra usada con tono paródico en el nombre de Magazine For Fai.

Urtizberea dice que fue una locura hacer Mañana vemos (donde también participaban Carla Czudnowsky y Fanny Mandelbaum) porque había que llenar tres horas diarias de aire “sin un móvil de exteriores, sin nada, con un palo y dos alambres”. Daba la impresión de que en ese programa cualquier cosa podía pasar: entraban los temas más serios al lado de pasajes de humor absurdo, de repente todo se centraba en un baile convulsivo de Mex y, de igual forma, había momentos musicales de suma belleza (“siempre tiene que haber un espíritu artístico, aunque sea una cosa chiquita dentro de un espacio muy grande”).

Algo de aquel espíritu sigue presente en Pura química, programa que Urtizberea comparte con Germán Paoloski, Eugenia Tobal, Mariano Zabaleta y José Chatruc. En realidad hay una especie de sello que Mex saca a relucir en cualquier programa en el que esté, no importa si se transmite por un canal infantil los domingos a la noche (Magazine For Fai), por un canal público a la mañana (Mañana vemos) o a la noche (Medios locos, Laboratorios Dormevú) o por un canal de deportes a la tarde (Pura química). Hay una ilación y una coherencia, se pueden ir trazando nexos entre todos los trabajos de Mex en la televisión.

“Sí, tengo una personalidad y, cuando entro en algún lado, tiro para ahí, pero no sé si eso es bueno o malo. Por ejemplo, para Pura química llevé a gente que trabaja conmigo desde hace años, como Gerardo Deldelisi o Luli Latorre.” En ese espíritu que Mex va propagando por acá y por allá, resulta muy importante la idea de grupo.

Las entrevistas de Pura química –entrevistas grupales– se destacan y tienen repercusión. Muchas veces van invitados que nadie esperaría encontrar en un canal deportivo. Por ejemplo, Fernando Cabrera, Luis Landriscina, Mirta Busnelli o Serrat. Mex mismo comenta que el programa tiene un prestigio y que los entrevistados lo eligen sabiendo que los van a respetar, que no les van a hacer preguntas de mala leche. “Es lo antitelevisión de aire”, define, y enseguida marca que su conductor preferido hoy en día es Beto Casella: “Un tipo de barrio, simple, que no se come una, no agrede a nadie, frena a Ventura”. Los demás, en su mayoría, dice, copian a Tinelli y gritan todo el tiempo. Mex espera que le hablen desde otro lugar, sin gritos.

De los humoristas, son muchos los que le causan gracia; entre ellos, varios que hacen cosas que él jamás haría. Jorge Corona, por ejemplo. “Putea, es un guarango, pero está loco, lo hace desde un lugar de locura que me encanta.” Mex asocia locura con impunidad, con animarse a hacer cosas, romper con lo establecido, no tenerle miedo al ridículo.

El trabajo en los medios no impide que la música siga. Suele despuntar el vicio en Pura química, trama algo con Damián De Santo para Viudas... (“Damián quiere cantar, estamos viendo cómo hacemos”) y, además, los sábados los dedica a grabar un “long play”. Ese término usado sin un tono particular no se entiende si no es con algo de broma. Ya firmó contrato para grabar tres discos con Sony. El primero saldrá en 2015. Lo está produciendo junto a Rafa Arcaute, que trabajó con Spinetta, Andrés Calamaro y Calle 13, entre otros, y lleva ganados más de diez Grammy.

“La música es algo rarísimo. Alguien de repente empieza a cantar en un asado y todos escuchan y se emocionan con lo que transmite. Es raro y es muy lindo. Siempre me preguntan qué soy, si soy músico, actor, conductor, humorista... Y eso también tiene que ver con el viejo Vitale. Como dice Hermeto Pascoal, todo el mundo puede hacer música. Y todo el mundo puede actuar. Pasa por la sensibilidad, por darte cuenta de la situación. Se precisan dos o tres cosas, nada más. Después vas y lo hacés.”

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Imagen: Nora Lezano
 
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