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Domingo, 15 de febrero de 2015

TUVE UN SUEÑO

CINE Martin Luther King nunca había sido el protagonista de una película de Hollywood. Suena increíble, pero es real, y esa reveladora ausencia habla a gritos sobre cómo representa el cine. La reparación acaba de llegar con Selma, de la directora Ava DuVernay, una de las nominadas al Oscar del próximo domingo, que retrata el gran hito en la lucha por los derechos civiles que fue la represión en Alabama cuando el Dr. King reclamaba el voto para los negros y llegaba a lo más alto de su liderazgo. Protagonizada por el británico David Oyelowo, que fue ignorado como Mejor actor por la Academia, así como tampoco fue reconocida la directora, Selma llega además en un momento donde los disturbios raciales vuelven a estar otra vez, triste y anacrónicamente, en el centro de los problemas sociopolíticos de Estados Unidos.

 Por Mariano Kairuz

En los primeros minutos de Selma, la película de Ava DuVernay, quedan claramente planteados los objetivos principales de las acciones que condujo Martin Luther King en los aproximadamente tres meses que van de diciembre de 1964 a marzo de 1965, y la raíz y la razón de buena parte de todo lo que veremos a continuación. El presidente Lyndon B. Johnson (el actor inglés Tom Wilkinson) y su asesor Lee C. White reciben a King (otro actor británico, de origen nigeriano: David Oyelowo) con atención y respeto; éste viene a pedirles que hagan efectivo el voto de los ciudadanos negros del Sur, que aunque ya es constitucional, les ha sido constantemente denegado a través de prodimientos humillantes e intimidatorios. Las razones de este reclamo político son bien pragmáticas y van más allá del derecho a elegir funcionarios: sólo aquellos que están registrados para votar se encuentran habilitados para integrar los jurados de casos judiciales. En tanto los negros no pudieran votar, los jurados seguirían siendo integrados exclusivamente por ciudadanos blancos, de ahí que los tan comunes crímenes raciales del Sur seguirían quedando impunes, como hasta ese entonces.

A pesar de que King es absolutamente preciso en sus argumentaciones, Johnson le responde, no sin cierto pesar, que aún no está en su poder ofrecerle esas garantías; y a continuación, y tal como le marca su naturaleza de animal político, declama que su “prioridad” es erradicar la pobreza entre los afroamericanos. Que lo del voto tendrá que esperar. Pero King tiene un plan de acción, y los brutales acontecimientos que siguen son el corazón de esta película que es una de las ocho nominadas al Oscar mayor que se entregará el próximo domingo.

Con estas escenas, DuVernay –que reescribió el guión original del debutante Paul Webb– marca su aproximación a los eventos históricos que relata; retrata la negociación política, un poco de la manera reveladora –para un film hollywodense– en que lo hizo el Lincoln de Spielberg, como un espacio de conflictos pragmáticos; las libertades y derechos individuales como vías de entrada negociables a conquistas más grandes. La política como un terreno sucio en el que la burocracia puede costar vidas. Vidas como las de las chicas que, en otra de las escenas iniciales –todo el comienzo de Selma, los primeros quince minutos, es una intensa sucesión de eventos muy significativos que nos meten en el barro de la guerra racial que cruzaba a Estados Unidos en los sesenta–, en medio de una conversación espontánea e inocente, mueren en las escaleras de una iglesia en la que alguien ha detonado una bomba.

Al igual también que el Lincoln de Spielberg (y Daniel Day-Lewis), DuVernay ha buscado “humanizar” a su protagonista, sacarlo de la estampita escolar. “Había que encontrar al ser humano –explicó Oyelowo–. En eso corría con la ventaja de no ser norteamericano. Y no sé cómo interpretar a un ícono, pero tuve una gran experiencia formativa cuando trabajé en el Lincoln de Spielberg. Vi de cerca a Daniel Day-Lewis actuando y nunca vi a otro actor hacer esto, literalmente; te transportaba a 1865.” Selma hace bastante más que humanizar al ícono: consigue que el líder de la lucha por los derechos de los afroamericanos se convierta por primera vez en el protagonista de una producción importante de Hollywood.

La historia de Selma no es tan conocida fuera de Estados Unidos, pero se la considera un hito en la cronología de las luchas por los derechos de los afroamericanos. En la primavera del ’65, después de la frustrada reunión con Johnson, King intentó tres veces –junto a James Bevel y Hosea Williams– conducir una marcha pacífica del pueblo de Selma al de Montgomery, también en Alabama, a través del puente Edmund Pettus, en protesta por los impedimentos que se les estaban presentando a los ciudadanos negros para registrarse como sufragantes. Cuando la policía salió –bajo orden del gobernador George Wallace– a frenar estas marchas, Selma se convirtió en el espacio de una represión cruenta y, en poco tiempo, en el foco de atención sobre los problemas raciales en todo el país. El puente Edmund Pettus se convirtió a su vez en un espacio significativo de esta historia, por los eventos sangrientos de los que fue escenario, así como por haber sido bautizado en honor a un general confederado que fue también un líder del Ku Klux Klan.

Las escenas de violencia están narradas sin sensacionalismo pero con cierta fuerza dramática. La marcha nocturna es reprimida con especial ferocidad, y DuVernay filma la muerte de un muchacho de 26 años, Jimmie Lee Jackson, a quemarropa, por la bala de un policía, en el bar en el que intentaba refugiarse de los palos con su abuelo y su madre. La escena es uno de los puntos más álgidos de la película y motiva el encendido discurso en el que King –a quien Malcolm X llamaba por esos días “un nuevo Tío Tom”, por su propuesta de militancia “no violenta”– responsabilizaba por estas muertes tanto a las fuerzas represivas como a aquellos que no movían un dedo para frenar esta situación.

Con producción de Plan B Entertainment (la productora de Brad Pitt, que el año pasado estrenó 12 años de esclavitud) y de la estrella televisiva Oprah Winfrey (que tiene un papel secundario pero significativo en el film), Selma está nominada al Oscar más importante, el de Mejor película, y tiene otra nominación a la Mejor canción (“Glory”, de John Legend y Common), pero fue objeto de cierta polémica porque no quedaron nominados su directora –que sí tuvo una nominación al Globo de Oro– ni su actor protagónico, Oyelowo. “Nunca tuve demasiadas expectativas –dijo DuVernay–. No hay antecedentes de una mujer negra nominada al Oscar a Mejor directora, así que ¿por qué iba a pasar ahora? Pero sí me decepcionó que no lo propusieran a David; sé que es una de las grandes actuaciones del año, un retrato transformador de un líder que todos creen conocer, pero al que fue necesario bajar de un pedestal, de un modo en que se mete en tu ADN. En lo que a mí respecta, es suficientemente halagador que la gente piense que debería haber estado nominada, pero tengo bastante con haber conseguido hacer otra película.”

AVA, LA PRIMERA

Graduada en estudios afroamericanos de la Universidad de California (UCLA), y dedicada durante largos años al trabajo de prensa y publicidad para films ajenos, Ana DuVernay se enteró del proyecto Selma unos años atrás por medio de un productor que requirió sus servicios promocionales. En aquel momento iba a dirigirla Lee Daniels, el realizador de Preciosa, pero eventualmente Daniels abandonó el barco y se fue a hacer El mayordomo. DuVernay siempre sintió que tenía una conexión personal con la historia (“mi padre es de Alabama y mi madre trabaja en Selma hoy en día; cruza el puente Edmund Pettus todos los días: era demasiado como para resistirse”) y hace dos años se sintió preparada para hacerse cargo del rodaje.

Sin embargo, algunos personajes de la industria se siguen preguntando quién es esta mujer que se convirtió en la primera directora negra en ganar el premio a Mejor realizador en Sundance (por Middle of Nowhere, 2012) y fue hace un par de meses la primera directora negra nominada a un Globo de Oro, y cuya obra previa es prácticamente desconocida fuera de Estados Unidos. Ava Marie DuVernay nació en 1972 en Long Beach, California, pero pasó los veranos de su infancia en Alabama, en un pueblo justo en el camino entre Selma y Montgomery, los dos extremos de las marchas de King en el ’65. De chica, dice, “nunca tuve el deseo de ser una cineasta, no tenía conciencia de que podía haber mujeres negras haciendo películas”. Poco después de salir de la UCLA se dedicaría a trabajar en publicidad junto a varios grandes cineastas, en compañías como Fox y Savoy, hasta fundar The DuVernay Agency (DVA Media + Marketing, desde 1999); curtiéndose entre personajes como Spielberg, Eastwood, Michael Mann, Robert Rodriguez, Kevin Smith y Bill Condon. Estar cerca de esta gente, dice, le dio el ímpetu para intentar dirigir ella misma, e hizo sus primeros cortos a los 32 años, después de encontrarse una noche en medio de una calle californiana viendo a Mann dirigir escenas de Colateral, y diciéndose a sí misma: “Yo también tengo historias para contar; yo podría hacer esto”. Su primer largo fue el documental This Is the Life, la historia del movimiento artístico del Good Life Cafe, de Los Angeles. En 2011, hizo –en 15 días, una única locación y con menos de 50 mil dólares de presupuesto– su primer largo de ficción, I Will Follow, inspirada en la historia de la tía Denise Sexton, con quien Ava se mudó a una casa en la playa cuando a aquélla le diagnosticaron cáncer. Roger Ebert escribió de esta ópera prima que “era una de las mejores películas que había visto acerca de lidiar con la muerte de un ser querido”; hoy Ava le agradece a Ebert –el legendario crítico del Chicago Sun Times que murió de cáncer hace un par de años– por haberle dado un impulso decisivo a su carrera.

Ese mismo año produjo su segundo largo de ficción, Middle of Nowhere, protagonizado por Emayatzy Corinealdi y David Oyelowo, un acercamiento sensible a las vidas de mujeres que se quedan solas cuando sus maridos van a parar a la cárcel. Luego de estas experiencias exitosas, la ESPN le encargó un documental sobre la lucha de Venus Williams por la igualdad en la asignación de premios del torneo a hombres y mujeres (Venus Vs.); hace poco dirigió un episodio de la serie Scandal, la de Kerry Washington. Mientras hacía todo esto, un par de años atrás, ayudó a fundar el African-American Film Festival Releasing Movement, que se encarga de que las películas de autores y temática negra lleguen a las salas de exhibición.

Cuando, tras mil idas y vueltas, los productores finalmente dejaron Selma en manos de DuVernay, una de las primeras cosas que hizo la directora fue reescribir el guión original, que, dice, “era más un mano a mano entre Lyndon Johnson y King, y estaba más inclinado hacia el presidente. De modo que era otro Mississippi en llamas (el film de Alan Parker estrenado en 1988), en el que vemos la historia a través de los ojos de un salvador blanco, que es algo en lo que ni mi protagonista, David, ni yo estábamos interesados en hacer. Hubo que cambiar fuertemente el punto de vista, incluyendo lo que vemos del matrimonio entre King y Coretta”.

“Hay cineastas negros que dicen: no quiero ser considerado un cineasta negro, soy tan sólo un cineasta. Yo no lo veo así: yo soy una directora mujer y negra”, dice Ava. “Así como Una separación es la película de un varón iraní, y esa es la lente a través de la cual está narrada, mis películas están vistas a través de mi lente, y yo creo que es valioso que eso sea lo que ven todos. Así que me gusta hablar de todos van maravillosos cineastas negros independientes que hay hoy; muchos están haciendo un gran trabajo. Y me encanta hablar de los temas que tratamos como mujeres cineastas: es drástica la caída que se da entre el número de mujeres que hacen su segunda película y las que llegan a hacer una tercera, que es como de un cincuenta por ciento. Es algo en lo que tenemos que pensar, tanto los cineastas como los actores y los periodistas.”

EL OJO NEGRO

En un artículo titulado “En Selma, King es uno de varios héroes”, el crítico de The New York Times A. O. Scott elogia a DuVernay por capturar “la cruda y volátil realidad política de mediados de los sesenta, el coraje y el idealismo y el cálculo, las divisiones y rivalidades visibles e invisibles” y por no sólo dotar de humanidad y vulnerabilidad a King, sino por hacer del suyo un retrato grupal: “Selma contiene el germen de al menos otra docena de películas, un recordatorio de lo fértil que es la era de los derechos civiles y lo pobremente que ha sido explorada por la cultura popular. Spike Lee y Denzel Washington nos ofrecieron un buen Malcolm X (que acá aparece brevemente, interpretado por Nigel Thatch), ¿pero cuánto tiempo tendremos que esperar para una biopic dedicada a Bayard Rustin (Ruben Santiago-Hudson), Amelia Boynton (Lorraine Toussaint) o Andrew Young (Andre Holland)? ¿O a que un director se le anime a la historia del Comité de Coordinación de Estudiantes No Violentos, cuyas tensiones internas y su impaciencia con el Dr. King se hacen presentes acá en las discusiones entre James Forman (Trai Byers) y el futuro congresista John Lewis (Stephan James)? ¿Y dónde está la miniserie sobre Diane Nash (Ms. Thompson) y James Bevel (Common)? ¿Y la película sobre la amistad entre Martin Luther King y Ralph Abernathy? ¿Y el spin-off de Law & Order sobre la carrera del abogado del Departamento de Justicia John Doar (Alessandro Nivola)? Acá están todos ellos, en miniatura, pero Selma me volvió impaciente: ya quiero más”.

Ese es, después de todo –y aunque las nominaciones al Oscar la hayan dejado pasar de largo esta vez–, uno de los objetivos que buscaba DuVernay: “Mostrar a la gente real de Selma. No me gustan los dramas históricos sobre negros, así que no me limité a describir unas figuras sacadas de los libros, sino que intenté retratar personas verdaderas. A los hermanos y las hermanas que rodearon a King. Y a gente que enfrentó a la policía muchas veces no con una piedra en la mano, sino con sus manos detrás de sus cabezas”.

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