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Domingo, 14 de junio de 2015

LA HORA DE LA ESTRELLA

Personajes Empezó como música, mezclando merengue y electrónica y cautivó con su disco solista El juidero. Pero la dominicana Rita Indianaya no canta, aunque sigue siendo productora y musicalizadora: ahora se dedica con mayor exclusividad a escribir. Y al fin se distribuyen en Argentina, editados por Periférica, dos de sus libros más celebrados: Papi (2005) –una novela narrada por una niña hija de un padre narco– y Nombres y animales (2013), textos con elementos de autobiografía impregnados de Caribe, de ritmo y urgencia, de una infancia marcada por la realidad de República Dominicana.

 Por Salvador Biedma

Maldice? Tal vez un poco, apenas. El indicio lo dan los signos de exclamación cuando cuenta, vía mail, que se rompió su computadora y que por eso tarda en responder: escribe desde su teléfono celular, lucha con las teclitas de la pantalla. Está en San Juan de Puerto Rico. Frente a su casa, cuenta, “hay un montón de palmeras enanas y muchos gatos callejeros que tienen a nuestra perra al borde de un ataque de nervios”. El “nuestra” incluye a su compañera y a sus hijos.

Hace unos años, el nombre de Rita Indiana corrió de boca en boca en ciertos círculos de Buenos Aires. Algunos se sentían iluminados por un descubrimiento y buscaban contagiar ese entusiasmo: mostraban las canciones en YouTube, ofrecían fotocopiar las fotocopias de los libros. El ritmo pegadizo, imparable de la novela Papi y del disco El juidero cautivaron muy rápido a un público de distintas latitudes.

La intensidad del descubrimiento ya pasó. A la artista de culto le tocó la hora de la estrella. Escribe con regularidad una interesante columna en el diario español El País, Ceci Bastida y Julieta Venegas versionaron juntas la canción “La Sofi”, Calle 13 le confió el guión de un documental y muchísimas reseñas mostraron admiración por la cadencia callejera de Papi (tal vez podría pensarse un parentesco lejano con El asco, de Castellanos Moya).

Rita Indiana, nacida y criada en Santo Domingo, explica la casi inmediata repercusión internacional de El juidero y Papi diciendo que “ambos proyectos tienen largo alcance porque hablan desde lo popular”. Antes de El juidero (2010), había formado con Raina Mast el dúo Miti Miti, que sacó un único disco, elegido por el diario neoyorquino Daily News entre las cinco joyas de la música indie latinoamericana de 2008.

El estilo de sus canciones, mezcla de merengue y electrónica con muchos otros ingredientes (y, por momentos, un disfraz naïf), empezó a tomar forma a fines de los ’90. En Santo Domingo se hacían pequeñas fiestas con disc-jockeys que llegaban de Europa o Estados Unidos y a Rita Indiana se le ocurrió la posibilidad de unir esa música con estilos tradicionales dominicanos. “Una especie de viaje al pasado en una nave espacial”, define. Como en su literatura, combinó “ruptura y rescate”, un ritmo arrollador y un amplio abanico de lenguaje callejero.

Ya no canta. “La cantante está muerta, pero la productora musical está viva, musicalizando películas, comerciales y contenido web.” Y, mientras en España acaba de salir su cuarta novela, empiezan a distribuir en Argentina sus dos libros anteriores: Papi (2005) y Nombres y animales (2013), editados en España por el sello Periférica.

“Papi es como Jason, el de Viernes 13. O como Freddy Krueger. Más como Jason que como Freddy Krueger. Cuando una menos lo espera se aparece. Yo a veces hasta oigo la musiquita de terror y me pongo contenta porque sé que puede ser él”, dice el tantas veces citado inicio de Papi. La narradora es una chica de alrededor de ocho años. Papi, su padre, es un mafioso narco deseado por todas las mujeres, incluida su hija, que vive pendiente de él. La voz de una chica, el mundo narco y la realidad dominicana (“el dictador Trujillo entró en el libro de los récords como la persona que se levantó más estatuas a sí misma”, cuenta) permiten una constante exageración, retroalimentada por la urgencia del ritmo y el lenguaje.

Nombres y animales también está narrado por una chica, ya más grande, preadolescente. Los padres viajan a Europa y ella se queda con sus tíos, haciendo de asistente en la veterinaria que manejan. Durante las horas muertas, busca obsesivamente el nombre que le vaya mejor a un gato. Su tía Celia, una arquitecta prestigiosa, intenta manejar todo con mano de hierro, contrata a haitianos ilegales y espera que la narradora vigile a su marido en la tienda.

Difícil no ver en la novela una crítica a la sociedad dominicana y al rol de algunas mujeres en relación con el machismo. “Las mujeres son las que engrasan la máquina patriarcal”, asegura. Cada capítulo de Nombres y animales se inicia con un epígrafe en inglés tomado –aunque no se aclara la fuente– de La isla del doctor Moreau. La elección no parece casual: República Dominicana y Haití comparten la isla La Española, al sudeste de Cuba.

La editorial Periférica ya anunció que va a publicar también la primera novela de la escritora, La estrategia de Chochueca, aparecida originalmente en el año 2000. Al igual que las dos siguientes, está narrada por una chica. Abandonó el recurso para su último libro, La mucama de Ominculé, que transcurre en 2027. “Necesité la trilogía inicial para deshacerme de la niña, de vivencias que me eran muy cercanas”, afirma.

Sin duda, los padres ausentes de las primeras novelas guardan un vínculo con su propia historia. El papá de Rita vivía en Estados Unidos mientras ella cursaba en una escuela católica de Dominicana y fue asesinado en el Bronx en 1989 (ella tenía doce años). No era un narco como el de Papi, sí un comerciante que se había metido en negocios turbios. Y, según lo ha definido la hija, “un machote dominicano”.

Pese a las repercusiones que tuvo esa novela, Rita cree que Papi todavía tiene un camino por recorrer: ahora empieza a conocerse de manera más cuidada en Sudamérica, donde –cree– va a encontrar “lectores que comparten los referentes de la cultura popular y el mundo afectivo generacional” presentes en el libro.

Muy delgada, altísima (mide 1,90), la escritora, música y performer se desmarca de una etiqueta con la que muchas veces la catalogan: “No soy una militante en el sentido caricaturesco o extremista que se le suele dar al término. Soy un ser humano que quiere compartir su visión de mundo. Si esa perspectiva consigue sensibilizarte, pues me siento más que satisfecha”.

Dicho esto, seguramente da un vistazo a las palmeras enanas frente a su casa antes de retomar la lectura del libro que lleva entre manos estos días: Contra la democracia, una antología de textos políticos de Fernando Pessoa.

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Imagen: Catalina Sierra
 
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