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Domingo, 14 de junio de 2015

MúSICA LA BANDA QUE DESLUMBRA AL INDIE CON SUS SHOWS EN VIVO: LOS RUSOS HIJOS DE PUTA

EL AMOR Y LA RABIA

 Por Walter Lezcano

La noche siguiente a la multitudinaria marcha bajo la consigna Ni una menos, en una casona del barrio de Boedo donde viven cinco personas, Luludot Viento, también conocida como la Rusa, prepara unos cubanitos de chocolate que tiene que entregar en unas horas y Julián Desbats abre una cerveza y usa el celular para combinar con sus compañeros de grupo el próximo ensayo. Son una pareja, cantante y guitarrista respectivamente, que se ganan la vida como pueden mientras preparan el show más importante de su carrera: la presentación de su segundo trabajo: La rabia que sentimos es el amor que nos quitan. Este es el backstage de una banda independiente que está llamando la atención del under, y del mainstream también, por la incandescencia y la fuerza de sus presentaciones en vivo. Se trata de Los Rusos Hijos de Puta.

Todo empieza en la ciudad de Zárate, donde un par de jóvenes enamorados del rock se sentían insatisfechos con el lugar en el que vivían porque no había mucho que hacer. Cuenta la Rusa: “Allá el centro es una manzana. Los pibes tienen una moto o caminan. Y la actividad es de seis a diez de la noche y te sentás a ver cómo dan vueltas los chicos por la plaza. Y, obviamente, te das cuenta quién es de tu palo y quién no. A mí me gustaba este roñoso, medio hippie, con la guitarra a cuesta, pelo largo, cara de malo. Yo tenía dieciséis”. Se refiere a Julián Desbats, que tenía veinte años por ese entonces y que tocaba la guitarra desde los catorce, cuando había quedado fascinado con Los Beatles y Sui Generis. Y fue él quien tomó la iniciativa de abandonar el lugar en el que siempre habían estado: “Nos queríamos ir de lo plano que era todo en Zárate. Yo fui el primero que se vino para acá y me metí a estudiar dibujo en Bellas Artes. Pero al poco tiempo dejé porque me aburrí. Estuve años diciéndole a mi viejo que estudiaba. Lo que hacía en verdad era grabar canciones con amigos. Al toque se vino la Rusa”. Luludot Viento había entrado al rock en su adolescencia: “Yo empecé tocando el piano por Charly García, era fanática. También me gustaba Fito Páez, pero más Charly. Y la forma que veía de acercarme a él era tocando el piano. Después me metí en un conservatorio de música clásica a los 14 años. Pero me aburrí, no porque desprecie la música clásica sino porque eran muchas horas de estudio y yo tenía otro tipo de urgencia. Y cuando vine a Buenos Aires me metí en teatro, nada que ver”.

Las horas en Buenos Aires pasaban muy lentas para Luludot Viento. Así que resurgieron en ella las ganas de estar en relación directa con la música: “Estaba muy metida con el teatro. Y como el piano lo tenía en Zárate no estaba en contacto con ningún instrumento. Ahí empecé con la guitarra, que me regaló Julián, y a componer. Yo cuidaba a una nena en esa época. Me ponía a tocar y a la nena le encantaba. Así surgieron las primeras canciones”.

Así fue como, siete años después de vivir en Buenos Aires, Luludot y Julián decidieron empezar a tocar juntos. Ese fue el comienzo y no era más que un proyecto: divertirse, sacarse de adentro algunas heridas. Y empezaron los ensayos. Julián, a medida que las iba tocando, se enamoró de las canciones de Luludot y entre los dos decidieron que tenían que formar una banda. Ahí se sumaron Santi

Dirrheimer en bajo y Flor Mazzone en batería, que era la dueña de la sala de ensayo donde ellos probaban sus temas, y nacieron al mundo Los Rusos Hijos de Puta.

Hola se llamó el primer disco, y fue producido de manera independiente y subido al perfil de Bandcamp de la banda. Nació frente a una necesidad muy concreta. Explica la Rusa: “Pasa que queríamos meter fechas y tocar. No nos resultó fácil. Más con el nombre que teníamos. Y nos pedían escuchar algo y no había nada grabado. La grabación fue genial. Aprendimos todo en el momento. Estábamos muy seguros del material. Además pasó algo inesperado: Hola tuvo cierta repercusión en México. Nos hicieron notas de medios de allá y nos invitan a tocar. Y ahí se va Santi Dirrheimer y entra Santi Mazzanti. Y nos fuimos”.

A México llegaron con un show armado: lista de temas, ropa, actitud. Siempre supieron, por la influencia teatral de los integrantes, que la indumentaria tenía que ser funcional a su propuesta eléctrica: “Como una oposición a la moda o para generar personajes. Somos de amar a Bowie también. Es decir, queríamos el flash entero”, dice Julián Desbats.

Volvieron de esa gira azteca con varios temas. E inmediatamente se metieron a grabar un nuevo disco. A fines del 2014 apareció La rabia que sentimos es el amor que nos quitan. Dice la Rusa: “El título salió después de grabar las canciones. Habla del mundo, de las injusticias, lo que no nos gusta, de lo patético del ser humano. Todo eso nos hacía pensar en lo que nos rodeaba y que podía ser un poco más lindo ese entorno”. Si en el primer disco Los Rusos jugaban con el espíritu pop motorizado con sonoridad rockeras y cierto coqueteo psicodélico, este disco profundiza la propuesta y se afianzan en el pulso expansivo: se trata de abrir las posibilidades sónicas e imprevisibles de las canciones. Pero a esta banda no les gustan las etiquetas. Así lo expresa Julián: “Para mí no hay un límite musical. Siempre te catalogan por lo que hacés o lo que creen que sos. Hay un trasfondo que no se conoce y es que nosotros somos expedicionarios musicales, no le hacemos asco a nada. El arte se divide en te conmueve o no te conmueve”.

Los Rusos Hijos de Puta se disponen a presentar este nuevo trabajo. Están con muchas sensaciones encontradas. Sin embargo, ellos saben que el rock es algo más que alcanzar cierto grado de confort o éxito. Ellos tienen una misión. En palabras de la Rusa: “La palabra revolución está un poco pasada de moda pero a mí me encanta. Estar en esta banda es nuestra forma de resistencia: buscar la libertad, la independencia. Ser libres y hacer lo que queremos”.

Los Rusos Hijos de Puta se presentan el 10 de julio a las 24 en Uniclub, Guardia Vieja 3360, junto a Krupoviesa y Mi amigo invencible.

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Imagen: Nora Lezano
 
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