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Domingo, 12 de julio de 2015

PERSONAJES CóMO CRECER EN PúBLICO SEGúN LA SúPER ESTRELLA DE 22 AñOS MILEY CYRUS

CON LA LENGUA AFUERA

 Por Micaela Ortelli

Miley Cyrus ya no puede soportar ver gente durmiendo en la calle. Hace poco le dijo a la revista Papermag: “El otro día estaba vestida de mariposa para un show, con alas y stickers en los pezones, y pensaba: ‘¿Cómo puede ser justo? ¿Cómo tengo tanta suerte’?”. El año pasado a su Premio MTV por el video de Wrecking Ball lo recibió en su nombre Jesse Helt, un chico que conoció en un refugio de Los Angeles. Todavía no existía su fundación Happy Hippie, que fue la reacción al suicidio de la adolescente trans Leelah Alcorn en diciembre. Los datos son que 1,6 millones de jóvenes viven en situación de calle en Estados Unidos, y un 40% de ellos se identifica como LGBT. Semanas atrás, Miley –que tiene 22 años– recibió un premio de la prestigiosa ONG amfAR, dedicada a la investigación sobre el SIDA. Hoy para ella no tiene sentido ser famosa si no sirve para algo más importante que alimentar el ego.

Al principio no se entendió. “Todo el mundo cree conocer a esta chica, pero yo les diría que no se engañen”, dice Pharrell Williams en el documental Miley: The Movement. Es un clásico de MTV mostrar cómo las estrellas se preparan para su show en los VMA, el más popular de los eventos consagratorios. En la edición de 2013, Miley –para muchos todavía Hannah Montana– le hizo twerking al cantante Robin Thicke y patentó el gesto de sacar la lengua para el costado. Al respecto, los superados cambiaron de canal –otra ídola teen que creció, nada nuevo por aquí– y el resto del mundo –incluidos los odiadores– marcó un record de 306 mil tuits por minuto sobre la indecente performance.

El destape de Miley –nacida y criada en Nashville, Tennessee– recordó al de Britney Spears cuando apareció “I’m a Slave For You”, ese hit jadeante que toda chica de la época (comienzos de los 2000) cantó. Britney estaba en su mejor momento: espléndida y apañada; después las cosas empezaron a salirle mal y el periodismo de espectáculos se dedicó a destruirla paso a paso. Mirada con desinterés, Miley era un nuevo ejemplar de la fórmula más simple y efectiva para despegarse del público infantil: sexualizarse de buenas a primeras. Pareció un arrebato y no una estrategia, como es evidente en Taylor Swift y su actual elegante transición al mundo de los adultos.

“Creo que si la gente viera los detalles se daría cuenta de que no soy tan caótica, que en realidad lo tengo todo planeado”, dice Miley, que nunca vivió fuera de la industria del pop. Nació el año en que su padre, Billy Ray Cyrus, se hacía famoso con la canción “Achy Breaking Heart” (todo el mundo la conoce); es ahijada de la diva del country Dolly Parton. Debutó como actriz en la serie Doc, donde actuaba su padre, y fue la pequeña Ruthie en El Gran Pez. En 2006, cuando se convirtió en Hanna Montana –personaje que hizo recaudar a Disney más de mil millones de dólares–, tenía 14 años.

En los cinco que duró la serie, además, grabó tres discos y protagonizó dos películas. Y a decir verdad, para no ser naturalmente una chica modosita, podría haberse comportado mucho peor en ese tiempo –hizo una producción sensual para Vanity Fair, se la vio fumando de un bong y bailó en el caño en un Teen Choice Awards, no mayores escándalos–. Cuando terminó sus obligaciones con Disney y Hollywood Records contrató al mismo manager que Britney. Durante la filmación de La última canción (2010) había decidido que en adelante se dedicaría sólo a la música, y aunque no tenía del todo claro cómo quería sonar, invitó a trabajar al productor Mike Will Made It, que lo hace sobre todo con raperos (ahora es amiga de los fumones Snoop y Wiz Khalifa). A Pharrell Williams lo conoció por iniciativa de él, que la amó cuando escuchó su versión de “Jolene”, un clásico de Dolly Parton. “A lo largo de todo este proceso le dije ‘sí, hacé lo que quieras, seguí haciendo lo que tengas ganas’”, cuenta él en el documental de MTV. En ese caso particular Miley le había pedido opinión respecto de cortarse y teñirse el pelo.

Porque al cambio hay que verlo, piensa ella, no basta con sentirlo. En unos minutos de documental el primer single de Bangerz (2013) –el último disco, lo presentó en Buenos Aires en octubre– pasa del puesto 181 al primero en iTunes. “We Can’t Stop” es un hit fino, que celebra estar de fiesta sin ruidos gomosos ni estridencias: en cámara lenta. Que la canción haya triunfado le dio mucha confianza: “Ahora no va a estar mi cara ni mi nombre en nada que no sea parte del movimiento”. Para Miley esta nueva etapa no tiene que ver con una transición sino con el movimiento permanente que implica crecer y cambiar: “Nunca sabés quién vas a ser”, dice.

En Papermag cuenta que se hizo vegana cuando un coyote le mató al perro, y ahora siente que tiene que dar el ejemplo y no consumir productos animales. Habla de su sexualidad: dice que está abierta a involucrarse con cualquier ser humano mayor de edad (salió con el actor Liam Hemsworth y menos tiempo con Patrick Schwarzenegger, el hijo de Arnold; pero hace unos días se la vio besándose con la modelo de Victoria’s Secret Stella Maxwell y parece que ya son novias). A las fotos de la nota las hizo desnuda, pero las imágenes no son sensuales –está enchastrada con un cerdo o rígida como una muñequita–. Miley no busca mostrarse linda: se expone porque el mundo necesita ver más pechos pequeños y axilas femeninas sin depilar.

Y más allá de todo, está la música. Como otras pop stars jóvenes que sorprendieron –Lana Del Rey, Sky Ferreira–, Miley logró un disco distinguido. Lo mejor de ella es que prioriza en la canción y no en sonar inconfundible: en la balada “FU”, con el MC French Montana, le falta el piano para ser Annie Lennox; en “On My Own”, con producción de Pharrell, es una jovial Janet Jackson. En formato acústico se aprecia bien cómo siempre adecua su increíble voz a la situación (ver las sesiones que grabó para el lanzamiento de Happy Hippie, la fundación). Colabora con los mimados del indie Flaming Lips: hicieron juntos covers increíbles de los Beatles más psicodélicos y con Wayne Coyne planean un disco que ya tiene un primer single, “Tiger Dreams”. Para su MTV Unplugged –donde participó Madonna– se vistió con jeans grandes y corpiño: era Sinead O’Connor en el ’90. De hecho, Miley homenajeó el video de “Nothing Compares 2 U” en el de “Wrecking Ball”, donde se le caen las lágrimas en primer plano. Pero, también, ahí se balancea desnuda sobre una bola de demolición (lo dirigió el cachondo y controversial Terry Richardson), por eso a Sinead le molestó que dijera que se inspiró justamente en ella para eso. Le escribió una carta pública, amorosa y sermonera, como si fuera la madre: que no se deje usar, dice, que tiene talento, no le hace falta desnudarse. Miley le respondió por Twitter: que no tenía tiempo de escribirle una carta porque esa semana se presentaba en Saturday Night Live, pero que podían juntarse a charlar en algún momento. Y una carita feliz.

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