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Domingo, 1 de noviembre de 2015

FOTOGRAFíA > DAVID SISSO

UN LUGAR LEJANO

A contrapelo de su trabajo como fotoperiodista, David Sisso eligió para su nueva muestra, Tierra vacía, una aproximación a la naturaleza a través de veintitrés fotos redondas, que se desvían del tradicional encuadre rectangular, invocando otro tipo de percepción. La belleza clásica de un atardecer o de un bosque despoblado sugiere el tiempo detenido, cierta intimidad, un clima donde la civilización parece distante y olvidada. Y la fotografía es concebida menos como representación que como evocación, cerca de la memoria y el sueño.

 Por Eugenia Viña

Cuentan que en 1888 Marx festejaba en Alemania su mayoría de edad, mientras en Nueva York George Eastman lanzaba al mercado la primera cámara fotográfica –Kodak– generando una nueva política de la memoria, industrial y masiva. Los pintores ya habían logrado sacarse de encima la pesada herencia de ocuparse de la “realidad” y sus representaciones. Pero una vez desnudada su imposibilidad, y luego de que éste nuevo descubrimiento intentara apropiarse de las apariencias y sus supuestas verdades, la interpretación le ganó a los hechos y la fotografía se transformó en una captura de experiencias.

David Sisso (San Luis, 1968) en Tierra vacía, juega con todas esas categorías a través de veintitrés fotos redondas, que se desvían del tradicional encuadre rectangular, invocando otro tipo de percepción, y donde la gracia no (sólo) está en belleza clásica de un atardecer furioso o en un idílico puente de madera sobre una arroyo bañado por una lluvia de flores secas, sino en la gran oración que conforman todas las imágenes juntas.

Sisso explica: “Me interesa más la evocación que la exactitud. Los procesos por los cuales la memoria corta, edita, corrige y resignifica.”

A contrapelo de su trabajo profesional como fotoperiodista y editor –con los que ganó numerosos reconocimientos nacionales e internacionales– no hay intención de testimoniar como un objetivo en sí mismo, ni de detener en el tiempo momentos reveladores. Son imágenes construidas a través de la línea, fotos como palabras, en las que se respira un aire de intimidad.

Paisajes, en su mayoría aéreos, distintos tiempos y espacios de la naturaleza, que se proponen como escenas, o como dice Sisso, climas: “Aparecen temas o cuestiones livianas, terrenales o que alguien podría considerar banales. Es cierta ironía sobre mi propio trabajo. No son paisajes, son climas. Es en la insistencia de esos climas donde aparece el sentido. Al comienzo puede parecer de lectura fácil, pero lo que sucede no está en el aislamiento de cada foto sino en la relación que hay entre ellas. Como en un recuerdo, como en el lenguaje.”

Si lo que vemos es lo que nos mira, la tierra para el fotógrafo se erige como un lugar lejano y despoblado, con el semblante propio de lo bello y lo sublime, en el que los rasgos humanos y las huellas de la civilización, aparecen como ajenos: barcos y luces transformados en pequeñas geometrías coloreadas, juguetes mirados desde el aire, haciendo de cada foto una mirada, circular y perfecta, como un ojo de pájaro.

La mirada lejana genera cierto extrañamiento y la abundancia de climas dejan de manifiesto la ausencia de un tema. Sisso explica que trata intencionalmente “de abandonar la búsqueda de un tema. Fracaso, me traiciono. Tengo mis restricciones.”

En el recorrido, en un dispositivo con auriculares se presentan tres planos en video, reproducidos en loop, con banda sonora del propio artista. Allí se suceden tres momentos, que comienzan con una suave pero persistente tormenta de nieve cayendo sobre un edificio. Copos, papel picado, pequeñísimos hielos que caen sobre una ventana, adornando mientras congelan. Luego autos y barcos donde el humo que desprenden se mimetiza con las nubes, y en el tercer plano nuevamente el puente sobre el río idílico inundado por panaderos.

Algo siempre cae del cielo o sale de la misma tierra. Nieve, humo, nubes, rayos de luz. Los pocos rasgos humanos que aparecen se mimetizan con la naturaleza, que a pesar de ser mirada, continúa vacía.

Ni la sencilla casa de madera de la isla ni el edificio de ladrillos fuertes se ven invadidos por luces o artificios. Alguien los mira desde afuera, presente pero lejano, como mira también las grietas en la tierra, los hilos de agua, el horizonte infinito y el rayo de luz: líneas que se atrapan desde el movimiento continuo de un viaje.

En un momento, la mirada frontal: hay una casa, también hay una puerta, miradas desde afuera. Lo enorme se transforma en pequeño, las cosas devienen formas, tal vez emparentado con una vivencia de la infancia: “Yo nací en los bordes de la ciudad de San Luis. El límite estaba presente, tanto en relación a los turistas, lo extraño que aparece de repente, como a la abundancia de tierra. Horizontes eternos. Tal vez un tema familiar, mis viejos construyeron durante toda mi infancia una casa, ‘la casa’, que nunca se terminó; fue un proyecto, nunca se llegó a esa casa deseada”.

Imagenes, círculos como palabras, donde el significado es el resultado de la relación entre las partes, fotos como enormes pins en los que se consagra la belleza simple de lo cotidiano, fotos como ficciones, en las que la copa de una montaña encerrada por nubes aparece con la delicada fuerza de una tinta china oriental.

Sisso cuenta que “El entenado, de Saer, fue para mí una inspiración. Habla sobre el choque de culturas. No precisa ni lugar ni tiempo. Eso me gusta. El límite o la dificultad para comunicar algo del todo, la parte oscura y volátil del lenguaje, y también romper con una cuestión que históricamente se le asignó a la fotografía, la función de representar. A mí me gusta más que evoque, que quede del lado de la memoria y el sueño. La repetición como recurso retórico y lo técnico aplicado sobre cierta banalidad, cierta temática intrascendente, me ayudan a caminar por ese camino. La reiteración acerca el sentido, la acumulación da un nuevo valor. Las fotos tienen que ir juntas, sino no lo cuentan. El soporte queda al servicio del discurso.”

Los párpados del ojo de pájaro caen por momentos como papeles de seda, velando algo del tono y de lo que aparece, como en un juego en el que la política del ascetismo invita una poética del recuerdo y la ensoñación.

Tierra vacía de David Sisso se puede ver en Espacio 37, El Salvador 4607. Hasta el 27 de noviembre. Tierra vacía fue elegido finalista del premio Felifa 2015 de la Feria del Libro de Fotos de Autor, que va del 5 al 8 de noviembre de 2015 en Central Newbery, Buenos Aires.

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