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Domingo, 22 de noviembre de 2015

ARTE > MIGRACIONES EN EL ARTE CONTEMPORáNEO

SEIS MIL MILLONES DE OTROS

Hasta fin de año se puede visitar la muestra Migraciones en el arte contemporáneo que con obras de artistas de Argentina, Francia, Irán, Italia, Guatemala, Turquía, Israel, Brasil, Camerún, entre otros países, se centra en la tan medular (y actual) problemática de la migración y los refugiados. Desde ahí reflexiona sobre la escena artística contemporánea cada vez más globalizada y se pregunta cuál es el lugar del arte ante el imparable flujo de personas que cruzan desesperadamente fronteras en busca ya no de una vida mejor, sino de una vida posible.

 Por  Marina Oybin

En el antiguo Hotel de Inmigrantes, hoy Centro de Arte Contemporáneo del Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref), la imperdible muestra Migraciones en el arte contemporáneo lleva sin escala a un mundo hecho a golpe de desgarro, ilusión, tiempo suspendido. La muestra reúne videoinstalaciones, fotografías, instalaciones performáticas, videos y objetos de artistas de Argentina, Francia, Irán, Italia, República Checa, Guatemala, Turquía, Israel, Polonia, Brasil, España, Camerún, entre otros países.

Hay obras realizadas especialmente para la exposición; otras pertenecen a colecciones del Centro Pompidou (París), Leila Heller (Nueva York/Dubai), Rampa Istanbul Art Gallery, Sfeir-Semler Gallery (Beirut/ Hamburg), entre otras. Con curaduría de Diana Wechsler, la exposición se centra en la migración para reflexionar sobre la escena artística contemporánea cada vez más globalizada. “Pensando en los migrantes que avanzan sobre las fronteras buscando mejores condiciones de vida, esta muestra busca responder cuál es el lugar del arte contemporáneo. En todas las obras ronda la pregunta: ‘¿Quién está dónde?, ¿quiénes son los otros?, ¿en qué momento nosotros somos los otros?’”, explica Wechsler.

UNIFORME DE CLAUDIA CASARINO, PARAGUAY.

La imagen de un chico migrante sirio muerto en una playa turca dio la vuelta al mundo: condensó un drama actual que la foto convirtió en puñetazo. Aquí, en Puerto Madero, en el antiguo Hotel de Inmigrantes, el clima es silencioso. Todo está hecho a otra escala: dimensiones monumentales para un sitio que recibió a miles de personas que llegaron de Europa. Desde los ventanales, se ve el río: una compañía constante.

La inolvidable muestra Migraciones en el arte contemporáneo interpela a cada paso, habla de fronteras que obligan a definir el lugar propio y ajeno. Si bien el montaje está estructurado en ejes conceptuales y temáticos, no hay textos en sala para evitar condicionar la mirada del espectador. “Hula de alambres de púa”, de la artista israelí Sigalit Landau, es un video en loop de una mujer desnuda a orillas del mar: baila el hula hula con un aro de alambre de púa que desgarra una y otra vez su cuerpo. Jamás se ve su rostro. Cerca, uno se encuentra con un diccionario de inglés en el que el artista palestino Khalil Rabah incrustó clavos hasta dejar sólo visible la definición de la palabra “philistine”. Obturó la posibilidad de leer cualquier otra palabra y, por tanto, de comprender el lenguaje, de rozar una cosmovisión diferente. Hay también un site specific alambrado, inaccesible, de Catalina Swinburn. Se escucha el sonido incansable del mar del bello video “Proyecto Pharus– Atlántico Sur”, de Matilde Marín, con eje en el faro del Fin del Mundo.

En 1991, Gabriele Basilico y Fouad Elkoury, junto con pesos pesados de la fotografía como Robert Frank, Josef Koudelka, René Burri y Raymond Depardon, fueron convocados por la Fundación Rafik Hariri para documentar Beirut, una ciudad en ruinas, perforada por las balas de quince años de Guerra Civil. Las fotografías del italiano Basilico y de Fouad Elkoury, nacido en Francia, son como escenas de películas que calan profundo. En blanco y negro, despojadas y bellas, logran captar una ciudad fantasmal. Basilico la recorrió buscando evadir la dramatización. Ninguna de las fotos o videos que se exhiben en la muestra son sólo documentales: la mirada del artista irrumpe en primer plano.

“Bambi en Chernobyl” es la hipnótica videoinstalación de la artista polaca Angelika Markul con exquisita música compuesta por Franck Krawczyk. Markul, que este año expuso en el Museo Nacional de Arte de China, vive y trabaja en Francia y Polonia. Con impecable montaje, el video dura algo más de diez minutos: Markul registró el estado de Chernobyl –hoy deshabitada, claro, por las migraciones forzosas–. En este sitio contaminado que recién podrá habitarse en 500 años, la artista logró acercarse más de lo permitido para capturar imágenes que quedan grabadas en la retina.

HULA DE ALAMBRES DE PUA, DE SIGALIT LANDAU, ISRAEL.

Las condiciones de vida de los migrantes aparecen con fuerza en la instalación performática “Escalando hacia abajo”, del camerunés Barthélémy Toguo. Seis cuchetas evidencian la miseria del migrante: esas camas peligrosamente apiladas y las bolsas donde caben todas sus pertenencias sintetizan la precaria y paradojal intimidad siempre compartida con desconocidos. “Hermana” es un video en tres pantallas de la artista guatemalteca Regina José Galindo. Galindo se somete al trato que le dan en su país al personal de servicio. Una indígena toma el rol de patrón: escupe, azota y cachetea a una Galindo inmutable. Hay ahí fronteras simbólicas y culturales, distancias sociales irreparables que deshumanizan al otro. En la instalación “Uniforme”, la artista paraguaya Claudia Casarino reflexiona sobre las fronteras permeables de Argentina con Paraguay y Brasil, y sobre las condiciones de trabajo que padecen los migrantes ilegales vueltos cuerpos invisibilizados, sin derechos laborales.

“Océano” es una fabulosa barcaza que el artista argentino Hugo Aveta construyó con el piano de una mujer que aceptó subir a un barco para venir a nuestras pampas a principios del siglo XX con la condición de que también llevaran a su amado piano. La dama murió en el viaje; el piano llegó a destino. Aveta encontró ese piano con historia, modificó su mecanismo interno: quitó el percutor y colocó objetos que golpean el arpa. Con ese sonido increíble, uno avanza en viaje trágico.

Con films súper 8 digitalizados, en “Catálogo de gestos”, la artista francesa Natacha Nisic muestra distintas acciones que trascienden fronteras y condición social. Desde 1995, Nisic filma en Asia y en el Norte de Francia. “Cuando se vive en situaciones de precariedad, el conjunto de todos los pequeños gestos, como por ejemplo lavarse, frotarse las manos o acariciar, toman un sentido de una gran intensidad, califican a la humanidad”, dice Nisic.

Una de las perlitas de la muestra es la fotografía con formato de retablo de Reza Aramesh, reconocido artista iraní que vive en Londres. Su obra integra colecciones privadas y públicas en todo el mundo. Organizó performances en la Tate y en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres. Hizo proyectos en plazas públicas, clubes nocturnos y depósitos industriales. Uno de sus videos fue seleccionado para la actual edición de la Bienal de Venecia. Con dos fotos que tomó en distintos momentos, Aramesh hace un potente fotomontaje: sitúa en el esplendor de la galería de los espejos del Palacio de Versalles a un grupo de palestinos que esperan en el Cruce Erez, para intentar huir de Gaza. Tirados en el piso y con la mirada ausente, los hombres aguardan en la deslumbrante galería de los espejos, que, tras la victoria sobre las potencias aliadas, exalta el éxito político, económico y artístico de Francia.

KHALIL RABAH, PALESTINA.

Las fotografías que se exhiben por primera vez y el video de la artista franco marroquí Leila Alaoui son inolvidables. Alaoui se sumó al recorrido de un grupo de marroquíes para llegar a España. En su videoinstalación “Crossings” (Travesías), Alaoui nos pone en la piel de estos migrantes, nos muestra su punto de vista durante un viaje siempre incierto, recostados en la parte de atrás de una camioneta. Si bien Alaoui actúa como observadora participante, el resultado no es documental: siempre prevalece la dimensión estética. La fotógrafa, que llegó a publicar en The New York Times, acompañó a migrantes también en Medio Oriente.

“Es muy difícil cruzar la frontera entre España y Marruecos: hay que tomar rutas complicadas, con pasadores a los que hay que pagar”, cuenta Alaoui a Radar. “En Marruecos, los migrantes son reprimidos por la policía y por la población. Las autoridades no quieren que periodistas y fotógrafos muestren esa imagen del país”, dice Aloui. Y agrega: “Pasé mucho tiempo con ellos, confiaron en mí, son mis amigos. Quise mostrar al migrante de manera más digna, sin victimizarlo”.

A Rabat llegan migrantes de Senegal, Nigeria, Mali, Camerún, El Congo. Alaoui pasó tres meses en Rabat con un grupo de migrantes subsaharianos con los que estableció un fuerte vínculo y quedó en contacto vía Facebook. “Al final del video se escucha la voz de un hombre, dice que quiere morir. Esta persona me llamó hace poco y me contó que logró volver a su país. Pero la mayoría todavía está en Marruecos o están intentando volver a su país. El camino de regreso es muy duro: les lleva tres o cuatro meses y tienen que pagarles nuevamente a los pasadores. Trabajan en campos en los que son explotados: les pagan un dólar por día. Muchos no pueden regresar y aún están mendigando en villas miserias de Marruecos”, dice la artista.

Alaoui recuerda aquel día en que salvó la vida de uno de ellos: “Un joven de una de las fotos había sido agredido, estaba por morir en la calle. Sus amigos me llamaron y logré llevarlo en mi auto a un hospital cerca del barrio peligroso en el que vivían en Marruecos”. Sus fotos en gran formato son primerísimos planos cerrados de los rostros de esos migrantes. Con luz teatral, hombres y mujeres posan plácidamente. Son retratos muy bellos que ponen el foco en la singularidad de cada uno de ellos: la cicatriz imborrable, la piel, la mirada. Reponen la humanidad que les ha sido negada.

La muestra Migraciones en el arte contemporáneo puede visitarse en el Centro de Arte Contemporáneo, sede Hotel de Inmigrantes (Muntref), en Av. Antártida Argentina 1355 (entre Dirección Nacional de Migraciones y Buquebus) de martes a domingos de 12 a 20 hasta el 31 de diciembre.

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