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Domingo, 10 de enero de 2016

PERSONAJES LA SUTILEZA Y LA VORACIDAD DE LA ACTRIZ JULIETA VALLINA

ELEGANTE Y PUNK

 Por Agustina Muñoz

Julieta Vallina fue parte importante del cambio generacional, estético y conceptual que abrió una nueva forma de hacer teatro en Argentina a fines de los noventa y dos mil. Primero con el Periférico de Objetos y después formando parte de muchas de las obras más emblemáticas de Daniel Veronese, su voz, su cuerpo y su manera de estar presente en escena permanece inseparable de la fascinación que despertaron obras como Monteverdi, método bélico o Mujeres soñaron caballos. Había algo en esa actriz que dejaba perplejos a los que pudieron verla en sus comienzos, en obras que hacían entender que algo nuevo estaba pasando, algo conmovedor, de una fuerza arrolladora que se contenía para después estallar, ya no en gritos dramáticos fingidos, sino en algo más complejo y perturbador. Desde entonces, Vallina no dejó nunca de trabajar, encontrando en cada proyecto un lugar donde investigar, tanto en cine, en teatro como en televisión.

Es fascinante cuando un actor logra, a base de instinto pero también de mucho arrojo, crear una carrera en la que siempre se están buscando experiencias que mantengan el espíritu alerta. En los últimos años, Vallina fue esposa de Fernán Miras en el prime-time de Pol-Ka, hizo teatro comercial con Daniel Veronese, giró el mundo entero con las obras de Mariano Pensotti y, a la vez, se puso bajo la guía de directores jóvenes en trabajos de bajo presupuesto. “Me fascinan todos los lenguajes, me interesa ser una actriz que pueda danzar entre variados materiales y que funcione en todos ellos. Me interesa mucho la tele y lo que se puede producir ahí cuando es bueno. Creo que uno incoscientemente va eligiendo un camino, armando su carrera en base a afinidades. Uno a veces tiene situaciones económicas inestables y la vida del actor es difícil en ese sentido. Pero sería tan aburrida la vida si eligiera los trabajos pensando en pagar las cuentas. Hay una idea del actor de que está siempre esperando el llamado, que creo que uno tiene que cambiar, seguir produciendo más allá de que te requieran de la industria o no”, dice Vallina.

Hija de un crítico de cine apasionado con el que iba a ver tres películas al hilo gracias al carnet de prensa, Julieta tuvo su formación actoral ante la pantalla grande de cines de La Plata. “Yo tenía una fascinación con las películas, no iba mucho al teatro, la educación estética vino a través del cine. Lo que me pasaba cuando iba con mi papá al cine era físico: me quedaba transmutada. Yo lo veía a DeNiro y durante una semana me quedaba empapada de eso, como si algo de DeNiro me hubiera quedado pregnado en el cuerpo. Yo no sabía si tenia la capacidad de hacer eso que hacían esos tipos en la pantalla, algo que me parecía increíble. No sabía siquiera qué había que hacer para convertirme en actriz.” Pero después, mientras cursaba Bellas Artes, se anotó por recomendación de una amiga en la escuela de actuación. “Eso fue una explosión. Cuando empecé la escuela fue como si hubiera llegado a mi casa. Yo soy muy insegura, siempre lo fui. Entonces, para mí, la actuación fue una manera de aprender actitudes más humanas. La escuela de teatro fue, sobre todo, un apredizaje social. Cuando estoy actuando soy más yo de lo que puedo ser en la vida cotidiana; ese yo que está en el escenario es un estadío mejor de mí misma. Alguien más libre, menos prejuicioso. Me siento más poderosa y más fuerte.”

Su presencia en escena siempre agrega misterio y da un sello particular a las obras, algo que va mucho más allá de una forma de actuación, y que se convierte en una manera de entender y atravesar los textos, de captar el sentido profundo de una obra. Como si ella estuviera en contacto constante con los hilos invisibles que activan las aguas profundas de una escena, dándole humor a algo que aparentemente no lo tiene, encontrando la tecla para que algo solemne se pueda volver arrollador y vital. Es raro lo que pasa, nunca sale con la fuerza de comerse el escenario, más bien contiene, observa, espera para zarpar; y sin embargo, todos la estamos mirando a ella. Una cara que es contemporánea y a la vez no, que puede ser elegante y punk, arrojada o una bomba a punto de explotar. Era interesante lo que le pasó los últimos meses del año pasado, cuando hacía doble función, primero en el Centro Cultural San Martín en la nueva obra de Mariano Pensotti Cuando vuelva a casa voy a ser otro, una obra de una vorágine y energía altísimas, para pasar una hora después a la sutil e introspectiva nueva creación de Mariana Obersztern, Inspiratio. A pesar de las diferencias en los materiales, en ambas obras, Vallina parece estar en un estado de hondura máxima, ya sea bailando frenéticamente o desplegando unos textos susurrados que ponen la piel de gallina. Y no es que esté componiendo como un actriz camaleónica, más bien pareciera conectar con otras partes de ella, siempre alimentadas por la misma fuente de energía inagotable e insospechada.

Este año volverá con estas dos últimas obras, a las que sumará la reposición de Demasiadas cortas las piernas, un texto super premiado de la joven dramaturga suiza Katja Brunner, y dirigida por Diego Faturos. La curiosidad y complejidad de Vallina la llevó a convertirse en actriz preciada de directores tan disímiles como Muscari, Daulte, Pensotti y Obersztern. Algo que, en ella, va mucho más allá de los ensayos. “Yo necesito tener la cabeza ocupada en cuestiones. Cuando hice Comité de Dios sobre médicos cardiovasculares estuve mucho tempo mirando cirujías, ahora que filmé una pelicula sobre vampiros, vi y leí todo lo que había sobre el tema. A mí la actuación me sacía una avidez que tengo. La actuación tranquiliza mi curiosidad”.

Ahora, se encuentra ensayando su primer proyecto como directora, para el que está adaptando la obra del escritor urguayo Mario Levrero. “Lo que más me interesa de Levrero es su relación con lo desconocido; no hay nada que me interesa más que lo cotidiano que se hace extraño, lo que uno no puede explicar. Levrero es alguien con dudas, con inseguridad; me siento identificada en su dificultad para reconocerse como escritor, habla de alguien balbuceante, de alguien que busca. Me interesa la gente que tiene espacios abiertos a llenar. No voy a hacer una biografía sobre él sino tomar ese universo. Me gusta su tránsito desde una obra más narrativa y fantástica para terminar en algo mucho mas simple y referencial. La vida y la literatura muy unidos en un recorrido hasta llegar a sí mismo.”

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Imagen: Catalina Bartolomé
 
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