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Domingo, 14 de agosto de 2016

TEATRO > PABLO SIGAL

MI PEQUEÑA MUERTE

En Polite, el debut como dramaturgo y director teatral de Pablo Sigal, se recorren los miedos y ansiedades hipocondríacas que dominaron la infancia y adolescencia del maniático Polit, alter ego del autor y protagonista. Con influencias de Woody Allen y Tina Fey, la tragicomedia de Sigal es una especie de diario íntimo, tierno y desopilante.

 Por Guadalupe Treibel

No es secreto que la fuente secreta del sentido del humor no reside precisamente en la alegría sino en el pesar, porque, como postulase antaño Mark Twain, no existe gracejo en el paraíso. A su pequeño averno personal, entonces, invita Polit, el joven y cortés protagonista de Polite, una encantadora pieza que vuelve sobre las incontables manías y los excesivos terrores que despiertan en el muchacho situaciones cotidianas, aparentemente menores. Porque bajo la lente fóbica del veinteañero, todos los caminos llevan –lisa y llanamente– a la muerte. Así, el personaje ve peligro inminente, potencial catástrofe, en circunstancias insignificantes: la visita de una española, amiga de su familia, en época de vacas locas; una persiana oxidada (tétanos en ciernes); una copa partida (fatal para el próximo bebedor); la desinfección de su apartamento (cuyo veneno podría impregnar su ropa, que luego mandaría al Laverap, que luego contaminaría el lavarropas y, consecuentemente, mataría a algún pobre tipo que llevó su pilcha a limpiar)… Ante el mínimo resquicio de duda, tragedia asegurada. Es decir, estamos ante una tragicomedia donde fobias y obsesiones resuenan fuerte con el clásico de clásicos en materia paranoide, Woody Allen, con quien Pablo Sigal –actor, dramaturgo y director de la pieza– comparte,con su aire desgarbado, algo más que el gen fatalista.

En cierto sentido, es posible asociar al personaje con Tina Fey, comediante y guionista con varios masters en el arte de sacar lustre al infortunio, convirtiendo las inevitables desgracias de la vida diaria en jocosos sketches, anécdotas o escenas que convierten a su peor yo en la mejor versión de sí misma. Porque cuanto más tomado, atrapado, nublado, desbordado se muestra Polit, más efectivo y descacharrante es el angustioso recorrido que propone. Para Fey, los factores clave para la eficaz fórmula de la humorada se condensan en echar el ego por la ventana y estar dispuesto al ridículo, amén de mostrar una vulnerabilidad a la que no muchos masculinos se animan. Salvo, honor al mérito, nuestro sufriente protagonista.

Sigal vuelve sobre episodios que le han quitado el sueño desde chico, cuando darse el primer beso con una chica o apoyar los labios sobre una lata de gaseosa representaron tremenda alteración. Desmedida alteración tamizada hoy por una autocrítica de resultados tan convincentes que, según reconoce, más de un espectador se ha acercado posfunción para decirle que sufre o ha sufrido de idénticos terrores, que no es ninguna locurita lo que él revela, que hay suficiente justificación. Evidentemente, más de un Kevin pesimista pasó sus Wonder Years navegando entre parecidas dosis de neurosis y amor.

“Mi obsesión es buscarle un sentido racional a miedos disparatados, ver de qué manera podrían ser reales desde lo discursivo. Ahí es donde aparece el proceso creativo de mis temores, ahí es donde surge la ficción”, anota este pichón de TOC (sin referencia al éxito homónimo del teatro comercial, afortunadamente) que apuesta a la hipérbole del verosímil. “Puede que sea plausible que, al desacomodar una alcantarilla, alguien se caiga; la cuestión es que, para Polit, no hay medias tintas: todo desemboca en muerte. Aunque parta de una verdad, la cuota de exageración es la que me permite armar una historia. De todas formas, admito que tengo una forma de sufrimiento que ya viene empaquetada en un relato; hay en mí una distancia crítica que me permite adornar la angustia y, a pesar de la preocupación, dejar aflorar el humor”, suma Sigal, sin renegar de la gran cuota autobiográfica de la obra, del tono confesional, casi un diario privado.

Finalmente, al igual que el protagonista, el padre de Pablo es periodista; su madre trabaja en el ámbito de la educación. Schmuckler, amigo de niñez, también existe, y aunque según el autor se trate de una composición, una suma de varios, no faltó el conocido que reclamó ser el original vía Facebook, recomendando calurosamente la pieza. “Parece que mi intento por disfrazar valiéndome de seudónimos ha sido un poco torpe”, acusa recibo entre risas, admitiendo que no tan curiosamente él mismo responde al apodo Polit.

“Hay quienes narran los grandes momentos de su vida; yo opté por los grandes miedos. Recuerdos que inicialmente los concebí como cuentos, que luego trabajé desde la dramaturgia. Por ser mi primera obra, me pareció lógico escribir acerca de lo que venía maquinando desde hace tanto tiempo”, agrega Sigal, que ya había puesto a trabajar su pluma en guiones de cine (su corto Privado, ganó el premio Fondo Metropolitano de las Artes y las Ciencias, y participó de la competencia de cortometrajes en el Bafici). Y que, como actor de teatro, se ha lucido en roles de obras destacables: La edad de oro y Los talentos, dirigidas por Agustín Mendilaharzu y Walter Jacob o la extraordinaria Sweet Home Europa, de Horacio Banega, con texto del italiano David de Carnevali.

La travesía Polite (o “el viaje de los miedos”, a decir del autor) hizo sus primeros kilómetros en el Ciclo Óperas Primas del Rojas, y reestrenó recientemente en el flamante teatro Nün. Sigal se rodeó de buena junta; los actores Ignacio Sánchez Mestre y Katia Szechtman brillan en roles diversos: como amigos/conocidos actuales (¿ellos mismos?), personajes de escenas de niñez o encarnando al propio Polit, según lo requieran las escenas. Escenas-bosquejo, dicho sea de paso, en tanto la obra se propone como un proceso no terminado, una pieza en construcción que evidencia sus mecanismos escénicos. En los primeros minutos, por ejemplo, Polit convoca a Ingu (Sánchez Mestre) para un proyecto que está preparando, que habla de sus miedos, y que solo hacia el final será bautizado Polite; Ingu se hace presente, discurren sobre el contenido, realizan algunas pruebas, ensayos (“las didascalias no las leas”). “Mostrar el recorrido, cómo se iba armando, me daba libertad para mezclar distintos formatos: monólogos, escenas dialogadas, un momento musical…”, explica Sigal. En ese sentido, la inspirada escenografía de la debutante Camila Pérez –montada y desmontada orgánicamente por los propios actores, donde destacan grandes imanes que construyen, entre otras, imágenes ilustradas del cuarto o la cocina de Polit– aporta al concepto “en progreso”, contribuyendo además al espíritu lúdico de esta simpatiquísima propuesta teatral que se sale de la vaina.

Polite se presenta todos los sábados a las 23 en Nün Teatro Bar, Juan Ramírez de Velazco 419. Reservas al 4854-2107 o por Alternativa Teatral.

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