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Domingo, 23 de octubre de 2016

MúSICA > PUNTO DE FUGA, EL DISCO SOLO AL PIANO DE NICOLáS GUERSCHBERG, UNO DE LOS FUNDADORES DE ESCALANDRUM.

MILONGA ALTERADA

 Por Sergio Pujol

En su brillante ensayo sobre Thelonious Monk, el crítico y músico francés Laurent de Wilde repara en el hecho de que, al tocar completamente solo, un pianista de jazz debe siempre imaginar la sección rítmica ausente, y para ello inventar algo que la suplante. Esto podría extenderse a los pianistas de tango, salvo que, amén de escasear allí los discos de “solo piano” (Lucio Demare lo hizo, con su incomparable calidad), la música porteña carece de sección rítmica específica. Pero aun así, el tango reclama “compás”, como decían nuestros padres. En otras palabras, quién toca en soledad una música directa o parcialmente derivada de géneros populares parte de una carencia. Si las cosas salen bien, esa falta terminará convirtiéndose en una gran oportunidad para que el músico profundice su mirada sobre el arte que abrazó.

Desde las cuatro notas regulares de “Dilema” con las que, a manera de un inocente ejercicio de digitación, Nicolás Guerschberg da inicio a Punto de fuga, la cuestión rítmica está perfectamente resuelta. Educado en la poderosa convergencia del jazz, el tango y la música clásica, el co-fundador del magnífico Escalandrum (¡18 años de discos y giras ininterrumpidos!) tiene una técnica brillante que le permite explayarse rapsódicamente en “La alucinada” o, mediante un refinado trabajo con el registro grave del piano, hacer más brumoso aún el comienzo de “Niebla del Riachuelo”. Pero quizá el mayor activo de su versatilidad instrumental haya que encontrarlo en esas figuraciones con las que reenvía su música a un sabroso menú de especies populares: la milonga (“Milonga tica”), el tango moderno (“Punto de fuga”), el vals (“Dora´s vals”) o el candombe al uso nostro (“Milonga alterada”).

Desde luego, este no es el disco de un intérprete a la carta que responde amablemente los pedidos del público. Cada referencia está tomada con libertad, es apenas un punto de partida. Por algo en el título está la palabra “fuga”. No tanto “fuga” en el sentido técnico del término, sino más bien como una actitud de búsqueda, de escape a ese punto impropio e infinito que imagina la geometría. En fin, ¿para qué hacer un disco de solo piano sino es para volar un poco con la imaginación artística, ir más allá de los lugares conocidos? “Un pianista está maduro a los 40 años”, le dijo Manolo Juárez al joven Nicolás Guerschberg cuando este era su alumno de composición. “Yo andaba por los 20 y no estaba muy convencido de eso”, recuerda Nicolás. “Sin embargo, una vez más, Manolo tenía razón. Creo que habiendo pasado los 40, hoy puedo reflexionar sobre lo que quiero decir a través del instrumento, sin necesidad de demostrar ningún virtuosismo, más allá de lo que necesite para expresarme a través del piano. Me interesa priorizar el sonido, la textura, el desarrollo de una o varias ideas y sensaciones. En cierto modo, grabar un disco solitario es como graduarse de pianista.”

Capacitado tanto para la interpretación escrita como para la improvisación, Guerschberg es, en cierto modo, un músico anfibio; recorre con tranquilidad y sapiencia tanto la ruta del jazz contemporáneo como la veta que abrió el abuelo de su amigo Pipi Piazzolla. Como su coetáneo Diego Schissi, Nicolás concibe el piano como instrumento compositivo. De hecho, nueve de los doce temas de Punto de fuga son de su autoría. A la sólida construcción rítmica y formal se suma en ellos un trazo romántico. Esto produce una agradable ambigüedad entre vanguardismo y canon popular, sin domiciliarse definitivamente en ninguno de esos lugares. Por momentos áspero y disonante, el disco no renuncia a esa atmósfera de lirismo que, ya más explícitamente, Guerschberg explora en los tres temas prestados: “Niebla del Riachuelo”, “Adiós Nonino” y la inesperada “The Fool On The Hill”.

“Creo que, como todas las otras músicas que me influenciaron, el tango está muy presente en mí”, reconoce Nicolás, “y a la hora de tocar, aunque no esté tocando tango, se filtra naturalmente ese lenguaje, ese aroma o color tanguero.” En una música insobornablemente instrumental cualquier intento de representación resultaría cuanto menos inservible. Aun así, el diseño y la realización de Luciano Goizueta ensayan la imagen de una Buenos Aires centrifugada, en un juego de posibles equivalencias entre la música y la perspectiva visual. Podremos dudar un poco a la hora de elegir donde guardar Punto de fuga en la discoteca, salvo que a esta la tengamos ordenada por ciudades.

Pero la connotación urbana no implicó un plan predeterminado. Nicolás opera como un jazzman abierto a “lo que salga”, sin cargar con la mochila de un álbum conceptual, y menos aún “de tango,” o “de música de Buenos Aires”. De hecho, las influencias de Jarrett y Mehldau no están escondidas, si bien también sobrevuela la memoria de ese gran pianista de tango –hoy un poco olvidado– que fue Osvaldo Tarantino. “En realidad, este disco surgió de sentarme durante un buen tiempo al piano y descubrir que tenía ideas y temas que no estaban contenidos ni desarrollados en ningún proyecto”, aclara el pianista. “Un día vino Facu Rodriguez, gran técnico de grabación y amigo, y me dijo: ‘vos tocá todo lo que quieras y después vemos que queda’, y quedó este disco. Se grabó en una sola toma sin sobregrabaciones ni ediciones, tal vez con imperfecciones, sí, pero fresco, casi como un concierto en vivo.”

Más fresco que imperfecto, más diverso que indefinido, Punto de fuga agrega varios escalones a la serie poco poblada de lo que podría llamarse el “solo piano popular argentino”. Por supuesto, el gentilicio no debe entenderse como una identidad cerrada y preestablecida. “¿Por qué incluí ‘The Fool On The Hill’ de los Beatles? Porque me parece una obra fantástica y universal de la música popular del siglo XX. La abordé tratando de no perder la línea melódica del tema, modificando un poco la armonía, abriendo espacios para improvisar y planteando un groove más rítmico que la versión original.”

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