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Domingo, 7 de marzo de 2004

EL OMBLIGO DEL MUNDO > DE ACá, DE ALLá Y DE TODAS PARTES

La importancia de llamarse Ernesto

El rumor crece: Terrence Malick estaría trabajando en el guión de una biografía completa del Che. Incluso aunque estén por estrenarse las inminentes películas de Walter Salles y Gianni Minà sobre Guevara.

Los diarios de la motocicleta, la película de Walter Salles en la que Gael García Bernal interpreta al Che Guevara, todavía no se estrenó, y las expectativas acumuladas vienen acompañadas por al menos dos documentales nuevos (uno de ellos es Viajando con el Che Guevara, del italiano Gianni Minà, quien ayudó a Salles y su equipo de producción a contactarse con la familia del Che y con Alberto Granado, su compañero en su épico viaje latinoamericano) y un anuncio de esos que producen sismos en Hollywood. Che es sencillamente el nombre de la película que ya se encuentra en producción con guión y dirección de Terrence Malick, y –vale aclararlo cuando se trata del realizador que demoró una eternidad en llevar a la pantalla la adaptación de la novela de James Jones La delgada línea roja– parece que va en serio.
Imposible saber aún si el ascendente Gael García Bernal, conocido internacionalmente a partir de Amores perros, protagonista de La mala educación, el inminente nuevo film de Almodóvar, reivindica en la piel del Che la posibilidad de interpretar al revolucionario por medios cinematográficos. Bajo la dirección de Malick, la tarea podría recaer en Benicio Del Toro, quien encabeza una producción para la cual ya se encuentran apalabrados Ryan Gosling, Javier Bardem, Benjamin Bratt y Framka “Corre Lola Corre” Potente. Como Gael, Del Toro deberá esforzarse por borrar todas esas interpretaciones que tan memorables resultan por las peores razones: buenos actores como Omar Shariff o Francisco Rabal a fines de los ‘60. Ni qué hablar de las otras, las menos que memorables de Antonio Banderas para Alan Parker, de Gerardo Romano para Rodolfo Ledo o de Alfredo Vasco bajo la dirección de Juan Carlos Desanzo (en Hasta la victoria siempre, 1999). Y no es que la culpa sea de los actores.
Según Variety, la influyente revista de la industria del espectáculo (que fue una de las primeras publicaciones en hacerse eco del anuncio del nuevo regreso del director de La delgada línea roja después de seis años), Malick va a filmar una biografía completa del Che, incluyendo no sólo los viajes de la motocicleta sino también sus últimos años y su asesinato en 1967.
Malick, cuya última incursión en el cine hasta el momento había sido sólo en calidad de guionista y productor de la coproducción noruega/norteamericana Beautiful Country (con Nick Nolte y Harvey Keitel, acerca del hijo de un soldado norteamericano y de una mujer vietnamita gestado durante la guerra, que sale en busca de su padre), que no fue del todo bien recibida en su presentación en el reciente festival de Berlín, el año pasado vio cómo un proyecto de volver a dirigir se le venía abajo mientras buscaba locaciones en Marruecos para filmar una “aventura del desierto sin título”, según se conocía el proyecto. Lo que ocurrió entonces fue que Richard Holbrooke, un ex embajador de la Naciones Unidas, les avisó a los estudios de Hollywood que se creía que entre ocho y diez semanas más tarde el país se encontraría en guerra. Poco tiempo antes se habían anunciado otros dos proyectos: uno como productor (junto a Richard Linklater, que, como Malick, vive en Austin, Texas) acerca de jugadores de fútbol de una escuela secundaria de Houston, y otro como director basado en el poema inglés Sir Gawain y el Caballero Verde, con Jim Caviezel (La delgada línea roja, La pasión de Cristo) en el papel titular del emisario de Dios. Por ahora no se sabe nada de ninguno de los dos.
A Malick lo llaman el Salinger del cine (o a veces simplemente Howard Hughes), por haberse retirado a escribir tras el éxito de crítica de sus dos primeros films (Badlands y Días de gloria), y haber desaparecido durante casi dos décadas. Hay quienes sospechan que el proyecto del Che jamás llegará a la pantalla, y entonces se repetiría una pequeña anécdota biográfica de los años ‘60, cuando el por entonces joven estudiante de filosofía volvió de Alemania (donde conoció a Heidegger) y fue contratado como periodista en Life y en el New Yorker. Corría 1967, y sería en estaúltima publicación donde le encargaron un perfil del Che Guevara, en el que, según su tutor en filosofía, Paul Lee, “Malick se terminaría ahogando para no entregar nunca la nota encargada”.

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