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Domingo, 2 de mayo de 2004

DANZA

Africa mía

A menudo ignorada o malversada por estereotipos escolares, la danza afro recupera fuerza y autenticidad en Mitología en movimiento, el espectáculo del grupo Oduduwá que invoca la vitalidad de la mitología yoruba para revisitar la historia de la América negra.

 Por Analía Melgar

Los ríos de China, los templos de la India, el desierto de Sahara: la globalización aún no ha podido con ellos. Estos tesoros conservan, al menos en estas latitudes, su atractivo toque de exotismo. A pesar del Discovery Channel, la Feria de las Naciones, los tours promovidos por la convertibilidad y las casas de importación, ciertas regiones del planeta permanecen suspendidas en la distancia de lo ajeno. Una de ellas es Africa. Aunque aquí, en Latinoamérica –refugio extraño, paraíso de sincretismos–, las mezclas y los (des)encuentros culturales que signan la relación con el continente negro no se remontan a un pasado remoto sino que forman parte de la historia reciente.
Menos de doscientos años atrás, las calles de Buenos Aires y los caminos de esa tentativa de nación que era este territorio veían pasar grupos morenos traídos por la fuerza, principalmente, desde Nigeria, sobre el Golfo de Guinea, de cara al Océano Atlántico. Pronto, guerras y pestes acabaron con su presencia. No sucedió lo mismo en Cuba, Uruguay y Brasil, donde la marca de los esclavos africanos continúa hoy activa en la configuración de la población y en ciertas coordenadas heredadas de ellos: religión, música y danza entrelazadas, inseparables.
En la actualidad, la “danza afro” huye de todo tratamiento exótico y extranjerizante e indaga, reapropiándoselas, en las tradiciones de las etnias africanas, en particular la de los yorubas. Aunque al llegar a América se fusionó con el cristianismo, esta etnia es, en su origen, ajena a la premisa monoteísta, que prescribe un solo dios recluido en las alturas y rara vez encarnado en un cuerpo. Los yorubas son politeístas; su panteón está integrado por dieciséis deidades principales, los orixás. Oduduwá, por ejemplo, es la creadora de la tierra, dadora de vida y agente del inicio y fin de las cosas. De ella tomó el nombre un grupo de bailarinas y músicos argentinos para hacer lo que más disfrutan: poner el cuerpo en movimiento y desplegar en el movimiento las diferentes etapas de la existencia. De eso se trata la danza afroamericana: contacto, diálogo y encuentro de los extremos. Cielo y suelo, materia y espíritu, sonido y silencio, hombre y animal, nacimiento y muerte y –los pares de opuestos se completan– bien y mal.
Balmaceda, Benavídez, Borches, Díaz, Eskenazi, Martín, Martínez, Migelson, Pagani, Spector, Vassallo, son los apellidos de este conjunto de jóvenes danzarinas, percusionistas y cantantes. Nada en la enumeración parece remitir al linaje de aquellos esclavos de cabello ensortijado. Lo que abunda en el grupo, más bien, son cabelleras blondas, suaves y apenas ondulantes. Pero hacen de la cultura afro algo absolutamente propio. Quizás los inspiren las palabras de Borges en El escritor argentino y la tradición: “[los argentinos] debemos pensar que nuestro patrimonio es el universo”. Es cierto que Borges pone el acento en Occidente y, muy en especial, en Europa, pero su idea es igualmente productiva aplicada a otras geografías.
Oduduwá no reniega de la reproducción folklórica pampeana, litoraleña o puneña para volcarse a otra: toma las manifestaciones artísticas africanas para elaborar con ellas una experiencia donde todas las “traiciones” están permitidas. Las fuentes son recreadas con la marca reconocible del lenguaje de la danza contemporánea, sin dejar de lado los pilares principales del hombre universal: la vibración de la voz, el impacto de la percusión, la libertad de bailar y la expresividad de la gesticulación. Esta premisa, que trasciende límites étnicos, es el motor del trabajo de Oduduwá, enriquecido por las investigaciones de una historiadora y una antropóloga –también integrantes del grupo– sobre temas de mitología yoruba.
La compañía se formó en 1998, a partir del evento “Homenaje a la Memoria de la Raza Negra en el Río de la Plata”. Desde entonces se presentó en teatros, festivales y muestras callejeras. En el año 2003, Prodanza (elInstituto de Fomento a la Danza no oficial) le otorgó un subsidio, lo que significa un reconocimiento a esta vertiente de la danza poco difundida. Creación colectiva, espectáculo integral, Mitología en movimiento se estrenó a fines del 2003 y se presenta ahora otra vez ante el público. La música se ejecuta en vivo con instrumentos que combinan materiales diversos: madera, cuero, caña, cerámica, metales, plásticos, semillas, cuentas y hasta radiografías. En un desfile exuberante de formas y colores, se escuchan tumbadoras, un bongó, tambores batás, un cajón peruano, cha-chas, un shekeré, un palo de agua, caxixís, campañas, un ago-gó, un vibro-slap... La energía de los golpes, rasguidos y sacudidas no puede menos que despertar a una danza vigorosa. Los cuadros se suceden y se inspiran en los caracteres de cada orixá; entre otros, Yemaná (la patrona de los mares y de la maternidad); Oxum (su hermana menor y guardiana de los ríos y el amor); Xangó (hijo de Yemaná, asociado a la virilidad, el fuego y el relámpago); Ogún (deidad de la lucha justa y de la resistencia).
Si algo predomina aquí es la sensualidad, las formas envolventes, la risa y los gritos efusivos. Los cuerpos bellamente femeninos explotan cadencias de hombros y caderas, siempre con el ritmo pegado a los pies, retomando un estilo primitivo de secuencias al unísono, rondas, filas y abrazos. En el festejo por la vida, el erotismo y la fertilidad protagonizan grandes momentos: las bailarinas se decoran, maquillan, peinan y convocan a un ágape imaginario relamiéndose con lenguas de lujuria las gotas de una fruta jugosa. Pero también hay angustia y tensión; y hay rebeldía, fuerza y desafío. Hay humanos peligrosos y hay serpientes sibilantes. Y lo que verdaderamente gana todos los aplausos es la genuina felicidad de bailar que transmiten las intérpretes con sus rostros despejados y sus sonrisas plenas, fruto, quizás, del soplo vitalista que provee el viaje por el panteón yoruba.

Mitología en movimiento,
del grupo Oduduwá.
Todos los sábados de mayo a las 21 en la sala Ana Itelman, Guardia Vieja 3783.

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