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Domingo, 9 de mayo de 2004

A dos puntas

Por Pablo Gianera

Flamante portador de la ambigua corona de “Rey del Swing”, Benny Goodman le encargó a Béla Bartók, en 1938, la composición de una pieza breve para clarinete, violín y piano. Contrastes –el nombre no tiene nada de casual– fue la obra que ambos grabaron casi inmediatamente con el violinista Joseph Szigeti. Casi veinte años después, el crítico y músico Gunther Schuller imaginó una “tercera corriente” que propiciara una intersección entre el jazz y esa música que por comodidad, y no sin equívocos, se llama clásica. Acaso no hacía más que continuar por otros medios el jazz sinfónico que otro violinista, Paul Whiteman, había iniciado en la década del veinte.
El censo podría desplegarse en el tiempo. De hecho, es tan indefinido como la eficacia de esas primigenias tentativas de fusión, aunque el nombre todavía no se usara. El ciclo “Dúos reales, improbables, virtuales e inexistentes” –parte del Mes de la Música organizado por el Centro Cultural Ricardo Rojas– le encontró un nuevo giro a ese tráfico casi secular entre la música improvisada y la de tradición escrita: la improvisación sobre una grabación inscripta en el repertorio clásico. El artificio técnico tiene en el jazz una precedencia engañosa. Bill Evans grabó en 1963 Conversations with myself tocando sobre un registro propio y anterior. Pero había cierta trampa en el juego: el pianista había dejado espacios para el otro (el mismo) piano que incorporaría posteriormente.
El programa doble que se presentará el próximo viernes 14 a las 21 avanza más allá: el pianista Ernesto Jodos y el saxofonista Rodrigo Domínguez –dos de los músicos centrales de la escena del jazz actual– tocarán junto (o sobre, o con, o alrededor de) obras emblemáticas del siglo pasado. Inédito en la música argentina, el experimento supone un desafío a dos puntas. Arrancados del contexto que dominan y de la aceitada inercia con los miembros de sus respectivos grupos, los músicos deben entrar en pugna con una obra cerrada y conclusiva que impone límites invulnerables a la interacción; y, del lado del oyente, esa modificación en el modo de tocar obliga a una modificación en el modo de escuchar.
“La dificultad de la idea es que las obras ya están completas”, observa Domínguez, cuya elección concentra un canon parcial, pero posible, de la música del siglo XX: el segundo movimiento de la Sinfonía de los salmos de Stravinsky, La pregunta sin respuesta de Charles Ives, la sexta parte del Cuarteto para el fin del tiempo de Olivier Messiaen –composición imprescindible de la música occidental– y un puñado de piezas para piano de György Ligeti. “La obra de Ives tiene mucho aire, mucho espacio, y ése es el concepto. Tiene que ver con el modo en que trabajo la improvisación y la composición. Los elementos son como personajes: una melodía, un ritmo, una serie de notas. En La pregunta sin respuesta hay personajes bien definidos y contrastantes: la armonía, las cuerdas, la melodía.”
El caso de Jodos es distinto, no sólo por el material que abordará –una selección de densas piezas para acordeón de Mauricio Kagel– sino por la manera en que lo intervendrá. “Son pequeñas danzas o cancioncitas. Kagel recorrió un diccionario de música y buscó términos o formas musicales que empezaran con la letra ‘r’. Entonces hay por ejemplo una ronda, un ragtime”, explica Jodos, que tampoco es inmune a la resistencia de esta improvisación unilateral. “Resulta muy difícil improvisar sobre algo que no se va a modificar de acuerdo a lo que uno toque. Es uno el que interactúa con la obra. La clave es meterse adentro. Yo tiendo a imponer. Por momentos va a haber de eso: tratar de que el piano se imponga. Voy a hacer muchos solos. Solos míos y solos de la grabación. Pienso parar la pieza, volverla hacia atrás, dejarla sola, quedarme solo. Es un poco también el rol activo del oyente a partir de la tecnología disponible. Cuando aparecieron los equipos hi-fi, con la posibilidad de poner más agudos o más graves, el oyente tomó el papel del compositor o del director de orquesta.” “Un compositor, en el jazz, es alguien que no puede tocar en tiempo real.” La frase aparece en la autobiografía de Paul Bley, pianista canadiense por el que Ernesto Jodos profesa una admiración sin reticencias. “Pero ¿qué significa componer?”, se pregunta Jodos. “La improvisación es una cosa efímera. Eso cambia cuando se va a grabar. Si está grabada, la improvisación se transforma en composición. El soporte en el que está escrita esa composición no hace la diferencia. Si se la graba y se la escucha repetidamente es como una partitura.” Domínguez, en cambio, piensa las dos instancias casi como planos superpuestos: “A mí lo que me interesa es cómo la composición se articula con la improvisación. Cuando escribo pienso sobre todo en la improvisación. Improviso al componer. Es como componer en tiempo real”. Y precisamente en esa zona imprecisa entre lo escrito y lo impremeditado se instala también el magnético Tonal, CD en trío de Domínguez editado esta semana por BAU - sello cuyo catálogo excepcional confirma que es el fenómeno discográfico más influyente de los últimos años– en el que participan Jodos y el baterista Sergio Verdinelli.
“Tonal tiene una doble entrada”, apunta Domínguez. “Por un lado, la tonalidad es un marco de referencia: algo que encuadra y que de por sí no tiene una forma predeterminada. Y para mí este disco representa ese marco de referencia en mi vida. Por otro lado, es un término acuñado por Carlos Castaneda en Las enseñanzas de Don Juan, y significa todo lo que está de este lado, todo aquello de lo que podemos hablar. Marca el punto en el que está ahora mi tonal, mi mundo. La idea es dejar que las cosas pasen. Hacia ahí está yendo mi música. Los temas están pensados como un marco. Te tirás a la pileta pero sabés que hay una forma que te contiene.”
Una de las novedades que trae Tonal es la irrupción del órgano Hammond tocado por Jodos, instrumento que, con la nada desdeñable excepción de Horacio Larumbe, fue poco transitado en la historia jazzística local. “Hasta que Norberto Minichilo me pasó un disco de Larry Young, yo odiaba el Hammond y toda la cosa blues y funky”, cuenta Jodos. “Las diferencias con el piano son enormes. En principio, desde lo tímbrico. Además, la nota sigue sonando, así que hay que preocuparse más por cómo se la apaga. El Hammond me ayudó a pensar de manera menos monofónica, a seguir más la melodía, la línea de la improvisación, y su contrapunto con otras líneas. Para el piano, gané menos verticalidad y un poco más de horizontalidad. Tocar a partir de líneas a mí me resulta más cercano al acto inicial de hacer música, de silbar una melodía por la calle. La libertad de disparar para un lado o para otro”.

Mayo, mes de la Música en el C. C. Rojas, Corrientes 2038. El ciclo incluye el
programa “Dúos reales, improbables, virtuales e inexistentes” (viernes y sábados), un programa de música electroacústica y electrónica (miércoles) y otro de música barroca (domingos). Informes sobre la programación al 4954-5521/5523 o en www.rojas.uba.ar.

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